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es una concisa expresión del antiguo valor que para el pueblo de Dios tenían los hijos. Ciertamente el primer capítulo de las Santas Escrituras registran la divina comisión de “sean fructíferos y multiplíquense” (Génesis 1:28), y los últimos capítulos del Génesis relatan la ansiedad de las estériles y la alabanza a quienes daban a luz. Sara, la vieja princesa de Israel, y su esposo Abraham llamaron a su primer hijo “Isaac” que significa “risa” porque grande fue su alegría por ese regalo de Dios.

      Las Escrituras no sólo elogian a los hijos sino que consideran bendecido a aquel a quien se le dieron muchos. El Salmo 127:3-5 exclama:

       Los hijos son una herencia del Señor,

       los frutos del vientre son una recompensa.

       Como flechas en las manos del guerrero

       son los hijos de la juventud.

       Dichosos los que llenan su aljaba

       con esta clase de flechas.

      El propósito de la familia: Glorificar a Dios

      La declaración escritural de que los hijos son una bendición enfatiza su importancia para el pueblo de Dios aquí sobre la tierra, y resume lo que debe ser la actitud cristiana hacia la paternidad. Pero los hijos también tienen una importancia vertical, la cual a menudo se pasa por alto en las discusiones del día de hoy sobre la familia: esto es su objetivo de glorificar a Dios.

      Después de una prolongada y equilibrada mirada a las Escrituras, los firmantes del credo de Westminster declararon en consenso que “el fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre”. Este principio gobierna todas las relaciones humanas, pero comienza en la sagrada estructura de la familia, en donde se modelan más profundamente las personas. Desde luego Dios es glorificado cuando sus hijos reflejan su carácter, cosa que sólo el Hijo pudo hacer a la perfección porque “él es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es”. (Hebreos 1:3). Por cuanto Cristo representó perfectamente a Dios, también nuestros hijos pueden por la gracia divina irradiar más y más del carácter de Dios, si de veras se acercan a él con fe. Nuestra comisión celestial y gozosa es llevarlos a tener una relación con Cristo y luego influenciar su vida de tal modo que puedan andar y crecer en el camino de la gracia.

      Esta es nuestra gran responsabilidad, tal como Robert Dabney escribió al respecto hace tiempo:

      Qué inspirador es darse cuenta que su familia es el medio divino primario y básico ordenado por Dios para glorificarse a sí mismo.

      Cómo influenciar realmente a la sociedad

      Al respecto es, pues, la paternidad -y no la política, ni las aulas, ni los laboratorios, ni siquiera el púlpitoel medio de mayor influencia. Suponer algo diferente es dejarse llevar por el engaño del secularismo. Debemos entender que es a través de la familia cristiana que se comunica con mayor poder la gracia de Dios, la visión de él, la responsabilidad por el mundo y el carácter cristiano.

      La Biblia indica repetidamente que cuando Dios quiso guiar a su pueblo en el Antiguo Testamento, buscó a una persona (ver Isaías 50:2, 10; 59:16; 63:5; Jeremías 5:1; Ezequiel 22:30). Un solo individuo puede ser la diferencia decisiva en este mundo. No debemos sucumbir antes las engañosas matemáticas de la forma mundana de pensamiento que considera la dedicación de nuestra vida a unos pocos en un lugar anónimo como un escandaloso desperdicio de nuestro potencial.

      Padres, no abandonen su lugar de influencia. Todavía sigue siendo cierto que “la mano que mece la cuna gobierna al mundo”. ¡Créanlo!

      Santificación

      Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 4:3 (RVR) que “...la voluntad de Dios es vuestra santificación...”. La paternidad es profundamente satisfactoria. Cuando nosotros nos casamos, la nueva relación descubrió espacios de egoísmo en nuestras vidas, y dentro de ellos puertas a otros compartimentos que a su vez contenían algo así como cubículos de escondido egoísmo. Esta revelación fue el comienzo de un proceso de limpieza interior que duraría toda la vida.Y la llegada de los hijos en realidad profundizó ese proceso. Las dificultades de la paternidad -el darnos a nosotros mismos, la oración, la dependencia de Dios, el crecimientopueden ser una experiencia sin par de santificación.

      Las satisfacciones de una familia cristiana

      Aquí podemos decir categóricamente que ningún otro logro profesional, ningún honor ni “éxito” se asemeja a la satisfacción de tener una familia. Desde luego nuestros hijos adultos no son perfectos. Después de todo tuvieron padres imperfectos: ¡nosotros! Ni miramos todas las cosas de la misma manera. Pero nuestros hijos han decidido navegar con Cristo en el mar de la vida, resistiendo los vientos contrarios de la cultura, y siguiéndolo a donde quiera que él los guíe. En ese aspecto son buenos marineros. ¿Qué si nos han dado satisfacción? Definitivamente sí.

      Somos optimistas acerca de nuestra familia porque ella continúa siendo una fuente creciente de bendición, gloria, poder, santificación y satisfacción.

      DISCIPLINE SU ACTITUD

      Si usted ha sido presa de las actitudes mundanas acerca de los hijos, ¿cómo puede recuperar un sentido de cristiana alegría en el pequeño núcleo que Dios le ha dado para que lo críe? Los pasos siguientes quizá le ayuden a adoptar una perspectiva bíblica:

      1. Personalización. En los espacios en blanco escriba los nombres apropiados para completar esta declaración:

      __________ (nombre de su hijo, hija, o hijos) es/son una herencia del Señor. Los frutos del vientre de __________ son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son __________ (aquí el nombre de sus hijos), hijos habidos en la juventud. Dichoso __________ (aquí el nombre del padre) que llenó su aljaba de ellos (Salmo 127:3-5)

      2. Resolución. Decido ver siempre el cuadro completo –el fin principal de mi vidaque es la gloria de Dios. Conscientemente dedico mis oraciones, mi ambición y mis energías domésticas a la gloria de Dios.

      __________

      Nombre y fecha

      3 Arrepentimiento y oración: Querido Padre: Confieso ante ti que hoy mi corazón ha sido cautivo del pensamiento erróneo que dice que lo que estoy haciendo como padre no es importante, que es un desperdicio de mis talentos. Me arrepiento de ello y te pido que me ayudes a pensar tus pensamientos en relación con el valor de mi tarea de cuidar y proveer para este hijo (o hijos). En el nombre de Jesús, amén.

      Ó Señor, yo he permitido que las dificultades e incomodidades de la paternidad me hagan adoptar una actitud agria y me roben el placer de consentir a mis hijos como debo. Por favor líbrame de ella y lléname de satisfacción y alegría. En el nombre de Jesús, amén.

      4. Gratitud. Dé gracias a Dios por sus hijos y pídale que le enseñe como usar el poder que él le ha dado para influenciar espiritualmente la vida de sus descendientes, de modo que cuando Dios busque a un hombre o una mujer para alguna tarea específica, pueda utilizar a uno de sus hijos.

      A través de los años Kent ha tenido en sus brazos a centenares de bebés que sus padres han presentado al Señor ante la familia de la iglesia. Cuando presenta a un niño, a veces hace comentarios acerca de sus

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