Скачать книгу

valientes, sino también debido a victimarios irracionales.

      No hace falta mencionar que su persona ha dejado también una impronta más que significativa en el arte, en cada una de sus manifestaciones. Es imposible comprender su historia en Occidente si se desconocen las páginas, las enseñanzas y los relatos del Nuevo Testamento, especialmente los que encontramos en los evangelios. Pocas obras han marcado tanto la cultura a lo largo del tiempo como estos textos.

      Los cuatro evangelios que encontramos en el canon del Nuevo Testamento nos ofrecen los relatos de la vida fascinante de Jesús de Nazaret. Cada uno a su forma, con su estilo y con sus acentos, narra los momentos centrales de su paso por Palestina en el siglo I de nuestra era. Para los creyentes, ellos constituyen la cumbre de la comunicación y de la revelación de Dios a la humanidad: son palabra divina. En ellos encuentran valores, enseñanzas y criterios para la vida cotidiana. Su mensaje arroja luz para las grandes preguntas y para las cuestiones más importantes de la existencia humana como la vida, el amor, el sufrimiento y la muerte. Esa palabra, además, trasciende las coyunturas históricas porque, para los creyentes, es palabra de salvación eterna, más allá de este mundo visible.

      Sin embargo, no son sólo los creyentes quienes abren sus páginas. Lo hacen también los que aman la literatura y la estudian con pasión. Los evangelios, en este sentido, pueden considerarse también como una verdadera joya literaria. Especialmente en los últimos años se han multiplicado los estudios en este campo de los textos neotestamentarios. Ello ha significado un aporte importante para su comprensión.

      Lo hacen también los críticos o los escépticos que se confrontan intelectualmente, desde diversas disciplinas, con sus páginas. Entre ellos no rara vez se encuentran los que lo hacen para desacreditar o ridiculizar radicalmente su contenido. En este sentido, es famosa la durísima expresión del filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Habría que ponerse guantes antes de leer el Nuevo Testamento. El tener que acercarse a tanta basura lo hace aconsejable” (El Anticristo 46). Con esta frase lapidaria, el autor expresa su crítica radical al cristianismo, ya que éste, a su juicio, constituye un atentado contra la vida misma.

      Y como no podía ser de otra forma, no falta aquí la mirada especializada del historiador. También ellos abren las páginas de los evangelios. En este ámbito del conocimiento se encuentran creyentes y no creyentes. Ambos estudian los evangelios y otros textos del Nuevo Testamento desde una perspectiva estrictamente histórica y con métodos científicos propios.

      Quizás el lector se sorprenda al escuchar aquí que la investigación histórica sobre Jesús de Nazaret tiene ya en su haber un largo camino: podemos decir que nace a finales del siglo XVIII y llega hasta nuestros días. A lo largo de todo este tiempo, la investigación sobre el Jesús histórico se ha consolidado como una disciplina específica. Su contribución es y ha sido enorme. No es necesario aclarar que, como toda disciplina, también ésta se ha ido perfeccionando, corrigiendo y abriendo a nuevos instrumentos a lo largo del tiempo. No han faltado las conclusiones insuficientes, parciales o condicionadas gravemente por los presupuestos de sus autores. Se ha dicho que muchas veces el Jesús histórico presentado era muy “semejante” a la personalidad y a las sensibilidades de sus autores. Dicho con otras palabras: las conclusiones a las que se arribaba eran más bien fruto de lo que querían ver o de lo que le proyectaban sus autores y no el resultado de lo descubierto o alcanzado a partir del trabajo riguroso de la ciencia.

      A pesar de ello, podemos decir que la investigación histórica sobre Jesús de Nazaret es una disciplina que se ha ganado una merecida autoridad académica. No es obviamente una “ciencia exacta”, pero sí una parte del saber lo suficientemente madura como para poder hacer oír su voz. Es una rama de la ciencia que se corrige y perfecciona constantemente. La discusión y el diálogo constantes entre los expertos, la presencia crítica de la comunidad científica y el constante desarrollo de la disciplina hacen que puedan evitarse las unilateralidades, las parcialidades y los subjetivismos extremos. Podríamos decir también que es una disciplina que está bajo el “control” de los diversos expertos a nivel internacional. Nadie podría afirmar algo que carezca de base sin recibir inmediatamente la observación crítica por parte de la comunidad científica. A pesar de las diferencias que podemos encontrar entre los diversos autores, hoy contamos con consensos básicos o con importantes puntos en común sobre la vida histórica de Jesús, alcanzados como conclusión del trabajo científico. Se ha dicho con razón que, con excepción de unas pocas figuras, “Jesús es el judío posterior al Antiguo Testamento cuya vida y pensamiento conocemos mejor.” (Flusser 1975, 21).

      A diferencia de quien no se identifica con una confesión particular, el creyente podría preguntarse por la razón de esta aproximación. ¿Por qué hace falta una mirada científica y un análisis histórico sobre los relatos de los evangelios? ¿Acaso los evangelios no nos transmiten directamente la pura verdad histórica sobre la vida de Jesús? ¿No ocurrió todo tal y como está escrito en sus páginas? Un estudio de este tipo ¿no contradice u opaca la fe? En este punto es necesario evitar todas las respuestas insuficientes o parciales que aquí sólo ejemplificamos con las posturas extremas.

      Algunos autores han subrayado que los evangelios están escritos desde la fe en Jesús resucitado, muchos años después de su muerte, y que reflejan fundamentalmente lo que las comunidades cristianas posteriores han creído acerca de él. La conclusión a la que arriban es que, por tanto, los evangelios no contienen afirmaciones históricas sobre su vida y persona. Reflejan la fe en él de las comunidades, pero no su historia real. Remarcan, además, que lo narrado en los evangelios no es “desinteresado”: está al servicio de la misión o de la predicación, a las que algunos llaman “propaganda religiosa”. En síntesis: según esta postura, los evangelios presentan sólo al Cristo de la fe con lo cual se termina ocultando al verdadero Jesús histórico.

      Otras posturas, por el contrario, afirman y defienden que los evangelios transmiten la verdad exacta. Sostienen que sus autores no quieren engañar a nadie y que presentan los hechos tal y como ocurrieron en la historia real. Sin llegar a decirlo así o formularlo explícitamente, se piensa que debe tomarse e interpretarse todo al pie de la letra. Por ello atribuyen valor histórico prácticamente a todo lo narrado sin someterlo a un análisis científico. En síntesis: según esta visión, el Jesús histórico coincide exactamente con el Cristo de la fe que traen los evangelios. La historia narrada coincide con lo que realmente sucedió.

      ¿Qué podemos decir? En primer lugar, debemos afirmar que el estudio histórico de la persona de Jesús no se debe a una falta de fe, sino simplemente a la necesidad de la razón creyente. Para la fe cristiana, ya desde muy antiguo, la razón –entendida como un don de Dios– es fundamental para comprender lo que se cree. Creer no significa abdicar de ella. En este ámbito concreto del saber, es más que necesaria ya que para la fe cristiana Dios se manifiesta y revela precisamente en la historia de Jesús que, en cuanto figura de “carne y hueso”, es susceptible de ser estudiado con los instrumentos propios de la razón.

      En segundo lugar, debemos afirmar que los evangelios fueron escritos ciertamente varias décadas después de los hechos. Sus autores han sido creyentes y han escrito desde esa perspectiva de fe en Jesús resucitado que habían recibido, que vivían y celebraban en sus comunidades de origen. Hoy sabemos que los evangelistas no son meros cronistas de hechos “objetivos”, sino que son verdaderos autores y teólogos: han seleccionado, organizado y actualizado el material de las diversas tradiciones recibidas con una determinada mirada teológica, en una comunidad concreta de creyentes. Por ello, no podemos decir que presenten los “hechos brutos”, es decir, una crónica exacta de acontecimientos, sino que todo lo narrado está actualizado desde aquellas convicciones que los creyentes alcanzaron después de la pascua. Los evangelistas reflejan la intensa reflexión teológica que generó la persona de Jesús. Lo narrado, finalmente, está también orientado a la predicación, a la misión y a la instrucción. Ello ha implicado un necesario y comprensible proceso de adaptación, de interpretación y de actualización. No obstante, ello no significa que los evangelios no contengan elementos históricos que podamos individuar, analizar y estudiar y con los cuales podamos llegar a un núcleo histórico verosímil. Con la ayuda de métodos adecuados podemos esbozar una reconstrucción atendible de la figura histórica de Jesús de Nazaret y acercarnos al conocimiento de lo que hizo,

Скачать книгу