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el principio de la carga individualizada se busca que los estímulos de entrenamiento se correspondan con la capacidad de carga psicofísica, con la tolerancia individual y con las necesidades de cada deportista. Un estímulo de entrenamiento objetivamente igual puede suponer una exigencia escasa para un deportista y excesiva para otro (cf. fig. 52). Un método de entrenamiento resulta idóneo para uno, mientras que para otro supone una carga adicional.

      Este principio toma en consideración asimismo la tipología muscular del deportista para el entrenamiento: las cargas de éste se adaptan y modifican en función de que la configuración muscular favorezca el esprint, el trabajo de resistencia o el de tipo mixto (cf. Tihany/Apor/Fekete, 1983, 49; Binz, 1984, 33/34; Szögy y cols., 1985, 18; Norpoth, 1988, 11; Weinek, 1992, 31/32; Charitonova, 1993, 7).

      El principio de la carga creciente (progresiva) se deduce de la relación proporcional entre la carga, la adaptación y el aumento del rendimiento (v. pág. 73). Según este principio, las exigencias planteadas al deportista tienen que aumentar de forma sistemática dependiendo de la preparación física, coordinativa, técnica, táctica, intelectual y de la fuerza de voluntad (cf. Thiess/Schnabel/Baumann, 1980, 34). Si las cargas de entrenamiento se mantienen constantes durante un período de tiempo prolongado, terminan perdiendo su eficacia para aumentar el rendimiento (se inclumple el principio del estímulo eficaz para el entrenamiento). Por tanto, las cargas constantes contribuyen sólo a mantener la capacidad de rendimiento, no a mejorarla. El aumento de la carga tiene que darse en los momentos correspondientes, teniendo en cuenta la edad cronológica (la edad en relación con la fecha de nacimiento), la edad biológica (edad según el grado en que se manifiesten los rasgos biológicos específicos de la edad), la edad de entrenamiento (período desde el inicio de un entrenamiento regular) y el nivel de la capacidad de rendimiento deportivo (cf. colectivo de autores, 1982, 61).

       Figura 5. Principios generales de la carga del entrenamiento deportivo (modificado de Grosser y cols., 1986, 34).

      Posibilidades de incremento de la carga

       Aumento del volumen o la intensidad de la carga

      Al mejorar la capacidad de rendimiento deportivo, las exigencias de carga tienen que plantearse con mayor amplitud e intensidad. El incremento del volumen suele preceder al de la intensidad (sobre todo en el ámbito juvenil).

       Aumento de las exigencias planteadas a la coordinación motora

      La capacidad de rendimiento coordinativo, general o específica, sólo se mejora añadiendo constantemente elementos de ejercicio difíciles, combinaciones de ejercicios más complicadas y mejorando la concentración en la preparación técnica y táctica de la modalidad.

       Aumento del número o del nivel de exigencia de las competiciones

      Las competiciones son la forma más específica de la carga, y sirven para agotar los potenciales funcionales (ámbito de la condición física) y para poner en práctica las destrezas y técnicas motoras adquiridas en el entrenamiento (ámbito de la coordinación). Un incremento adecuado de la competición mejora el estado de entrenamiento debido al desgaste total y complejo de las reservas de rendimiento psicofísicas (v. pág. 64).

      Tipos de incremento de la carga

      La manera correcta de incrementar la carga, en función de la edad de entrenamiento, el nivel de rendimiento, el tipo de desarrollo del rendimiento, etc., es un factor decisivo para la organización eficaz del entrenamiento. Distinguimos entre incremento de la carga progresivo, discontinuo y variado.

      El incremento progresivo de la carga se aplica sobre todo en el ámbito juvenil. Los procesos de crecimiento implican la posibilidad de daños específicos si se produce un incremento forzado de la carga (v. pág. 339); por tanto, los estímulos de carga en las edades infantil y juvenil deberían aumentar de forma estrictamente progresiva y acorde con la edad. No obstante, también en el deporte de elite interesa un incremento de la carga progresivo, mientras las reservas de rendimiento se puedan agotar de esta manera. Como sucesión metodológica se recomienda empezar por un aumento de la frecuencia de entrenamiento (desde una o dos sesiones semanales hasta el entrenamiento diario) y seguir con un aumento del volumen y finalmente de la intensidad del entrenamiento (cf. Ehlenz/Grosser/Zimmermann, 1983, 123).

       Incremento discontinuo de la carga

      Si en el transcurso de un proceso de entrenamiento a largo plazo con incremento continuo de la carga se llega a una evolución insatisfactoria del rendimiento o incluso a la aparición de fenómenos de estagnación (v. pág. 531), recomendamos aplicar un incremento discontinuo de la carga. Dicho incremento necesita una buena base de rendimiento ya existente. El incremento discontinuo de la carga –ya sea por un aumento súbito del volumen o de la intensidad del entrenamiento– produce, incluso en deportistas entrenados, una nueva alteración de la homeostasis (v. pág. 73) que modifica el equilibrio psicofísico del deportista y obliga al organismo a poner en marcha procesos de adaptación.

      Importante: después de estos “saltos de la carga”, el organismo necesita siempre un tiempo determinado para adaptarse al nuevo nivel de carga y estabilizarlo. Los síntomas asociados a este incremento de la carga pueden ser: inestabilidad del rendimiento, mayor predisposición a lesionarse y desajustes del equilibrio psíquico. La distancia temporal entre los sucesivos saltos de la carga tiene que establecerse de forma individual (cf. Colectivo de Autores, 1982, 62; Ehlenz/Grosser/Zimmermann, 1983, 124).

      El principio de la sucesión correcta de las cargas interesa sobre todo en las sesiones de entrenamiento donde se trabajan varios componentes del rendimiento:

      •Al principio de una sesión de entrenamiento se plantean ejercicios cuya eficacia exige un estado de reposo psicofísico y a continuación unas pausas de recuperación completa, como, por ejemplo, ejercicios de coordinación, velocidad, fuerza rápida o fuerza máxima. Aquí los ejercicios de coordinación y de velocidad se deben anteponer a los de fuerza.

      •Vienen después ejercicios cuya eficacia se basa en una configuración incompleta de las pausas, como, por ejemplo, los de resistencia de la velocidad y de la fuerza.

      •Para terminar se plantean ejercicios que sirven para trabajar la resistencia.

      En un cierto nivel de rendimiento, el incremento variado de la carga es un requisito imprescindible para la posterior mejora del rendimiento. Como ocurría en el caso del incremento discontinuo de la carga, se intenta aquí provocar, mediante modalidades de carga desacostumbradas, nuevas alteraciones de la homeostasis, con los consiguientes procesos de adaptación en el organismo del deportista. La carga variada (que se puede configurar mediante cambio de la velocidad en la realización motora, mediante cargas suplementarias específicas, cambio de la distribución de la carga y las pausas, cambio de los métodos de entrenamiento, etc.) debería aplicarse sobre todo cuando el incremento continuo de la carga no produce ya mejoras de rendimiento, o cuando queremos mantener o garantizar la forma deportiva en un nivel alto, bien durante un período de tiempo prolongado bien con varios puntos máximos a lo largo de la temporada.

      El principio de la alteración de la carga interesa sobre todo en modalidades complejas, en las cuales cuentan varios factores físicos del rendimiento (p. ej., en decatlón). Para desarrollar de forma óptima y con la máxima economía las diferentes capacidades motoras relevantes para el rendimiento, necesitamos conocer en profundidad el heterocronismo de la recuperación después de la carga (v. Volkov, 1976, 462; Martin, 1977, 60; Keul, 1978, 236). Con este concepto damos a entender que las diferentes formas

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