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duración.

      En las unidades de entrenamiento que tienen como punto central la resistencia o la fuerza-potencia, deberá contarse con distintas respuestas y grados de cansancio en los diferentes jugadores. Especialmente en el fútbol de alta competición con varias unidades de entrenamiento diarias, debería tratarse siempre que sea posible de individualizar al máximo el entrenamiento en la 2a y 3a unidad, para evitar el cansancio excesivo de los jugadores.

      Resumiendo: En el entrenamiento de resistencia (igual que en el de velocidad), es importante diferenciar los «esprínters» de los «tipos resistentes» para poder efectuar un entrenamiento individualizado efectivo para todos.

      Según Szogy et al. (1985, pág. 18), en un equipo de fútbol deberían organizarse de 3 a 4 grupos, y que cada uno de ellos diese más importancia a una u otra de las capacidades específicas de los futbolistas. De esta forma podría evitarse una inffautilización o una mala utilización de las capacidades de los jugadores y optimizar la eficacia del entrenamiento. En la elección de la intensidad correcta o de la capacidad individual de recuperación debería tenerse en cuenta la opinión del jugador. Él es el que mejor puede juzgar a qué ritmo aprovecha al máximo su capacidad aeróbica o qué intérvalo de pausas debe efectuar en los esprints (ver p. 323, vol. II) para mejorar la resistencia en los mismos (ver Tihanyi/Apor/Fekete, 1983, pág. 49; Binz, 1984, pág. 33; Szogy et al., 1985, pág. 18; Gerisch/Rütemóller/Weber, 1988, pág. 64; Norpoth, 1988, pág. 11; Rütemóller/Hake, 1990, pág. 33).

       Almacén celular de energía y capacidad de resistencia

      El proceso de adaptación bioquímico desencadenado a nivel muscular durante el entrenamiento evoluciona de la siguiente forma (ver Jakowlew, 1976, p. 66):

      –Aumento de concentración de las fuentes de energía.

      –Incremento de la actividad enzimática.

      –Activación de los mecanismos reguladores hormonales.

      En un entrenamiento deportivo, el músculo utiliza energía que obtiene quemando sustratos ricos en energía. Estos portadores de energía pueden encontrarse ya almacenados en las células musculares en forma de glucógeno (forma de almacenamiento de azúcar) o de gotas de triglicéridos (forma de almacenamiento de las grasas) o bien serán transportados por la sangre a los músculos que estén trabajando.

      El glucógeno tiene una doble importancia en el organismo. Por un lado, el cerebro necesita constantemente glucosa -una bajada de glucosa en la sangre provoca deficiencias de concentración y de coordinación y para el futbolista es una causa de posibles errores técnico-tácticos- y, por otro lado, en situaciones de falta de oxígeno -típicas en entrenamientos intensivossólo puede quemarse glucosa pero no grasas. Para el futbolista, por lo tanto, tener altas reservas de glucógeno (en la sangre y en el hígado) es una garantía para poder jugar durante todo el tiempo a un ritmo fuerte y sin perder la concentración ni la atención (ver Newsholme, 1987, pág. 185; Keul et al., 1988, pág. 3). Al efectuar un esfuerzo de resistencia y dependiendo de la duración y de la intensidad, se utilizarán más o menos estos depósitos de energía.

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      La ilustración 9 muestra cómo en un partido el contenido de glucosa va disminuyendo constantemente en la musculatura que se está trabajando. En una competición o en un entrenamiento, debido a que se compaginan esfuerzos extensivos e intensivos se produce una bajada de glucógeno parecida o todavía más acentuada, lo que produce una pérdida de rendimiento.

      Karlsson (1969), Agnevik (1970) y Jacobs et al. (1982) comprobaron que al final de un partido de fútbol se había utilizado completamente las reservas de glucógeno de los músculos, tanto en las fibras ST como en las FT, lo que indica las diferentes actividades de la musculatura (carreras lentas y rápidas).

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      Si se efectúan entrenamientos de forma regular -y presuponiendo una alimentación equilibrada (ver p. 41)- la repetida utilización y rellenado de las reservas de energía mediante la llamada supercompensación (ver p. 46) produce un aumento de los depósitos de energía: el nivel de entrada puede conducir en última instancia a un aumento de glucógeno en el músculo de más del 100 %. En las personas no entrenadas las cantidades de glucógeno en la musculatura oscilan entre los 200-300 g y entre 60-100 en el hígado; en las personas entrenadas por el contrario estas cantidades aumentan hasta el doble (ver Saltin; 1973, pág. 127; Israel/Weber; 1972, pág. 55; Currie et al., 1981, pág. 271; Jacobs et al. 1982, pág. 297; Israel 1988, pág. 86; McKenna et al., 1988, pág. 91).

      Aparte de los depósitos de glucógeno, también aumentarán hasta tres veces los depósitos de grasas intracelulares (ver Schón, 1978, pág. 78).

      La glucosa y los ácidos grasos contribuyen de forma diferente en la preparación de la energía, dependiendo de la intensidad, el volumen y el tipo de entrenamiento. En esfuerzos muy intensos se quemará azúcar exclusivamente, en esfuerzos medianos o bajos se quemarán más ácidos grasos. Cuanto mejor sea el estado de entrenamiento mejor podrán metabolizarse los ácidos grasos. De esta manera se mantendrán mejor las reservas de azúcar y el futbolista podrá continuar jugando en la segunda parte del partido a un ritmo fuerte.

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       Consecuencias de la falta de hidratos de carbono

      Si hay una carencia de hidratos de carbono o se produce un bajón en el azúcar de la sangre, no sólo disminuirá el rendimiento físico sino que también se verá afectado el sistema nervioso central, lo que repercutirá en un empeoramiento de la capacidad de reacción, de anticipación y de realización así como también en una menor velocidad de reacción seguido de una disminución de motivación y en problemas de control motor (ver Diebschlag, 1988, pág.7). La ilustración 10 muestra las diferentes reacciones de deportistas mejor y peor entrenados. Puede observarse que en los deportistas mejor entrenados el esfuerzo y el aumento de cansancio produce un menor empeoramiento del tiempo de reacción. El futbolista mejor entrenado reaccionará mejor en todas las situaciones del juego que el deportista con menor condición física.

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      En la ilustración 11 puede verse que la resistencia tanto en el esfuerzo como en el descanso o en la recuperación tiene una influencia sobre el tiempo de reacción. Cuanto mejor sea la capacidad de resistencia en cada uno de los deportistas, mejor será su capacidad de reacción en condiciones de esfuerzo, y más rápidamente estará en un estado óptimo de reacción de nuevo después del esfuerzo.

      Lindenmeyer (en Bula/Chmura, 1984, pág. 52) pudo demostrar que los deportistas entrenados en resistencia y gracias a su mejor capacidad de recuperación

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