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al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo”

      Filipenses 3:5

      A los gálatas escribe con energía y les dice que el rito de la circuncisión no añade absolutamente nada a la obra salvadora de Cristo.

      “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo”

      Gálatas 5:2

      Más directo se muestra cuando escribe a los romanos. La verdadera circuncisión no es la externa en la carne, sino la que simbólicamente procede de un corazón puro.

      “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios”

      Romanos 2:28-29

      Capítulo V

      Concubinato

      El Antiguo Testamento, siguiendo las costumbres de los pueblos cercanos a Israel, admite el concubinato entre los hebreos como un hecho legal y distingue entre concubina y esposa.

      Grandes hombres que vivieron aquella época, alabados en diferentes partes de la Biblia, tuvieron esposas y concubinas.

      1. Abraham

      “Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental”

      Génesis 25:5-6

      2. Jacob

      De Jacob, nieto de Abraham, el Génesis dice que además de sus dos mujeres, Lea y Raquel, tuvo otras dos concubinas, Bilha y Zilpa (Génesis 35:22-26).

      3. Saúl, primer rey de Israel

      “Y había tenido Saúl una concubina que se llamaba Rizpa, hija de Aja; y dijo Is-boset a Abner: ¿Por qué te has llegado a la concubina de mi padre?”

      2º Samuel 3:7

      4. David, segundo rey de Israel

      “El rey entonces salió, con toda su familia en pos de él. Y dejó el rey diez mujeres concubinas, para que guardasen la casa”

      2º de Samuel 15:16

      5. Salomón, tercer rey de Israel

      “Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas.

      Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón”

      1º de Reyes 11:1 y 3

      6. Roboam, cuarto rey de Israel

      “Pero Roboam amó a Maaca hija de Absalón sobre todas sus mujeres y concubinas; porque tomó dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas”

      2º de Crónicas 11:21

      El concubinato, reconocido en la ley mosaica en una etapa primitiva del pueblo hebreo es enfáticamente repudiado en el Nuevo Testamento por Jesucristo:

      “Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”

      Mateo 19:4-6

      Capítulo VI

      Deleite

      La Enciclopedia Espasa define el sustantivo deleite como “placer sensual”. Palabras sinónimas son gusto, contentamiento, alegría, satisfacción, holganza, diversión y otras.

      El Nuevo Testamento utiliza el vocablo en sentido negativo, condenatorio. Jesucristo eleva una queja contra aquellos “que tienen vestiduras preciosas y viven en deleites” (Lucas 7:25). Pablo confiesa que en otro tiempo vivía “esclavo de concupiscencias y deleites diversos” (Tito 3:3), pero entrado en otro tiempo con el Señor se revuelve contra los “amadores de los deleites más que de Dios” (2ª Timoteo 3:4). El autor de la epístola a los Hebreos alaba a héroes de la fe que escogieron “antes ser maltratados con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25). Por su parte, el apóstol Pedro justifica la condenación de quienes tuvieron “por delicia el gozar de deleites cada día” (2ª Pedro 2:13).

      La experimentación del deleite sexual se remonta al libro de Génesis. La protagonista es una mujer, Sara, esposa de Abraham.

      El profeta, de edad avanzada, descansa en la puerta de su tienda en “el encinar de Mamre”, algunos kilómetros al norte de Hebrón, considerado hoy uno de los principales santuarios de Palestina. Allí recibe una misteriosa visita de tres varones. Abraham los invita a su tienda, los atiende ceremonialmente, les prepara una suculenta comida a base de “becerro tierno”. Comentaristas de la Biblia sostienen que uno de los tres era el propio Jehová, encarnado en cuerpo de hombre. Yo no entro en el misterio. Cuando hubieron comido uno de ellos pregunta por Sara. Sabe que era estéril, pero le anuncia: “Sara tu mujer tendrá un hijo”. Sara escuchaba tras la puerta. Le causa risa el anuncio del visitante. Y piensa: “¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”

      Efectivamente. Los dos eran viejos, cargados de años. Sara era una mujer gastada, en un cuerpo incapaz de sentir deleite. Otro tanto le ocurría a Abraham. Pero lo intentaron. Confiando en la palabra del visitante, tuvieron deleite sexual y nació un hijo: Isaac (Génesis 18:1-16).

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