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pretendo valorar, el presente y la vanguardia de la filosofía crítica latinoamericana.

      No pretendo, en mi indagación, naturalizar una relación abstracta entre modernidad y pensamiento crítico, ni me dispongo a desarrollar su amplia y compleja articulación histórica para pensar lo humano. Lo que me propongo argumentar es que, para el caso concreto de América Latina, el concepto de modernidad y el pensamiento filosófico que se ha preocupado por su reflexión y transformación están imbricados de manera muy profunda, y que esta imbricación es central para comprender el proceso de sus conceptos y las discusiones que desde allí se han propiciado para interpretar críticamente el contexto. La modernidad ha sido el motivo a partir del cual se ha construido toda una narrativa filosófica, que se debate entre su ajenidad o su arraigamiento para la constitución de una identidad y un pensamiento regionales, entre su carácter de modelo impuesto y definitivamente externo, o integral y definitorio para las diversas dinámicas latinoamericanas. La filosofía crítica latinoamericana ha hecho manifiesto lo irresuelto de su identidad y de la concepción de su propia autonomía intelectual: ¿somos propiamente modernos? ¿Podemos serlo? ¿Qué implicaciones tiene, para el discurso filosófico latinoamericano, desvincularse de la herencia moderna que lo sostiene? También, ¿cómo se debe reconfigurar esa relación, previniendo un uso pasivo y meramente receptivo de los conceptos construidos en otros contextos, bajo otras dinámicas sociohistóricas? ¿Qué se podría entender por una modernidad americana, cómo la podríamos caracterizar?

      Las posturas hispanistas e indigenistas del siglo xix, que se oponen de manera maniquea respecto a estas discusiones para recluir la identidad latinoamericana en esencias autocontenidas, se despliegan en el siglo xx bajo nuevas apreciaciones y obligan a una réplica materialista e historizada que se corresponda con la comprensión del presente como proceso, para dialectizar miradas de otra manera excluyentes y esencialistas, empobrecedoras de la compleja dinámica del subcontinente. Para su filosofía crítica, la experiencia latinoamericana está atravesada por la historia moderna, de la que se nutre y a la que debe superar a partir de la asimilación de su proceso histórico específico, las subjetividades y mentalidades sociales que ha constituido, y las estrategias de resistencia que se han enarbolado en el tejido social regional para defender su particularidad.

      Determinantes del estudio

      Esta filosofía social, entonces, procede mediando históricamente el concepto para comprenderlo desde sus determinantes sociales, ligado a procesos específicos, con incidencias y apuestas que siempre desembocan en un sentido humano. Es de esta manera que, para mi aproximación, el concepto de modernidad es abordado, situándolo históricamente en pensadores y apuestas teóricas contextualizadas, comprendiéndolo en sus determinaciones sociales específicas en América Latina, y partiendo de este conocimiento historizado para señalar su pertinencia social e insistir en su potencial crítico.

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