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El castillo de cristal I. Nina Rose
Читать онлайн.Название El castillo de cristal I
Год выпуска 0
isbn 9789561709249
Автор произведения Nina Rose
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
Una a una contó las monedas en la bolsa, descontando la deuda de Rylee de un enorme cuaderno.
—Muy bien, Rylee —sonrió—, ya has pagado casi exactamente la mitad de la deuda.
“¿Solo la mitad?”
—En unos años más estarás libre. Hasta entonces espero que sigas tan obediente como lo has sido hasta ahora trabajando para mí.
—Por supuesto, señor —replicó sardónica.
—Bien, puedes irte. Necesito que vayas al burdel; Tony contrajo gripe y no lo quiero alrededor de mis clientes.
Tony era el que preparaba los tragos. Era eunuco, igual que los otros tres hombres que trabajaban en el lugar.
—No derrames nada, hermosa —sonrió Ábbaro, mirándola descaradamente.
—Es un tarado —bufó Ánuk.
—Eso está más que claro. Lamentablemente, tengo que hacer lo que quiere.
Cuando llegaron, Ruby salió a recibirlas. Con un sencillo vestido, el cabello rubio suelto y un par de aretes de diamante, la ahora administradora del burdel era una belleza natural que no necesitaba grandes adornos para resaltar en la multitud. Ruby se había tomado a pecho su nuevo rango, mejorando notablemente el burdel y alejándose completamente del área de “atención al cliente” en la que se había desempeñado.
Abrazó a Rylee con cariño y acarició a Ánuk entre las orejas, sonriéndoles de esa forma genuina que tenía ella, no solo con su boca, sino también con sus ojos.
—Me alegra tanto verlas. Las he extrañado mucho... Vengan, les serviré almuerzo.
Para Rylee, Ruby era una figura especial. Era una madre, hermana, amiga y confidente. Toda la valentía y la confianza que pudiese tener era gracias a ella; todos los traumas pasados, las penas y las heridas habían ido cicatrizando lentamente por su calidez y su cariño. Había crecido, en más maneras de las que se podía imaginar, con y gracias a ella.
—¿Fuiste a ver a Ábbaro? —le preguntó Ruby mientras servía sopa de cordero.
—Sí. Dice que llevo la mitad. Supongo que terminaré de pagarla de aquí hasta que alguien destrone al Yuiddhas, lo que significa que puedo comenzar a pensar cómo pagaré después que cumpla los ochenta años y ya no pueda ser la Chica Sombra.
—No seas exagerada, Rylee. En estos diez, casi once, años pagaste la mitad y en parte fue gracias a que comenzaste a trabajar afuera. Quizá en cinco años más ya estes libre. Y ten cuidado con los comentarios sobre el Rey, sabes que es peligroso.
—Estamos solas, Ruby.
—Ahora lo estamos, sí. Pero tienes la tendencia a decir demasiado —Rylee se sonrojó por la observación— a veces no filtras tus pensamientos. Puedes ser todo lo descarada que quieras, pero ten cuidado cuando hagas comentarios como esos en otros lugares, o incluso aquí. Nunca se sabe quién puede estar oyendo.
—La próxima vez —dijo Ánuk mordiendo un hueso de su enorme tazón de sopa— la morderé antes de que meta la pata.
La noche transcurrió tranquila. No había muchos clientes, ya que la semana era aún joven y los grandes mercaderes llegaban en dos o tres días más. Aun así, su cansancio iba en aumento; casi no había dormido, aunque gracias al cielo había podido tomar un baño. Finalmente, el burdel cerró sus puertas y todos se fueron a dormir.
Agotada, Rylee se acostó, con Ánuk descansando en el suelo a los pies de la cama, frente a la puerta, lista para defenderla. El aroma a lavanda y jazmín inundaba su habitación, un regalo de Ruby para que pasara una buena noche. Sin embargo, la mente de la chica, una vez más, le jugó una mala pasada.
Su padre estaba trabajando en su nuevo hogar, mientras que ella y su lobita jugaban con unos niños en un campo de suettas al otro lado del pueblo. El sol caía y uno a uno los niños comenzaron a irse a sus hogares, exhaustos pero felices.
Rylee se quedó a solas con Ánuk; había descubierto que su amiga emitía sonidos similares a palabras humanas, por lo que había determinado que le enseñaría a hablar como correspondía y así, algún día, podrían conversar. De pronto comenzaron los gritos.
Al principio eran sonidos aislados; Ánuk los percibió, levantando las orejas con atención y buscando la fuente del alboroto; luego, Rylee también los pudo escuchar, elevándose entre el viento y los pájaros. De pronto, una luz comenzó a titilar en el horizonte; Ánuk se enderezó y gruño, sintiendo el aroma inconfundible del humo y el fuego, colocándose inmediatamente frente a la niña en clara pose protectora.
—Papi —Rylee se levantó del suelo y echó a correr con toda su energía, seguida de su loba, que, inquieta, no se apartaba de su lado.
Cuando logró salir del campo se topó cara a cara con el fuego, que consumía rápidamente la casa del dueño del terreno. Donde mirara había gente corriendo y gritando; hombres de ropa oscura y espadas se enfrentaban a los pueblerinos que caían inertes y sangrantes al suelo, suplicando misericordia, gritando y pidiendo por sus familias, luchando hasta el último aliento.
Entonces, entre el caos, escuchó a su padre gritando su nombre. Lo buscó entre la multitud, cegándose a la matanza, enfocándose solo en verlo y encontrar sus ojos entre las llamas y la sangre, esos ojos que le había regalado a ella... Entonces lo vio: luchando entre los asesinos, sacándoselos de encima; corriendo hacia ella, desesperado gritando su nombre y que se escondiera, “escóndete hija o te matarán”.
Rylee era como de piedra, estaba pegada al piso y temblaba. Ánuk la tironeaba del vestido, gruñendo furiosamente, forzándola a moverse y huir, hasta que finalmente reaccionó y se escabulló tras una carreta caída.
Y desde allí lo vio.
Una figura se acercó a su padre, quien intentaba ir hacia ella, a socorrerla; vio cómo la espada desaparecía en la espalda de Ewan, atravesándolo y haciéndolo caer de rodillas. Ella había gritado, saliendo de su escondite, lanzándose hacia ellos con lágrimas en sus ojos; entonces la figura desapareció. Rylee colapsó contra el cadáver de su padre; temblaba sin control y lloraba.
—Oye, aquí hay una —escuchó. Dos hombres se acercaban a ella con espadas desenfundadas.
—Me gustan las pequeñas —sonrió uno de ellos—, se ve sana y fuerte, probémosla.
“Papá, sálvame papi, tengo miedo, despierta”
En shock, no se movió mientras ambos hombres la agarraban de las muñecas, tirándola al suelo y entonces, un fuerte aullido se escuchó, justo detrás de ellos; una llama se había elevado y Rylee había contemplado cómo su pequeña cachorra de lobo se cubría de un brillante fuego, creciendo; tres colas envueltas en llamas se agitaban amenazadoramente. Gruñendo, mostrando sus enormes caninos, saltó hacia adelante derribando a uno de los hombres y encajando sus dientes justo en la yugular; de su hocico ensangrentado había lanzado una llama de fuego que impactó en la cara del otro, mientras le desgarraba el estómago.
“Huir”, le había oído decir Ryle a su loba, “huir”. Sin miedo, corrió hacia ella, y se subió a su lomo, sin sentir siquiera el calor abrasador que despedía su cuerpo. Corrían hacia Villethund, corrían por ayuda tanta desolación muerte, en todos lados .
“Papá, dónde estás Papá, tengo miedo, no quiero estar sola, papi, sálvame“.
—¡Rylee! ¡Rylee, despierta!
Rylee despertó, jadeando fuertemente y dando un salto que la levantó cinco centímetros de su cama.
—Ugh,