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la Deidad.

      10:1.1 (108.4) Parecería que el Padre, allá por la eternidad, inauguró una política de profunda autodistribución. Hay en la naturaleza altruista, amante y amable del Padre Universal algo inherente que lo hace reservarse el ejercicio exclusivo tan sólo de aquellos poderes y autoridad que al parecer encuentra imposible delegar o conceder.

      10:1.2 (108.5) El Padre Universal siempre se ha despojado de las partes de sí mismo que son otorgables a otro Creador o criatura. Ha delegado en sus Hijos divinos y en sus inteligencias asociadas todo poder y toda autoridad que pudiera ser delegada. Transfirió realmente a sus Hijos Soberanos, en los respectivos universos, toda prerrogativa de autoridad administrativa que fuera transferible. En los asuntos de un universo local, ha hecho a cada Hijo Creador Soberano tan perfecto, competente y con tanta autoridad como el Hijo Eterno es en el universo original central. Entregó, en realidad donó, con la dignidad y santidad de la posesión personal, todo de sí mismo y de sus atributos, todo lo que podía despojar, de toda forma, en todas las edades, en todos los lugares, y a todas las personas, y en todos los universos, excepto el de su morada central.

      10:1.3 (109.1) La personalidad divina no es egocéntrica; la autodistribución y el compartir de la personalidad caracterizan la identidad divina con libre albedrío. Las criaturas anhelan la asociación con otras criaturas personales; los Creadores se sienten motivados a compartir su divinidad con sus hijos universales; la personalidad del Infinito se revela como el Padre Universal, que comparte la realidad de su ser y la igualdad del yo con dos personalidades coordinadas: el Hijo Eterno y el Actor Conjunto.

      10:1.4 (109.2) Para conocer a la personalidad y los atributos divinos del Padre dependeremos para siempre de las revelaciones del Hijo Eterno, porque cuando se efectuó el acto conjunto de la creación, cuando la Tercera Persona de la Deidad surgió a la existencia de la personalidad y cumplió con los conceptos combinados de sus padres divinos, el Padre dejó de existir como la personalidad no cualificada. Con la aparición del Actor Conjunto y la materialización del núcleo central de la creación, tuvieron lugar ciertos cambios eternos. Dios se dio como personalidad absoluta a su Hijo Eterno. Así, otorga el Padre la «personalidad de infinidad» a su Hijo unigénito, mientras que ambos otorgan la «personalidad conjunta» de su unión eterna al Espíritu Infinito.

      10:1.5 (109.3) Por estas y otras razones más allá del concepto de la mente finita, es extremadamente difícil para la criatura humana comprender la infinita personalidad paterna de Dios, excepto como es universalmente revelada en el Hijo Eterno y, con el Hijo, es universalmente activa en el Espíritu Infinito.

      10:1.6 (109.4) Puesto que los Hijos de Dios Paradisiacos visitan los mundos evolutivos y a veces aun habitan en ellos en semejanza de carne mortal, y puesto que estos autootorgamientos hacen posible para el hombre mortal conocer realmente algo de la naturaleza y carácter de la personalidad divina, deben las criaturas de las esferas planetarias poner atención a estos autootorgamientos de los Hijos Paradisiacos, para obtener información fidedigna y confiable respecto del Padre, el Hijo y el Espíritu.

      10:2.1 (109.5) Mediante la técnica de la trinidización el Padre se despoja de esa personalidad espiritual no cualificada que es el Hijo, pero al hacerlo, se constituye en el Padre de este mismo Hijo, y por ello se inviste de ilimitada capacidad de ser el Padre divino de todos los tipos de criaturas de voluntad inteligente posteriormente creadas, eventuadas, o de otro modo personalizadas. Como l a personalidad absoluta y no cualificada, el Padre puede funcionar solamente como el Hijo y con el Hijo, pero como Padre personal continúa otorgando personalidad a las diversas huestes de los diferentes niveles de criaturas volitivas inteligentes, y por siempre mantiene relaciones personales de asociación amante con esa vasta familia de hijos universales.

      10:2.2 (109.6) Después de que el Padre ha otorgado a la personalidad de su Hijo la plenitud de sí mismo, y cuando se completa y se perfecciona este acto de autodotación, del poder y naturaleza infinitos que de este modo existen en la unión del Padre y el Hijo, los socios eternos conjuntamente otorgan aquellas cualidades y atributos que constituyen otro ser más como ellos; y esta personalidad conjunta, el Espíritu Infinito, completa la personalización existencial de la Deidad.

      10:2.3 (110.1) El Hijo es indispensable para la paternidad de Dios. El Espíritu es indispensable para la fraternidad de la Segunda y Tercera Personas. Tres personas son un grupo social mínimo, pero ésta es la menos importante de todas las muchas razones para creer en la inevitabilidad del Actor Conjunto.

      10:2.4 (110.2) La Primera Fuente y Centro es la personalidad padre infinita, la fuente ilimitada de personalidad. El Hijo Eterno es la personalidad absoluta no cualificada, ese ser divino que está en todo el tiempo y la eternidad como la revelación perfecta de la naturaleza personal de Dios. El Espíritu Infinito es la personalidad conjunta, la única inimitable consecuencia personal de la unión sempiterna del Padre y el Hijo.

      10:2.5 (110.3) La personalidad de la Primera Fuente y Centro es la personalidad de infinidad menos la personalidad absoluta del Hijo Eterno. La personalidad de la Tercera Fuente y Centro es la consecuencia superaditiva de la unión de la personalidad liberada del Padre y la personalidad absoluta del Hijo.

      10:2.6 (110.4) El Padre Universal, el Hijo Eterno, y el Espíritu Infinito son personas únicas; ninguno es un duplicado; cada uno es original; todos están unidos.

      10:2.7 (110.5) Sólo el Hijo Eterno experimenta la plenitud de la divina relación de personalidad, consciente tanto de su filiación con el Padre como de su paternidad del Espíritu y de la igualdad divina con el Padre antecesor y con el Espíritu asociado. El Padre conoce la experiencia de tener un Hijo que es su igual, pero el Padre no conoce de ningún antecedente ancestral. El Hijo Eterno tiene la experiencia de la filiación, reconocimiento del ancestro de personalidad, y al mismo tiempo el Hijo está consciente de ser un padre conjunto del Espíritu Infinito. El Espíritu Infinito está consciente del doble ancestro de su personalidad, pero no es progenitor de una personalidad coordinada de la Deidad. Con el Espíritu, se completa el ciclo existencial de la personalización de la Deidad; las personalidades primarias de la Tercera Fuente y Centro son experienciales y son siete en número.

      10:2.8 (110.6) Yo tengo origen en la Trinidad del Paraíso. Conozco la Trinidad como Deidad unificada; conozco también que el Padre, el Hijo y el Espíritu existen y actúan en sus capacidades personales definidas. Sé positivamente que no sólo actúan de manera personal y colectiva, sino que también coordinan sus acciones en varias asociaciones, de modo que al final funcionan en siete capacidades diferentes singulares y plurales. Y puesto que estas siete asociaciones agotan las posibilidades de tales combinaciones divinas, es inevitable que las realidades del universo aparezcan en siete variaciones de valores, significados y de personalidad.

      10:3.1 (110.7) A pesar de que existe una sola Deidad, hay tres personalizaciones positivas y divinas de la Deidad. Respecto a la dotación del hombre con los Ajustadores divinos, el Padre dijo: «Hagamos al hombre mortal a nuestra imagen». Repetidas veces, en las escrituras urantianas existen referencias a los actos y acciones de la Deidad plural, mostrando el reconocimiento de la existencia y operación de las tres Fuentes y Centros.

      10:3.2 (110.8) Nos enseñan que el Hijo y el Espíritu tienen relaciones idénticas con el Padre en la asociación de la Trinidad. En la eternidad y como Deidades indudablemente lo hacen, pero en el tiempo y como personalidades ciertamente revelan relaciones de una naturaleza muy variada. Contemplando los universos desde el Paraíso, estas relaciones parecen muy similares, pero cuando se las visualiza desde los dominios del espacio, aparecen considerablemente diferentes.

      10:3.3 (111.1) Los Hijos divinos son ciertamente el «Verbo de Dios», pero los hijos del Espíritu son verdaderamente la «Acción de Dios». Dios habla a través del Hijo y, con el Hijo, actúa a través del Espíritu Infinito, mientras en todas las actividades del universo el Hijo

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