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estudio elaborado por Costas (1998) y Fernandes (1998), observando a 18 jugadores de la categoría benjamín del Fútbol Club Oporto en el transcurso de ocho partidos, siendo cuatro de fútbol 7 y cuatro de fútbol 11, llegando a las siguientes conclusiones:

      –En el fútbol 7, los jugadores ejecutan más veces las diferentes acciones de juego y presentan valores superiores en el número de contactos con el balón y en el tiempo de posesión de la bola.

      –En el fútbol 7 se registran valores de frecuencia cardíaca superiores en relación con el fútbol 11.

      –En el fútbol 11 se recorren de media mayores distancias durante la totalidad del partido (5.186 m) que en el fútbol 7 (4.146 m).

      –En el fútbol 7 se proporciona un nivel competitivo más elevado y aparece una manifestación de nivel de juego superior, ya que presenta de media valores superiores en los desplazamientos de media y alta intensidad, y valores inferiores en la marcha, en los desplazamientos de baja intensidad y en las paradas de juego, comparativamente con el fútbol 11.

      –Desde el punto de vista pedagógico-didáctico, el fútbol 7 tiene más importancia porque es el que proporciona más interacciones con los diferentes elementos del juego, constituyéndose como potencial de progresión en el aprendizaje.

      El fútbol 11, cuando se juega en un campo con medidas reglamentarias para seniors, por jóvenes de categoría de edad de 8/12 años, es un juego cuya estructura y grado de complejidad no es compatible con la fase de desarrollo en la que el joven atleta se encuentra.

      Las grandes distancias que tienen que recorrer en un partido de fútbol 11 no permiten dar una respuesta eficaz a las exigencias del juego. Los jóvenes practicantes no tienen suficiente potencia en los miembros inferiores para la ejecución de pases y remates de media y larga distancia, habilidades directamente implicadas en la exploración de los espacios vacíos, cambios de orientación, pases en profundidad, así como remates desde fuera del área y el juego de cabeza.

      Al no poseer los jóvenes atletas un suficiente desarrollo de la resistencia en régimen de velocidad, no están preparados para dar respuesta a los largos y repetidos sprints que el fútbol 11 exige.

      Las grandes dimensiones del campo (figura 2.5), así como el elevado número de jugadores, conducen a que la mayoría de ellos no jueguen al fútbol, pasando la mayor parte del tiempo corriendo detrás del balón, sin entrar en contacto con el mismo, lo que implica un insuficiente aprendizaje de las habilidades técnicas y de todas las destrezas relacionadas con el fútbol. Esto es contrario a los objetivos que se contemplan en esta fase de formación del joven atleta, en la que deberíamos privilegiar fundamentalmente la relación del jugador con el balón (las habilidades técnicas), en detrimento de la componente física.

      Los jóvenes jugadores buscan clubes para poder jugar a fútbol porque les gusta tener un contacto frecuente con el balón. Sin embargo, sabemos que durante la competición de 11 × 11 cada jugador tiene de media, por partido, 60 segundos de posesión de balón.

      ¿Estamos estimulando con este tipo de juego al joven jugador para el fútbol?

      Figura 2.5.Partido de fútbol 11 en un campo de grandes dimensiones practicado por jóvenes de la categoría de edad de 8-10 años.

      ¿Estamos contribuyendo con este tipo de juego a una mejora del nivel de juego de nuestros jóvenes futbolistas?

      Las grandes distancias entre las porterías, junto con las insuficientes cualidades motoras del joven, implican un reducido número de situaciones de alternancia de defensa/ataque, con una baja incidencia de juego junto a las porterías (pases, remates, goles). Estas condiciones favorecen una especialización precoz de los jugadores en los puestos, en funciones defensivas u ofensivas, que va contra el tipo de formación multilateral (vivencia de diversas funciones) que quiere presidir esta fase de desarrollo del joven futbolista.

      Las razones expuestas anteriormente, junto con las dificultades que el joven atleta tiene para controlar el balón fuera del lugar donde se está disputando, así como la fase de desarrollo psicológico en que se encuentra (fase céntrica), favorecen la aglomeración alrededor del balón, lo que tiene como consecuencia un agravamiento en la ya deficiente ocupación racional del espacio de juego.

      El fútbol 11 disminuye el sentido de ubicación en el terreno, pues las situaciones son tan complejas que los jóvenes jugadores no consiguen captarlas y “se evaden del juego “. Es habitual ver a algunos jóvenes saltando o hacer montículos de arena en el transcurso de un partido (Ruiz, 1998).

      El gran número de jugadores (compañeros y adversarios) y algunas veces las grandes distancias a que se encuentran hace imposible que cada jugador tenga una visión amplia de la situación.

      En el caso específico de los jóvenes con mayor desarrollo corporal, éstos tienen ventajas demasiado grandes en relación con los más pequeños (muchas veces técnicamente más evolucionados), principalmente por la utilización del golpeo del balón hacia delante y atrás, sobresaliendo en relación con los demás, lo que contribuye a una disminución del juego colectivo y a que los jugadores menos aptos no participen en él y, poco a poco, comiencen a perder el interés por el fútbol.

      Respecto a los porteros (figura 2.6), las desproporcionadas dimensiones de la portería en relación con su baja estatura y su insuficiente potencia de salto crean en el joven atleta situaciones de inseguridad, con repercusiones negativas en su evolución como jugador y como persona.

      Las grandes dimensiones del área grande hacen que para poner el balón en juego al hacer el saque de portería muchos jóvenes no tengan la suficiente potencia muscular para, a través del saque, poder pasar el balón más allá de los límites del área grande, obligando a que lo repita otro compañero del equipo (que casi siempre es el mismo) con mayor desarrollo muscular.

      El actual sistema de competiciones de 11 × 11 en las categorías más jóvenes no permite una formación de base imprescindible para poder jugar con éxito. Estimulando la adquisición sistemática de muchos hábitos incorrectos, hace que más tarde difícilmente puedan ser corregidos o modificados (Wein, 1995).

      Figura 2.6.Portería de grandes dimensiones, desproporcionada en relación con las características morfofuncionales de los jóvenes practicantes.

      Para este mismo autor, los entrenadores deben evitar introducir el fútbol 11 demasiado pronto, ya sea por presión de los padres o de los propios jugadores, o por pensar excesivamente en la siguiente competición. Al actuar así, se olvida de que la finalidad de la enseñanza no es más que aprender y que la mejor y la más eficaz forma de conseguirlo es enfrentando equipos con un reducido número de jugadores.

      Como ya hemos referido, el juego del fútbol 7 efectuado por jóvenes desde los 8 hasta los 12 años en campos con dimensiones reducidas permite una mejor adaptación a las posibilidades físicas del joven.

      Las modificaciones de las reglas de juego se han realizado para una mejor adaptación a las capacidades del joven, buscando no desvirtuar el juego, o sea, manteniendo aquello que el juego tiene de esencial (compañeros, adversarios, balón, porterías). Por esto, el fútbol 7 se presenta como una introducción al juego de 11, con tendencia a la mayor aproximación posible a las características y reglas del juego normal.

      Las dimensiones del campo y de las porterías (figura 2.7) del fútbol 7 son más adecuadas a las características morfológicas (altura, peso) y funcionales (orgánicas, musculares, cognitivas) de los atletas jóvenes.

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