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a estos libros como las antiguas biografías de Jesús. Aquellos que han estudiado a autores clásicos detectan paralelos entre los evangelios y obras acerca las vidas de oradores griegos o emperadores romanos.

      Sin embargo, los evangelios no son biografías típicas, según los estándares antiguos o modernos. Considera los siguientes aspectos. ¿Cómo los explicarías?

       Marcos no nos dice nada sobre el nacimiento y la crianza de Jesús- de hecho, parece ignorar la mayoría de los detalles de su vida.

       Mateo y Lucas sí escriben brevemente acerca del nacimiento de Jesús. Pero con solo una mención de Jesús a los 12 años en Lucas 2:41-52, saltan hasta su bautismo (que es el punto donde Marcos comienza su evangelio).

       Mateo ordena su libro alrededor de los principales bloques de la predicación de Jesús – pero Juan se va a otro extremo. Casi la mitad de su libro se enfoca en aquellas enseñanzas que tienen que ver sobre todo con la identidad de Jesús.

      Estas son decisiones raras. Los biógrafos modernos se obsesionan con los años formativos de una persona, tratando de descubrir pistas que expliquen su reconocimiento posterior. Pero no actúan así los autores de los evangelios. Y por otro lado, en la biografía de Pitt se describen sus últimos días, su muerte y las causas de esta, en solo cuatro páginas de las 600. Que es solamente 0.6 por ciento del libro.

      Esto contrasta con el libro de Marcos. ¡Aproximadamente el 42 por ciento del libro narra los últimos días de Jesús, su muerte y los motivos de esta! Eso no es sorprendente para los creyentes, pero si que es sorprendente si piensas que estás escribiendo una biografía. Pero la realidad es que no lo está haciendo. Lo que Marcos escribió es algo totalmente diferente.

      Si en una biografía moderna se encontraran errores de hechos, o si hubiera datos confusos acerca de fechas de sucesos significativos, seguro que daría lugar a interrogantes acerca su fiabilidad en otras cuestiones. No es de extrañar que algunas personas se sorprendan al encontrar rarezas como las siguientes:

       Retornemos a la tentación de Jesús en el desierto. Ya hemos visto la versión de Mateo. Pero Lucas cambia el orden de la segunda tentación y la tercera. El termina con la tentación de lanzarse desde el pináculo del templo (Lc 4:9-12).

       Lucas y Marcos describen la sanidad de un ciego cuando Jesús estaba entrando en Jericó (Mc 10:46–52; Lc 18:35–43). Pero Mateo escribe acerca de dos ciegos cuando Jesús salía de Jericó (Mt 20:29-34). ¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Son versiones contradictorias del mismo milagro? ¿O son milagros diferentes? Puesto que no queda inmediatamente claro, debemos suponer que si Dios inspiró a ambos autores, ese no debe ser un problema significativo.

       La tempestuosa visita de Jesús al templo tiene lugar en un momento culminante después de su entrada triunfal en Jerusalén en Mateo 21, Marcos 11 y Lucas 19. A estos tres se les denomina como los evangelios “sinópticos” (término griego que significa “visión en conjunto’). Sin embargo, Juan narra este hecho de forma distinta, nos presenta a Jesús ya adulto, visitando varias veces el templo, y el incidente de Jesús expulsando a los comerciantes del templo lo situa al inicio de su ministerio (Jn 2:13-25).

      Entonces, ¿deberíamos renunciar a estos libros por completo? Los escépticos dicen que sí.

      Sin embargo, esto sería confundir géneros. Los escritores de los evangelios no deberían ser juzgados con parámetros del siglo veintiuno. Sea cual sea el estilo de sus escritos, lo cierto es que no tenían problemas para cambiar el orden de los sucesos (por ejemplo, eso es lo que hace Mateo a menudo, edita o adapta el material de Marcos).

      Esto no hace que estos libros sean poco fiables. Simplemente significa que somos nosotros los que debemos ajustarnos a su manera de escribir, y no al revés. Su propósito claramente no es proporcionar fechas y hechos detallados, sino transmitir su mensaje. Podemos estar seguros que los milagros de Jesús ocurrieron, y de que Jesús realmente enseñó lo que los evangelios dicen que enseñó.

      Pero, ¿qué pretendían estos autores?

      Piensa de nuevo en la introducción de Marcos: ‘Comienzo de las buenas nuevas’. Lo que él está diciendo es que tiene buenas noticias para quien quiera leerlas. Y que son noticias que hacen referencia a Jesús el Mesías, el Hijo de Dios.

      No requiere un gran esfuerzo entender que todo lo que escribe a continuación es parte de esas buenas noticias. Lo cual no implica que estas buenas noticias sean fáciles de escuchar. Por ejemplo, la enseñanza de Jesús sobre la pecaminosidad del corazón humano en Marcos 7:20-23 es difícil de aceptar (por lo menos de entrada).

      El mensaje acerca de Jesús es precisamente lo que hace que estas noticias sean buenas. Él, a la vez, nos revela y asegura la gracia de Dios para con nosotros. La respuesta correcta seguramente es confiar en Jesús al recibir su gracia- o en palabras del primer sermón en Marcos: ‘¡Arrepentíos y creed las buenas nuevas!’ (Mc 1:15).

      Así que en un sentido Marcos nos está predicando a nosotros, sus lectores. Y Dios, por medio de su Espíritu, está usando este libro antiguo para hablar a la gente de hoy. Lo mismo se puede decir de Mateo, Lucas y Juan. Esto explica las curiosidades a las que ya nos referimos anteriormente:

       Su selectividad a la hora de escoger qué historias y detalles incluir.

       Su ausencia de preocupación al cambiar el orden de los eventos.

       El énfasis sorprendente que se da a los últimos días y horas de la vida de Jesús en contraste con el casi absoluto silencio acerca de su vida familiar y de su juventud.

      Cada rareza puede ser explicada como simplemente el deseo del autor de comunicar el mensaje del evangelio lo mejor posible. Cada autor aporta a esta tarea sus capacidades; cada uno de ellos tenía propósitos y perspectivas sutilmente diferentes; cada uno ensambla los hechos para que encajen bien con sus propósitos.

      Pero al final, los cuatro comparten el anhelo de que sus lectores crean en las buenas noticias y que les sigan a ellos como discípulos de Cristo. Esto significa que cuando prediquemos desde cualquier parte de los evangelios, debemos tener en mente una pregunta crucial. ¿Es mi interpretación una buena noticia? Si no, ciertamente me he desviado del camino.

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