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a su portería. Normalmente, son de tres a cinco jugadores, de los que dos o tres son defensas centrales, con un defensa lateral derecho y un defensa lateral izquierdo. La responsabilidad básica de los defensas es proteger su portería.

      3. Medios. Los jugadores que forman el sector intermedio, es decir, entre el sector defensivo y el atacante. Son normalmente de tres a cinco jugadores, con dos o tres medios centrales, un medio izquierdo y un medio derecho. La responsabilidad básica de los medios consiste en auxiliar a los defensas en sus misiones defensivas y a los atacantes en las ofensivas.

      4. Atacantes. Son los jugadores que forman el sector atacante. Habitualmente son de uno a tres jugadores, cuya responsabilidad básica es conseguir marcar gol.

      Esta nomenclatura indica solamente el papel preponderante de los jugadores, pues su actividad real en la actualidad traspasa en mucho el límite de las obligaciones resultantes de estas denominaciones, desapareciendo por ello las fronteras de carácter rígido entre sus funciones dentro del equipo. Así, existe con gran frecuencia el intercambio de posiciones y de funciones de los jugadores. Esta perspectiva renuncia de igual forma a la división por categorías (los creadores/distribuidores del juego y los luchadores por la posesión del balón), ya que todos deben ser peligrosos en relación con la portería contraria y saber construir, crear, rematar y, simultáneamente, recuperar la posesión del balón y proteger la portería. Según Kacani (1982), en relación con la cantidad y la calidad de trabajo que desempeñan en el juego, los jugadores pueden ser divididos en tres categorías: universales, capaces de cumplir con la misma eficacia tareas de las fases defensivas y ofensivas del juego en las zonas de defensa y de ataque en los sectores de terreno de juego propio de ambos y conocedores de las exigencias de cada una de las funciones que hay que desarrollar; semiuniversales, capaces de cumplir las tareas de una de las fases del juego (defensiva u ofensiva) en la zona de defensa o de ataque y en los sectores del terreno propio de cada una y conocedores y dominadores con elevado nivel de rendimiento de las funciones de una de estas fases del juego, y especialistas, con una especialización delimitada, capaces de cumplir con eficacia las tareas de una fase del juego en un sector específico de la zona defensiva u ofensiva (por ejemplo, el portero).

      En este ámbito los jugadores deben pasar de la noción estática del «puesto» en el que cada jugador evoluciona solamente en determinada área conduciendo al equipo a una rígida compartimentación y por inercia a una mayor permeabilidad en su organización a un concepto de función (misión). Esta noción consustancia amplios límites para que cada jugador pueda expresar su iniciativa, improvisación, creatividad y autonomía, es decir, su propia personalidad, y dar un importante apoyo a la organización, con una cobertura permanente y recíproca en todas las fases (de ataque y defensa) del juego y en cualquier zona del campo. Los jugadores están obligados por ello a cumplir alternadamente tareas técnico-tácticas tanto en la fase de ataque como en la de defensa en cortos intervalos de tiempo. De hecho, esta ambivalencia de la actividad de los jugadores (ataque/defensa) determina igualmente que han de asumir otras misiones tácticas específicas distintas de las suyas (que consustancian por la mayor cultura táctica) dentro del cuadro referencial de las necesidades del equipo; de ahí que no sorprenda que los protagonistas fundamentales en la concreción del proceso ofensivo sean en muchas de las situaciones de los partidos los jugadores que pertenecen al sector medio y defensivo. La universalización de las funciones de los jugadores y la concienciación de las particularidades relacionadas con su especialización no constituyen, en nuestra opinión, realidades antagónicas. Estamos ante complementariedades naturales y necesarias del modelo de juego del fútbol contemporáneo. Adicionalmente a los aspectos relacionados con la universalidad frente a la especialización, los jugadores en la actualidad están caracterizados por las siguientes opciones:

      1. Disponibilidad total para el juego. Los jugadores se caracterizan por efectuar innumerables operaciones mentales complejas por unidad de tiempo, lo que se evidencia por una asistemática repetición de comportamientos técnico-tácticos. Bajo esta perspectiva, los jugadores deben estar continuamente activos, intervenir de forma coherente y racional en las diferentes situaciones, apoyar, marcar o solicitar el balón y no observar el juego de forma pasiva. De esta dimensión procede la expresión: «el juego actual es un fútbol de movimiento». Sólo de esta forma se puede influir y ser influido por las constantes modificaciones transitorias de los acontecimientos, posibilitando así la transformación del significado preciso de las actitudes y de los comportamientos de otros jugadores en función de sus intenciones y proyectos. Sin embargo, deben escoger el momento más favorable en función de sus misiones tácticas específicas dentro del dispositivo de base y cuándo intervenir dentro o fuera de las unidades estructurales funcionales, siendo corresponsables en la concreción de los objetivos tácticos del equipo. De ahí que el concepto de jugador activo no signifique solamente la intervención sobre el balón, sino fundamentalmente la disponibilidad de los jugadores para intervenir en el juego. Existe un pensamiento de base en todos los jugadores desde el momento en el que el árbitro manda iniciar el partido hasta su final: «siempre hay cosas que hacer» en el plano táctico y estratégico para facilitar las condiciones de solución de los diferentes contextos situacionales del juego.

      2. Elevado grado de capacidad física. Si pasamos revista al pasado-presente de esta modalidad, somos conscientes del elevado aumento del número y de la intensidad de los esfuerzos realizados por los jugadores en el partido. Tal como refiere Queiroz (1983), «al analizar el fútbol de nuestro tiempo resalta una perspectiva dinámica y creativa, tanto de los jugadores como lógicamente del juego. Se aprecie o no en el fútbol actual, es incontestable que el modelo de juego de la década de los ochenta resulta diferente del de la década de los sesenta, y que casi nada tienen en común los anteriores con el modelo de la década de los cuarenta y los cincuenta. Reflexionando sobre el cuadro de la dinámica de los esfuerzos del fútbol, se muestra que éste ha aumentado significativamente tanto en cantidad como en calidad. Comparando datos observados en la década de los sesenta con los actuales, se observa que el espacio de juego cubierto por los jugadores casi se ha triplicado. Si atendemos a que en el fútbol el espacio es igual al tiempo y a que en el juego el factor tiempo es la causa del aumento de la velocidad de los rendimientos técnicos y simultáneamente está condicionado por el ritmo y que el factor espacio está hoy asegurado por la mayor movilidad de todos los intervinientes en el juego, percibimos fácilmente que su resultante altera sustancialmente todo el perfil del juego. Bajo esta perspectiva, el juego en la actualidad exige por parte de los jugadores un radio de acción mayor y una preparación más completa, tanto desde el punto de vista técnico-táctico como respecto a la condición física. El aumento del «radio y de la velocidad de la creación de los jugadores en el campo» significa que están presentes en un mayor número de situaciones momentáneas en el juego en fragmentos cada vez más pequeños. Este factor determina dos aspectos esenciales: el aumento de la presión sobre los jugadores con o sin posesión del balón, disminuyéndoles el tiempo en el que se desarrollan las fases del acto táctico (percepción-análisis, solución mental y solución motriz) con el objetivo de solucionar los problemas creados por las situaciones de juego con los mismos niveles de eficacia y de rendimiento, y una aproximación o un alejamiento constante del compañero en posesión del balón para proporcionarle mayor número de posibilidades de respuesta táctica ante el contexto de la situación de juego.

      3. Cualidades psíquicas e intelectuales específicas del juego. El comportamiento de los jugadores sólo es comprensible si los consideramos como individuos que tienen que dar una respuesta eficaz a diferentes situaciones instantáneas del juego en las que prevalecen procesos de adaptación porque están obligados a adaptarse rápida y constantemente a sí mismos, a las necesidades del equipo y a los problemas presentados por el equipo contrario. Esta forma de adaptación caracterizada por el estrés favorece los procesos de saturación de ansiedad y de angustia, por lo que no hay espacio en el fútbol actual para

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