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significa pasarse a la burguesía”31.

      Los revisionistas contemporáneos insisten mucho sobre “el aniquilamiento de la huma­nidad” si llega a estallar la guerra nuclear. Si tal cosa ocurriera causaría terribles daños a los pueblos del mundo, pero no podría destruir la humanidad. La tesis acerca del “aniquila­miento de la humanidad” no pasa de ser un mito anticientífico, totalmente contrario al marxismo-leninismo. La sociedad humana se desarrolla según leyes objetivas. No depende del deseo subjetivo del hombre. Según la ley de desarrollo de la sociedad humana el capita­lismo debe ceder el paso al socialismo. Las armas nucleares no pueden cambiarlo.

      Hace alrededor de 80 años, en el prólogo del libro de Segismund Borkheim, en 1887, des­pués de haber aludido a las ruinas y a los ho­rrores de la futura guerra mundial, Engels escribió lo siguiente sobre su resultado: “El único resultado absolutamente seguro: el agotamiento general y la creación de las condiciones necesarias para el triunfo final de la clase obrera”. En ese mismo prólogo, Engels dijo directamente a los politiqueros burgueses: “La guerra puede momentáneamente recha­zarnos hacia atrás y ocupar muchas posiciones que hemos conquistado. Pero si ustedes lanza­ran fuerzas que después no podrían dominar, cueste lo que cueste, al final del drama, no se­rían ustedes más que un montón de ruinas, y la victoria del proletariado sería inevitable”.

      Más que nadie los comunistas sufren ante las penas y la desolación sembradas entre el pueblo trabajador por la guerra imperialista: los comunistas desean la paz para que dismi­nuyan esos sufrimientos y angustias. Pero aquí no se trata de los deseos subjetivos de nadie, sino de las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad. La pena y la desolación no se origi­nan en nosotros sino en el capitalismo. Frente a esta situación, no le aconsejamos al pueblo cruzarse de brazos esperando la muerte o men­digando la paz apelando a la buena voluntad de los imperialistas, sino que le decimos que se levante llevando a cabo la lucha revolucio­naria y, llegado el caso, y cuando se reúnan las condiciones necesarias, la guerra revolu­cionaria anticapitalista para salvarse. Es na­tural que en la lucha revolucionaria en gene­ral y la guerra revolucionaria en particular, la desolación y las angustias son inevitables, pe­ro es solamente a costa de tales sacrificios que el pueblo logrará destruir el capitalismo y quedará libre para siempre del estado de rui­na y duelo causado por los imperialistas. Se lo decimos sinceramente al pueblo y no trata­mos de engañar a las masas populares como lo están haciendo los revisionistas.

      Estamos por la defensa de la paz mundial

      El pueblo vietnamita es un pueblo muy amante de la paz. Desde hace un siglo sufre la agresión y opresión del imperialismo y nun­ca desató guerra agresora contra otro pueblo. Bajo la dominación francesa, nuestro pueblo vivió durante muchos años en “la paz”, pero era la “paz” colonialista, la paz instituida por el Tratado de Patenôtre; en esa “paz”, los imperialistas montaban sobre el cuello de nuestro pueblo asfixiándolo mientras éste se veía obligado a servir a los imperialistas como si fuera una bestia de carga; en esa “paz” los colonialistas mataban salvaje y libremente a los vietnamitas inermes. Bajo la dominación francesa nuestro pueblo fue arrojado varias veces a la guerra. En la primera guerra mun­dial, fueron llevados a Francia 100.000 vietna­mitas para participar en el conflicto con los alemanes: 51.000 como carne de cañón y 49.000 en las fábricas de armamentos. Los im­perialistas franceses sustraían de nuestro pueblo enormes sumas y muchas riquezas para abastecer la guerra contra Alemania. En la segunda guerra mundial, centenares de mi­les de vietnamitas más fueron llevados a Fran­cia como carne de cañón, e innumerables riquezas vietnamitas fueron movilizadas en la segunda guerra contra Alemania. Además, en este período, nuestro pueblo sufrió muchos daños causados por la guerra entre Francia y Tailandia, entre Francia y Japón, entre Ja­pón y los EEUU.

      Bajo la dominación francesa, hemos cono­cido “la paz”, pero le sirvió solamente a los imperialistas y resultó ser muy dañosa para nuestro pueblo. Fue una “paz” colonial. No fue la nuestra. Solamente cuando triunfó la Re­volución de Agosto, reconquistamos la sobera­nía nacional y hubiéramos conseguido nuestra paz.

      Con nuestra Resistencia por la salvación de la Patria hemos ofrecido grandes aportes a la salvaguardia de la paz mundial. En esa Re­sistencia realizamos activamente el plantea­miento leninista del “desarme”, es decir, de­sarmar a los imperialistas para armar al pue­blo. Y así hemos conquistado la victoria.

      La guerra revolucionaria es la locomotora de la historia. Maldecirla bajo el antifaz de “la paz” como lo están haciendo actualmente los revisionistas contemporáneos no demues­tra más que su completa traición a la revolu­ción.

      Gracias a la heroica y larga guerra revolu­cionaria vencimos al imperialismo francés junto con los intervencionistas norteamerica­nos y restablecimos la paz en nuestro país. La paz restablecida en nuestro país después de la batalla de Dien Bien Phu y de los acuerdos de Ginebra, es una paz democrática, en la cual fueron reconocidas por los organismos inter­nacionales la soberanía nacional, la unidad, la integridad territorial y las libertades demo­cráticas del pueblo. Pero los imperialistas norteamericanos y sus lacayos han desatado “la guerra especial” en el sur de Vietnam. Nuestros compatriotas del Sur debieron, una vez más, oponer la guerra revolucionaria a la guerra contrarrevolucionaria, la guerra justa a la injusta de los imperialistas norteamerica­nos y sus lacayos. La guerra de liberación del pueblo sudvietnamita tiene actualmente como objetivo el establecimiento en el Sur de una paz democrática en que será garantizada la soberanía nacional, realizados los derechos de libertad democrática y nuestro pueblo logrará la reunificación del país sobre la base de la independencia y la democracia.

      Después de su fundación (1945) la Repúbli­ca de Vietnam vivió muchos años sitiada por el imperialismo; sólo cuando triunfó la Revolu­ción China y nació la República Popular Chi­na, nuestro país logró salir poco a poco de esa situación. Después de su nacimiento la Re­pública Democrática de Vietnam fue conse­cutivamente atacada por el imperialismo: so­lamente con la derrota en su agresión a nues­tro país los imperialistas se vieron obligados a reconocer la existencia de la República De­mocrática de Vietnam. A pesar de que nuestro país siempre preconiza la coexistencia pacífica con los países con distintos regímenes,

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