ТОП просматриваемых книг сайта:
Un amor sin ataduras. Lindsay Armstrong
Читать онлайн.Название Un amor sin ataduras
Год выпуска 0
isbn 9788413488943
Автор произведения Lindsay Armstrong
Жанр Языкознание
Серия Bianca
Издательство Bookwire
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1999 Lindsay Armstrong
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un amor sin ataduras, n.º 1094 - noviembre 2020
Título original: Having His Babies
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-894-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
QUÉ?
–Podríamos hacer un análisis de sangre, pero no creo que sea necesario. Por lo que veo aquí, no hay ninguna duda. ¡Felicidades, Clare! –exclamó Valerie Martin. Clare Montrose se quedó mirando a su ginecóloga, una mujer de unos cuarenta años cuya expresión de alegría se iba borrando al ver la cara de asombro de su paciente–. ¿No te lo esperabas?
–No. En absoluto –contestó Clare, tragando saliva–. ¿Cómo es posible? Tú sabes que estoy tomando la píldora y no he olvidado tomar ninguna.
–Sí, pero estás tomando la píldora con dosis más baja de estrógenos y ya te expliqué las circunstancias que podían interferir con su efectividad. ¿No lo recuerdas?
–Pero… yo no… ¡Oh, no! –murmuró–. No se me había ocurrido…
–Cuéntamelo –animó la doctora.
–Tuve un problema gástrico hace un par de meses. Náuseas, dolor de estómago y cosas así. Sólo me duró un par de días y… tenía tantas cosas en la cabeza en ese momento que… ¿Tú crees que puede haber sido eso? –preguntó, angustiada.
–Es posible –dijo Valerie–. No es muy corriente, pero si tuviste vómitos, es posible que la pastilla no te hiciera efecto o que simplemente la expulsaras. Ya veo que esto te ha pillado completamente por sorpresa.
–Había venido a verte porque se me retrasaba el período, pero ya sabes que me ha pasado muchas veces. Antes de tomar la píldora, claro –dijo Clare–. ¿De cuánto estoy embarazada?
–Yo diría que de unas seis u ocho semanas.
Clare sacó su agenda del bolso e hizo algunas operaciones matemáticas de memoria.
–Sí –dijo por fin–. Creo que tienes razón. Pero, ¿por qué no he tenido mareos o náuseas?
–No todas las mujeres las tienen y puede que tú seas una de las afortunadas. Pero empezarás a notar algunos cambios a partir de ahora, como falta de apetito, o mucho sueño…
–O que me apetezca comer pepinillos con crema, ¿no? –dijo Clare, hundiéndose en la silla–. ¿Cómo puede haberme pasado esto a mí?
–Clare, no quiero meterme en tu vida, pero… –empezó a decir Valerie. A ella misma la sorprendía la noticia porque conocía bien a la responsable e inteligente joven que había logrado convertir su bufete de abogados en uno de los más importantes de la pequeña ciudad costera de Lennox Head–. ¿El niño no es de Lachlan? –preguntó por fin. Clare la miró con sus ojos de color aguamarina y se puso colorada–. En esta ciudad no se puede guardar ningún secreto. Sobre todo, cuando se trata de algo referente a Lachlan Hewitt. Su familia se instaló aquí hace generaciones y son los dueños de gran parte de Alstonville, Ballina y Lennox Head. Además, no sabía que era un secreto.
–Y no lo es –dijo Clare–. Una vez finalizado su proceso de divorcio las cosas estaban claras, pero… bueno, tampoco queríamos decirlo a los cuatro vientos.
–Estas cosas siempre se acaban sabiendo. Además, es imposible que Lachlan y tú no llaméis la atención. Veo que esto no entraba dentro de tus planes.
–No –contestó Clare.
–Así es la vida. Pero no tengo que decirte que hay otras opciones.
–Oh, no –dijo Clare, sintiendo un escalofrío–. No podría hacerlo.
–Me alegro de oír eso, aunque es sólo una opinión particular. Tienes… –empezó a decir, mirando su informe– veintisiete años y ésa es muy buena edad para tener un hijo. ¿Sabes una cosa, Clare? Es posible que tener un hijo no estuviera en tus planes conscientes, pero podría haber estado en tu subconsciente…
La idea de que su reloj biológico se hubiera puesto a funcionar sin que ella se diera cuenta era increíble, pensaba Clare en su despacho.
A su alrededor, su título universitario, la moqueta azul zafiro, el escritorio de caoba del que estaba tan orgullosa y que había conseguido en una tienda de antigüedades, los cuadros enmarcados en las paredes de color gris. Toda su vida, pensaba dejándose caer sobre el sillón.
Le había dicho a su secretaria que no le pasara llamadas durante media hora y sabía que se estarían acumulando, como todos los días. El negocio iba bien y, aunque tenía un pasante y dos secretarias, lo que realmente necesitaba era contratar otro abogado para que la descargara de trabajo. Y, en aquel momento,