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temprano para orar?

      Seguramente nosotros estaremos en un terreno más seguro para responder a esa cuestión si comenzamos preguntándonos por qué Jesús se levantó tan temprano.

      Este punto es aún más claro cuando observamos las tentaciones de Jesús en el desierto. Mateo nos dice que el diablo trató de tentarlo con tres desafíos específicos:

       Convertir las piedras en pan (4:3)

       Tirarse de la cúpula del templo para ser rescatado por ángeles (4:6)

       Adorar al diablo a cambio de poder global (4:9)

      A cada una de estas tentaciones Jesús respondió con una cita de Deuteronomio 6 o 8. Pero, de nuevo, ¿porque se nos dice esto? ¿Es acaso primordialmente un modelo sobre cómo lidiar con la tentación?

      Nadie niega que citar las Escrituras cuando estamos siendo tentados es sabio. ¿Pero no crees que este texto hace referencia a aspectos únicos en las tentaciones de Jesús? No he conocido a nadie que haya batallado con estas tentaciones tan específicas. ¿Nos ayudaría recordar que aquí el diablo está tratando de desviar a Jesús de la misión encomendada por Dios de morir en la cruz, y de esta manera, sabotear su fidelidad al Padre? Ese era el tipo de cosa que el diablo había hecho con éxito cuando tentó al pueblo de Israel mientras vagaban en el desierto después del éxodo de Egipto. Por eso, Jesús contraataca citando el sermón de Moisés en Deuteronomio. ¡Hay mucho más significado aquí, que la provisión de un modelo de conducta!

      Reducir las historias de la Biblia a cuentos morales producirá dos resultados desafortunados: Primeramente, dormiremos a la gente. Eso hará que nuestros sermones sean predecibles. Nuestra congregación podrá anticipar nuestra aplicación desde lejos. ¡De hecho, algunos miembros de nuestra congregación serán capaces de anticipar exactamente lo que se dirá nada más que la lectura sea anunciada! Y como podemos comprobar, pocas historias de los evangelios fueron escritas primordialmente para decirnos que debemos hacer. El objetivo más frecuente es que Jesús nos amplie nuestra visión.

      Una consecuencia mucho más seria de reducir el evangelio a cuentos morales es menospreciar el evangelio. Ninguno de nosotros quiere hacer eso, pero nos puede pasar fácilmente. ¿Qué se lleva la gente de nuestros sermones semana tras semana? ¿Son buenas noticias? ¿O una lista de normas?

      Si tratamos las narraciones de los evangelios como cuentos morales, entonces una serie de sermones sobre Mateo lo que nos proporcionará principalmente será una lista de normas. Llegaremos a dar por sentado que lo que Dios quiere de nosotros es que seamos perfectos, santos, devotos y religiosos. Creeremos que la medida del cristiano depende de cuánto dinero ofrendemos, cuántas oraciones hacemos, cuán buenos hemos llegado a ser, etc. Todas estas son buenas cosas, como Jesús lo deja claro en el sermón del monte. Pero cuando reducimos el evangelio a normas perdemos su maravilloso contenido, y, de hecho, perdemos el objetivo que Mateo quería comunicar. La Biblia es un mensaje de gracia de principio a fin. El evangelio nos presenta a Jesús rescatándonos de nuestros fracasos, no se trata de una serie de mandamientos para que seamos mejores. Cuando la Biblia nos llama a ser santos, es siempre como respuesta a ese rescate. Cualquier mensaje que sugiera algo diferente no es cristianismo, sino una religión basada en obras.

       El peligro de moralizar las narrativas: nuestros sermones se vuelven aburridos y legalistas.

      Si no deberíamos moralizar las historias del evangelio: ¿qué deberíamos hacer con ellas? A menos que tengamos cuidado, podríamos irnos al otro extremo y buscar una historia con significados ocultos. Tratándolas como alegorías.

      ¿Te acuerdas de la película del 2006 El Código Da Vinci? Sugería que el hermoso cuadro de Leonardo Da Vinci, la última cena, era un mensaje en código sobre la vida de Jesús, en vez de una representación de un importante evento en los evangelios. Tanto el libro como la película fueron controversiales por sus absurdas afirmaciones. Es fácil despreciar la película, pero la manera alegórica en que algunos pastores manejan los evangelios, sugiere que ellos también se ven como expertos descifradores de códigos.

      Las alegorías son esencialmente historias escritas con una cierta clase de código. El propósito puede ser intrigar a los lectores o comunicar un mensaje mientras se protege a los que están en peligro. Sea cual fuera la razón, el verdadero significado de la historia yace bajo la superficie. Cada detalle es un símbolo de algo más.

      Como consecuencia, el trabajo del intérprete consiste en explicar los símbolos, en descubrir sus significados ocultos. Quizás esto sea más común con las historias del Antiguo Testamento. La historia de David y Goliat se interpreta principalmente para animarnos a luchar contra "los gigantes en tu vida" con las piedras lisas de David (como si estas tal vez representasen diferentes virtudes y dones cristianos). Algo parecido también puede pasar con las historias del Nuevo Testamento, como la alimentación de los cinco mil, interpretándose el número de peces y de panes como de alguna manera simbólico.

      Claro que esto hace que el predicador parezca más inteligente e impresione a su audiencia (tal vez por esto algunas personas lo hacen). Pero muy a menudo, no hay nada que controle la imaginación creativa del intérprete. Como resultado, la interpretación tiene muy poco que ver con el pasaje original. Otro efecto secundario es que los que están escuchando un sermón alegórico suponen que entender la Biblia es propiedad exclusiva del cristiano verdaderamente espiritual o profesional. Eso es desastroso.

      La Biblia sin lugar a dudas contiene alegorías (consideraremos algunos ejemplos en los próximos capítulos). Pero antes de tratar las historias de los evangelios como alegóricas, tenemos que primeramente establecer si esa fue la intención de los autores. Si no lo fue- y no hay evidencia de que así fuera- entonces no debemos tratarlas como tales.

       El peligro de alegorizar: nuestros sermones pierden totalmente su fundamento bíblico.

      En vez de pasar nuestro tiempo buscando significados ocultos, deberíamos poner toda nuestra atención a los significados aparentes, tal como los autores de los evangelios los comunican. Garantizo que eso proveerá suficiente material para predicar. Para obtener ayuda con eso, ¡sigue leyendo!

      Capítulo 3

      La naturaleza de los Evangelios

      Una de las características más fascinantes de los cuatro evangelios no son sus similitudes, sino sus diferencias. Cada uno de ellos tiene un propósito sutilmente diferente y a la vez compatible. Sin embargo, todavía es útil preguntarnos qué es lo que tienen en común estos cuatro libros. Eso es lo que nos interesa ahora mientras consideramos qué tipo de libros son. Puede parecer obvio. A fin de cuentas, todos sabemos de qué tratan y qué son lo que llamamos 'Evangelios'.

      Sin embargo, esa afirmación es menos útil de lo que pueda parecer. Porque nadie había escrito un evangelio antes que Marcos comenzara a escribir. De hecho, probablemente ni él pensaba que estaba escribiendo un evangelio. Por eso presentó su obra diciendo simplemente que era el: ‘Comienzo del evangelio (buenas nuevas) de Jesucristo, el Hijo de Dios.’ (1:1). Pero fue tal la influencia de estos cuatro escritores del Nuevo Testamento que crearon un nuevo tipo de literatura. Por eso lo que tenemos que hacer es tratar de entender que pensaban aquellos autores que los escribieron.

      Me encanta leer las biografías de personas impresionantes o influyentes. Una de mis biografías favoritas es la de alguien que pocas personas fuera de Gran Bretaña conocen: Willian Pitt el Joven. Con solo 24 años en 1783 (un registro que es poco probable que sea superado), se convirtió en el primer ministro más joven de nuestra historia. Puede que hayas oído hablar de uno de sus amigos más cercanos - William Wilberforce, el gran activista contra la esclavitud. Pitt ocupó ese cargo más de 20 años, antes

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