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Alimentación energética. Roger Lindegren
Читать онлайн.Название Alimentación energética
Год выпуска 0
isbn 9788499109046
Автор произведения Roger Lindegren
Жанр Сделай Сам
Серия Nutrición
Издательство Bookwire
Ahora, cuando Sara comience a correr sin prisas, sus células musculares seguirán alimentándose principalmente de grasa, en parte grasa almacenada en las mismas células musculares y, en parte, la de los lípidos sanguíneos. Además, no es la primera vez que Sara corre. Sara ha realizado este recorrido dos o tres veces por semana durante los últimos dos años. El aumento de la necesidad de energía en los músculos ha hecho que cada vez que ella corre se envíen, a través de un complicado sistema, señales de que la preparación en el procesamiento de la grasa debe aumentar. Ha sido un proceso lento, pero que ha tenido lugar con toda seguridad. A diferencia de cuando empezó a entrenar, hoy, después de muchos meses de entrenamiento continuo, la grasa representa la mayor parte de consumo de energía.
Después de unos quince minutos, Sara empieza a correr más deprisa y a sentir que el calor corporal y el ritmo de su respiración aumentan. Tras haber alcanzado un nivel de consumo energético cuatro veces mayor que en reposo, su cuerpo comienza a consumir cinco y seis veces ese nivel. El procesamiento de la grasa está ya al máximo y la muy necesaria energía extra debe obtenerse, entonces, de la glucosa. Para poder compensar el aumento de consumo de energía en forma de glucosa, el hígado entra en escena y, con cuidado y en cantidades adecuadas, va liberando glucosa para poder mantener el nivel de ayuno. Por cada pequeño aumento de velocidad, se incrementará la parte de glucosa como suministro de energía a los músculos.
La sangre, que transporta la grasa y la cantidad en aumento de glucosa a las células musculares, deberá, asimismo, proporcionar a las células el oxígeno procedente de los pulmones. Al aumentar el esfuerzo, se produce mayor necesidad de oxígeno en las células musculares. La concentración de oxígeno en la sangre no puede incrementarse durante el corto período de tiempo que corre Sara, sino que es el fluido sanguíneo el que debe crecer, lo que significa una intensificación del pulso. Pero ella no puede correr tan rápido como quiera. Esto depende, entre otras cosas, de que los pulmones, el corazón y la sangre solo pueden recibir y transportar una cantidad máxima de oxígeno a las células musculares. Mediante el ejercicio físico, Sara puede influir en su capacidad máxima de consumo de oxígeno, que hasta cierto punto está vinculada a una serie de factores, entre ellos su historial de entrenamiento.
Cuando Sara aumenta el paso, aumenta su frecuencia respiratoria y su pulso. Por ello, aumenta también su capacidad de consumo de oxígeno, que gradualmente se acerca a su máximo. Situación que llevará, en algún momento, a la elección de qué fuente de energía utilizará su cuerpo, algo que depende de cuan cerca de su capacidad máxima de consumo de oxígeno se encuentre Sara. Cuando, después de calentar, comenzó a correr a paso lento, se encontraba quizá alrededor del 50% de su capacidad máxima de consumo de oxígeno. En este nivel, los músculos pueden recibir la mayor parte de la energía que necesitan de la grasa y la glucosa que la sangre les proporciona. En este tipo de esfuerzo físico, las fuentes de energía se encuentran fuera de las células musculares: en gran parte, es la energía del almacenamiento de glucosa del hígado y la de las células grasas lo que se utiliza.
Cuando Sara aumenta el ritmo y alcanza el 75% del consumo máximo de oxígeno, la degradación de la grasa y la entrega de glucosa del hígado se hacen insuficientes para cubrir la necesidad de energía. Las células musculares van haciendo uso gradual de su propio almacenamiento de energía. Es ahí cuando la célula muscular pasa a una etapa crítica, porque su almacenamiento de energía es limitado, a diferencia del almacenamiento de las células grasas, que es ilimitado. En esta fase de trabajo, comienza una cuenta atrás. Cuando se llegue a un nivel mínimo, la energía interna del músculo será cero y, entonces, comenzará una etapa crítica en la capacidad de rendimiento.
Si Sara continúa aumentando el ritmo y el consumo de oxígeno alcanza el 80 o 85%, aumentará también la parte de energía que se extrae directamente del músculo. En este nivel de trabajo, la proteína comienza a tener un papel como fuente de energía. La proteína es especialmente abundante en los tejidos musculares. El entrenamiento tiene como una de sus metas construir tejidos musculares; por ello, el aumento de trabajo se convierte en una espada de doble filo.
En este elevado nivel de trabajo, la sangre ya no puede suministrar la energía que el músculo necesita y, por ello, este comienza, en mayor medida, a utilizar la energía de su propio almacén. En estas condiciones, la sangre tampoco puede ceder el oxígeno necesario a las células musculares para que la combustión de la energía sea completa. A medida que el trabajo aumenta, se incrementa el consumo de oxígeno, pero no al mismo ritmo que la necesidad de energía.
En circunstancias más moderadas, como la del 50% del máximo de consumo de oxígeno, el procesamiento de energía puede continuar con la participación del oxígeno. Con la presencia y participación del oxígeno, se obtiene una gran ganancia de energía a partir de la glucosa. Pero cuando la sangre no puede transferir suficiente oxígeno a procesos que así lo exijan, estos se detienen. El producto material de esta ganancia de energía es el ácido láctico.
Cuando Sara, en un tramo cuesta arriba, aprovecha para aumentar el esfuerzo, nota un incremento del pulso y cómo la respiración se intensifica dramáticamente. Si, a pesar de esto, mantiene este ritmo tan exigente, notará que algo sucede en los músculos que desarrollan mayor esfuerzo para realizar su trabajo. La explicación de lo que ella experimenta es que en sus piernas comienza a producirse ácido láctico. El ácido láctico tiene un efecto negativo en el músculo que lo produce; por ello, la sangre tiene ahora una nueva tarea: transportar el ácido láctico al exterior del músculo. Mientras la producción de ácido láctico no sobrepase la cantidad que la sangre es capaz de transportar, Sara apenas notará molestias. Pero cuando el nivel de trabajo aumenta a tal grado que también la concentración de ácido láctico en el músculo sube en exceso, el sistema nervioso empieza a recibir señales de que el agotamiento está cerca. Continuar a este ritmo exige un tremendo esfuerzo de voluntad por su parte.
Después de algunos segundos, Sara llega al final de la cuesta y disminuye el ritmo, concediéndole al cuerpo la posibilidad de hacerse cargo del ácido láctico que se había producido en el músculo. En estas circunstancias, lo que sucede es que, tras haber transportado la sangre una proporción de este ácido fuera del músculo, el hígado utiliza la energía del ácido láctico no liberado. Este ácido es un producto de la degradación de la glucosa que aún no se ha unido al oxígeno y, por tanto, no se ha transformado en las grandes cantidades de energía latente en la glucosa. La energía del ácido láctico puede ser aprovechada por el hígado de diferentes formas. Una de ellas es devolver la energía que se ha ganado durante la transformación de la glucosa en ácido láctico acumulado en el músculo y volver a crear energía en forma de glucosa, que después será secretada nuevamente por el hígado y de ahí transportada al músculo. De esta forma, el músculo es aliviado de la carga del ácido láctico, a la vez que esta carga se reparte de forma más equilibrada en el cuerpo. Las fases mediante las que el hígado transforma el ácido láctico para volver a crear glucosa no requieren la participación del oxígeno, pero sí de energía. Se precisa más energía para volver a convertir el ácido láctico en glucosa que la que el músculo exigió un minuto antes para transformar la glucosa en ácido láctico. En resumen, este no es un negocio lucrativo, pero sí una estrategia brillante que, cuando aparece la necesidad de aliviar el músculo durante esfuerzos máximos, promueve que otras partes del cuerpo cooperen.
Transcurridos algunos minutos a ritmo tranquilo, la transferencia de ácido láctico se interrumpe y los niveles de este en el músculo vuelven a permitir que la sangre y el hígado sean capaces de hacerse cargo de nuevo, si este proceso se volviese a generar. Cuándo y cómo se haya conseguido este equilibrio es algo que, por supuesto, influirá en el rendimiento de Sara. ¿Con qué rapidez puede correr sin que el ácido láctico comience a acumularse en sus músculos? Encontrar este nivel y adecuar su ritmo a él es una estrategia fundamental para su entrenamiento.
Después de meses de ejercitación y duras carreras, Sara nota que puede mantener un ritmo más intenso sin cansarse. Su