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Aparte de esto, la Reforma protestante desafiaba la autoridad de Roma, por lo que, desde el punto de vista de Roma, la seguridad religiosa cada vez estaba más amenazada. La atribulada Iglesia Católica Romana, que, como casi todo el mundo en aquellos tiempos, aceptaba la visión aristotélica del mundo, sintió que no podía permitir que se criticase en serio a Aristóteles, aunque circulaban rumores (sobre todo entre los jesuitas) de que la propia Biblia no siempre respaldaba la concepción aristotélica de las cosas.

      Sin embargo, esos rumores aún no eran lo bastante fuertes como para evitar la poderosa oposición a Galileo que provendría tanto del ámbito académico como de la Iglesia Católica Romana. Incluso entonces los motivos de esa oposición no fueron meramente intelectuales y políticos. Los celos y, también hemos de decir, la propia falta de habilidad diplomática de Galileo, fueron factores que contribuyeron a ella. Por ejemplo, molestó a la élite de sus tiempos al publicar en italiano y no en latín, con objeto de empoderar intelectualmente al pueblo llano. Se había comprometido loablemente con lo que hoy día se llama la comprensión pública de la ciencia.

      Galileo, de forma poco útil y corta de miras, también desarrolló la costumbre de denunciar con términos sarcásticos a aquellos que discrepaban de él. Tampoco es que ayudara a su causa la manera en que gestionó la solicitud oficial de que incluyese en su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo: ptolemaico y copernicano el argumento del que había sido su amigo y mentor, el papa Urbano VIII, Maffeo Barberini. El papa sostenía que, dado que Dios es omnipotente, podía realizar cualquier fenómeno natural de muchas maneras, de modo que sería pretencioso por parte de los filósofos naturalistas afirmar que habían descubierto la única solución posible. Galileo, obediente, incluyó este argumento en su obra, pero lo puso en boca de un personaje corto de entendederas al que bautizó Simplicio (“tontaina”). Podríamos considerar que esto es un ejemplo clásico de cómo tirar piedras a tu propio tejado.

      Por supuesto, no existe ninguna justificación para que la Iglesia Católica Romana utilizara el poder de la Inquisición para silenciar a Galileo, ni para que fueran necesarios varios siglos para rehabilitarlo. También hay que destacar que, de nuevo contrariamente a la creencia popular, Galileo nunca fue torturado, y pasó la mayor parte del subsecuente arresto domiciliario disfrutando de la hospitalidad de lujosas residencias privadas que pertenecían a sus amigos.

      EL DESAFÍO A LA COSMOVISIÓN

      La lección principal que podemos extraer es que fue Galileo, creyente en la cosmovisión bíblica, quien expuso una mejor comprensión científica del universo, no solo, como hemos visto, oponiéndose a algunos eclesiásticos sino enfrentándose a la resistencia y al oscurantismo de los filósofos seculares de su tiempo que, al igual que los miembros del clero, eran discípulos convencidos de Aristóteles.

      Hoy día los filósofos y los científicos también tienen necesidad de mostrarse humildes a la luz de los hechos, incluso cuando es un creyente en Dios quien les llama la atención sobre aquellos. Que alguien no crea en Dios no es mayor garantía de ortodoxia científica que la creencia en él. Lo que está claro, tanto en la época de Galileo como en la nuestra, es que la crítica de un paradigma científico dominante está plagada de riesgos, independientemente de quién abogue por ella; y este hecho no les pasó desapercibido a los miembros de mi público académico ruso que vivían bajo un régimen totalitario.

      Haciendo un comentario sobre “la cuestión Galileo” (y ese otro suceso icónico tan mal representado, el debate que mantuvieron Samuel Wilberforce y T. H. Huxley en Oxford en 1960), el historiador de la ciencia Colin Russell llega a la conclusión de que:

       La creencia frecuente en que… las relaciones reales entre la religión y la ciencia durante los últimos siglos se han caracterizado por una profunda y persistente hostilidad… no es solo incorrecta desde el punto de vista histórico, sino que se trata de una caricatura tan grotesca que lo que cabría explicar es cómo pudo haber gozado del más mínimo grado de respetabilidad.7

      1. New Scientist, número 2578, 18 de noviembre de 2006.

      2. En aquel momento no lo sabía, pero, curiosamente, Bergson, que era judío, años más tarde derivó hacia conceptos ortodoxos sobre Dios y, en su testamento de 1937, confesó que se habría convertido al cristianismo de no haber sido por el creciente antisemitismo en Europa.

      3. Según el libro 100 Years of Nobel Prizes (“100 años de Premios Nobel”, 2005), de Baruch Aba Shalev, que consiste en una exposición sobre los Premios Nobel concedidos entre 1901 y 2000, el 65,4 % de los premiados habían dicho que el cristianismo, en sus diversas formas, era su opción religiosa (423 galardonados). En general, los cristianos han obtenido un total del 78,3 % de todos los Premios Nobel de la Paz, el 72,5 % de los de Química, el 65,3 % de Física, el 62 % de Medicina, el 54 % de Economía y el 49,5 % de Literatura.

      4. Sean Carroll, The Big Picture, pp. 3-5 (El gran cuadro: Los orígenes de la vida, su sentido y el universo entero, Pasado & Presente, 2017).

      5. Citado en goo.gl/uPDpNC (consultada el 1 de agosto de 2018).

      6. C. S. Lewis, Miracles, p. 140 (Los milagros, Ediciones Encuentro, 2017).

      7. C. A. Russell, “The Conflict Metaphor and Its Social Origin”, Science and Christian Belief, 1 (1989), pp. 3-26.

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