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tenido la ventaja de escuchar a miles de líderes y miembros de iglesias cada semana. No pretendemos tener todas las respuestas, pero al hacer muchas preguntas, hemos obtenido mucha buena información.

      Si al comenzar pudiera ofrecer algunos consejos sencillos, serían estos: emociónate y anímate. No dejes que lo desconocido se convierta en una fuente de temor. No estás entrando solo a esta nueva era. Dios no solo está contigo; Él ya entró antes que tú.

      De hecho, al recorrer juntos este libro, espero que encuentres motivos para el optimismo y el aliento. Mi actitud esperanzadora se fundamenta en dos realidades. En primer lugar, nada de esto —la pandemia, la cuarentena, el período poscuarentena— sorprendió a Dios. Él tiene un plan listo y esperando a Su iglesia.

      En segundo lugar, ya estamos viendo que las iglesias se adaptan y se ajustan a esta etapa de cambio de maneras diferentes a cualquier otra que haya visto en mi vida. He escuchado temas similares de parte de pastores, del personal de iglesias, de otros líderes de iglesias y de miembros de iglesias. No están entrando a la era poscuarentena con una mentalidad rutinaria. La pandemia fue un llamado de atención como ningún otro. La era poscuarentena es una oportunidad para realizar los cambios positivos y necesarios para que nuestras iglesias avancen.

      Prepárate para comenzar la travesía. Desde mi punto de vista, la iglesia está entrando en los días más asombrosos y emocionantes que ha visto en décadas, tal vez incluso en siglos. Aunque el camino no siempre será fácil, podemos esperar días futuros de grandes oportunidades.

      Es hora de que entremos a esta nueva tierra de posibilidades con esperanza, promesa y entusiasmo.

      Comencemos descubriendo nuevas oportunidades para la iglesia reunida presencialmente.

      PRIMER DESAFÍO

      REÚNETE DE MANERA DIFERENTE Y MEJOR

      ¿Recuerdas ese juego sencillo que jugábamos con nuestras manos en la escuela dominical cuando éramos niños?

      «Aquí está la iglesia. Aquí el campanario. Abre las puertas y ve a toda la gente».

      Cuando abrías las manos, si entrelazabas los dedos hacia adentro, estos representaban a todas las personas dentro de la iglesia. Es un ejercicio divertido para enseñarlo a tus hijos o nietos.

      Sin embargo, con el paso de los años este pequeño ejemplo se hizo menos popular. Con precisión teológica y bíblica, la gente señaló que el edificio de la iglesia no es la iglesia. De hecho, algunas personas insistieron en que dejáramos de usar la frase «ir a la iglesia». Ellos sostenían firmemente que las personas son la iglesia; ellos no van a la iglesia. Como gente menos optimista, estos parecían preferir la otra versión del juego: «aquí está la iglesia, aquí está el campanario», en el que entrelazas los dedos hacia la parte exterior de tus manos y cuando las abres, «¿Dónde está toda la gente?».

      Suspiro.

      Está bien, lo entiendo. La iglesia no es el edificio, y el edificio no es la iglesia, pero las instalaciones de la iglesia son el lugar donde la iglesia se reúne. Las instalaciones de la iglesia pueden ser un edificio de iglesia tradicional. Puede ser una casa. Puede ser una arboleda. De todas formas, es un lugar donde la iglesia se reúne.

      El escritor de Hebreos desea que los miembros de la iglesia se animen y se motiven unos a otros. En su carta, él es explícito respecto a este deseo y esperanza: «Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones».1 Entonces, ¿cómo hacemos esto? Observa el versículo siguiente: «Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca».2

      ¿Entendieron eso? Como creyentes y compañeros, siempre que nos reunimos nos animamos unos a otros. La iglesia reunida es importante. De hecho, durante la pandemia, extrañamos sobremanera a la iglesia presencial, reunida.

      No obstante, la cuarentena también nos dio la oportunidad de reflexionar. A medida que los líderes de iglesias planeaban el retorno a la iglesia reunida, comenzaron a plantearse importantes interrogantes: ¿Estamos administrando de manera óptima las instalaciones de nuestra iglesia? ¿Qué podemos hacer diferente? ¿Qué podemos hacer mejor?

      Muchos líderes de iglesias están viendo la era poscuarentena como un buen momento para hacerse estas preguntas. Y muchos están optando por hacer las cosas de manera diferente.

      Volver a la Iglesia simple

      Cuando Eric Geiger y yo escribimos Iglesia simple hace muchos años, desarrollamos la tesis de que las iglesias necesitan un plan bien definido de discipulado. Basado en la investigación de Eric, descubrimos que muchas iglesias ya habían desarrollado dicho plan, y comunicaban su proceso de discipulado mediante una declaración de visión.

      Sin embargo, no estábamos plenamente preparados para las respuestas que recibimos a Iglesia simple, sobre todo en un área. Una de las claves para ser una iglesia simple, planteamos, era enfocarse en aquellas áreas que eran esenciales para la misión de la iglesia y, de ser posible, eliminar todo lo demás.

      Esas dos palabras, enfocar y eliminar, se convirtieron en gritos de combate para muchos líderes de iglesias. Algunos obraron con sabiduría, eliminando el trabajo improductivo no esencial, sin crear demasiada controversia. Algunos líderes no fueron tan sabios. Al igual que el proverbial elefante en la tienda de porcelana, crearon más división que eficiencia.

      Aun así, la esencia del problema era fundamental. Nuestras iglesias se habían enfrascado en intentar hacer demasiadas cosas que no eran esenciales para la misión central de la congregación.

      Las instalaciones de la iglesia se convirtieron en el foco de la iglesia ocupada. A menudo mediamos la salud de una congregación por la cantidad de veces que las personas acudían a las instalaciones para servicios de adoración, grupos, ministerios, programas y eventos. Supusimos que un edificio lleno era señal de vitalidad y salud.

      Las consecuencias no planificadas de tener una agenda colmada de actividades en la iglesia fueron muchas. Por ejemplo, algunos miembros de iglesias estaban tan ocupados «yendo a la iglesia» que no podían hacer misión en su comunidad. Los miembros más activos a menudo eran los menos evangelizadores, ya que pasaban mucho tiempo dentro del edificio en lugar de estar afuera, en la comunidad.

      Las familias a menudo padecían también. Los padres tenían menos horas para pasar tiempo en familia, debido al flujo constante de actividades en la iglesia. Aunque en realidad la iglesia local no fue la única culpable que contribuyó a la familia atiborrada, para muchos constituyó un factor importante.

      Las iglesias también tuvieron desafíos para reclutar voluntarios. Demasiada gente estaba demasiado ocupada. No tenían tiempo libre que ofrecer.

      Ahora ante nosotros tenemos una nueva oportunidad. Hemos visto que la iglesia puede sobrevivir, incluso prosperar, sin el uso diario de sus instalaciones. Y aunque ciertamente abogamos por la importancia de reunirse presencialmente, también vemos la oportunidad en la era poscuarentena de usar nuestras instalaciones para propósitos mayores y más eficientes.

      Este breve capítulo no constituye de manera alguna un compendio exhaustivo de formas de reunirnos mejor y más eficientemente en nuestras instalaciones. Sin embargo, espero que esta presentación estimule tu creatividad.

      Cuando la comunidad se reúne en nuestras instalaciones

      Mi equipo y yo estábamos haciendo una consulta para una iglesia que, durante casi una década, había estado experimentando un declive sutil pero notable. Ellos deseaban que los ojos de afuera miraran a su congregación. Se encontraban en una comunidad con un buen crecimiento demográfico. Tenían muy buenas instalaciones. Tenían solidez financiera. Y no habían presentado conflictos ni controversias relevantes en la iglesia.

      ¿Qué podría estar mal?

      Como solemos

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