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no miembros de los equipos de gobierno. Esta duda se convierte en permanente desconfianza, y la desconfianza genera y refuerza la inseguridad. La suma y derivación de estas actitudes se traduce en miedo, y el miedo impregna lo más osado de la fidelidad evangélica hasta encogerla y hacerla irreconocible. En estos momentos, la mayoría de las instituciones de la vida consagrada se encuentra en medio de una parálisis real, amparada en unos conceptos, cuando menos problemáticos, de fidelidad carismática y eclesial.

      Todo ello muy contrario, desde luego, al carácter dinámico e histórico de la fidelidad. Muy lejano a una fidelidad que introduce la eternidad en el tiempo.

      De todo lo mencionado, lo peor es el miedo que subyace al deseo de seguridades que vuelve acríticamente la mirada hacia lo prefijado, hacia el inmovilismo. La fidelidad y el miedo son incompatibles. La fidelidad precisa de la osadía, de la valentía, del riesgo y su incertidumbre, de la paradoja de su indecisión, pues en ella late la pregunta, más importante que cualquier respuesta. La parálisis generada por el miedo es un muro colocado ante los ojos que impide ver el horizonte. Ese muro afecta seriamente a la visión. El horizonte, que hace perceptible la lejanía, es necesario para tener y mantener una buena visión. El recorte sistemático de la distancia para el ojo es uno de los métodos asociados a la prisión y la tortura. Es un mecanismo represivo. El ojo necesita del juego entre cercanía y lejanía que le proporciona el horizonte. El recorte de la visión afecta a la mente y al buen funcionamiento de toda la persona. El recorte de la perspectiva conduce a reforzar las racionalizaciones que intentan hacer aceptable y lógica la parálisis.

      El miedo es incompatible con la fidelidad, en su sentido genuino, pues fidelidad está asociada a la fe y a la confianza, ambas contrarias, opuestas, al miedo.

      1- Jung llama a estos fenómenos “sincronía”.

      2- Se trata de un concepto acuñado por el sociólogo Zygmun Bauman. Para una idea global de su desarrollo puede verse La modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2002.

      3- Seguramente que en los medios de la VR masculina también, pero no tengo tanta constancia.

      4- El verbo perseverar proviene del latín perseverare. Según el diccionario de la RAE el verbo significa “mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión”. Y en su segunda acepción: “durar permanentemente o por largo tiempo”.

      5- Evidentemente esto no ocurre solo en la VR, pues la equivalencia suele ser la misma en otros ámbitos de la vida.

      6- Puede verse, por extensión, la crónica de la comunidad benedictina de Joan CHITTISTER, Tal como éramos. Una historia de cambio y renovación, Ediciones Claretianas, Madrid, 2006.

      7- Tal vez en las dos primeras décadas postconciliares.

      8- Entre otras razones porque las religiosas cuadriplican el número de religiosos.

      9- Piénsese, por ejemplo, en las tareas y roles que, en la teoría, han de ser compartidos igualitariamente, y no lo son, en absoluto, en la práctica, como es el caso de las tareas domésticas, la crianza y cuidado de los hijos e hijas, el cuidado de los necesitados (enfermos, padres, menores, ancianos…) y piénsese, también, en la presión psicocultural sobre la procreación.

      10- Trata de la fidelidad en la VR Joan CHITTISTER, El fuego en estas cenizas, Sal Terrae, Santander, 1998, p. 120 y otras.

      11- En latín, fidelitas se traduce como “fidelidad, constancia”. En la raíz de fidelitas está fides, que se puede traducir como: fe, confianza, lo que da origen a la confianza, lealtad, rectitud, autenticidad, palabra dada, fe o creencia en Dios, conjunto de verdades que se creen, revelación… El término fidelis, como adjetivo, se traduce “leal, seguro, firme, duradero, fuerte”, y como sustantivo, “amigo, íntimo”.

      12- Un estilo de vida se concreta en instituciones específicas. Comparten elementos comunes, pero se distinguen entre sí sobre la base de otros muchos elementos diferenciales.

      13- Esta idea, bastante divulgada, remite a un uso inadecuado de conceptos jungianos sobre el self.

      14- Es habitual que use esta grafía de la palabra Dios, forma de mencionarlo original de Elisabeth Schüssler Fiorenza, dada la imposibilidad de ponerle género. Resulta muy difícil, si se escribe “Dios”, no asignarle, habitualmente e inconscientemente, una representación masculina.

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