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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
La decidida defensa francesa de su colonia de Nueva Francia tenía más que ver con la política europea que con el interés económico por la colonia. Los ingresos que se recibían por el comercio de pieles en Canadá y la pesca de bacalao en Acadia palidecían en comparación con las plantaciones de caña de azúcar caribeñas de la colonia francesa de Saint-Domingue,** mucho más rentables, y de las islas de Granada, San Vicente, Martinica y Guadalupe. La temporada de cultivo en Canadá era tan breve que apenas daba para dar de comer a sus habitantes y del todo insuficiente para sostener un contingente significativo de tropas que pudiera llegar desde Francia. El acceso marítimo a la región estaba protegido por la base naval de Luisburgo, en Nueva Escocia, una de las fortificaciones navales más caras de las construidas hasta entonces en Norteamérica. El autor y polemista francés Voltaire, siempre atento a la opinión del momento, hablaba con frecuencia despectivamente de Canadá como «unos pocos acres de nieve»13 que no merecían las enormes inversiones que Francia gastaba allí sin cesar.
No obstante, Nueva Francia servía de contrapeso frente a las ricas colonias británicas con las que limitaba al sur y convertía a Francia en una gran potencia a ojos de sus aliados europeos y también de sus adversarios. Su pérdida, desde la óptica del gobierno galo, minaría la posición de Francia en Europa y amenazaría su seguridad. El gabinete británico también pensaba que necesitaba detener las incursiones francesas en Norteamérica para mejorar su propia posición en Europa.
En las escaramuzas de 1754 solo habían participado fuerzas coloniales. En 1755, en cambio, chocaron los propios ejércitos de las dos potencias europeas. El mayor general Edward Braddock avanzó hacia el fuerte Duquesne, en julio, con regulares británicos y tropas coloniales, entre las que figuraba su edecán George Washington. Braddock sufrió una derrota aplastante y sangrienta en la batalla de Monongahela, a manos de un contingente francés muy reforzado con guerreros nativos (los colonos británicos se referían a la Guerra de los Siete Años como la «Guerra Franco-India»,*** debido a que en ella franceses e indios fueron sus adversarios principales). Las fuerzas galas y nativas también hicieron retroceder a los británicos en el norte de la colonia de Nueva York. Por su parte, efectivos británicos expulsaron a la población francesa de Acadia y de Nueva Escocia.
En 1756 ya estaba claro, tanto en Londres como en París, que la, hasta entonces no declarada, guerra de Norteamérica podía desencadenar un ataque de Francia sobre un Estado del norte de Alemania –Hannover, que gozaba de la protección del rey Jorge II de Gran Bretaña, nacido allí– con la intención de usarlo como moneda de cambio en la disputa territorial americana. Los preparativos políticos de esta eventualidad acabaron recibiendo varias denominaciones: «Revolución Diplomática»,14 «Reversión de las Alianzas» o, de forma más poética, «la Cuadrilla de los Estados», en alusión a la danza de la cuadrilla, popular por entonces, en la que se encadenaban varios intercambios de pareja. Las alianzas previas, que se habían mantenido a lo largo de las dos guerras de sucesión anteriores, pronto se rompieron y se sustituyeron por otras. En enero de 1756, Gran Bretaña firmó un tratado con su antigua enemiga, Prusia, para que esta protegiera Hannover. Prusia, a cambio, conseguía el apoyo de Gran Bretaña ante a la amenaza, cada vez mayor, de Rusia. Unos meses después, la Francia de los Borbones se aliaba con su tradicional némesis, la Austria de los Habsburgo, de modo que las fuerzas galas y austriacas pudieran amenazar Hannover y para que Austria contara con la ayuda francesa para recobrar la región de Silesia, rica en recursos mineros, que Prusia le había ganado en la última contienda. Al tomar cuerpo estas nuevas alianzas, Francia se apoderó de Menorca, que Gran Bretaña había arrebatado a España cincuenta años antes. Gran Bretaña declaró la guerra a Francia en mayo de 1756; Francia hizo lo propio al mes siguiente. En aquel punto, el conflicto se transformó en una lucha global en la que se distinguían dos pugnas separadas: una primera entre Gran Bretaña y Francia, en alta mar y en sus colonias; y una segunda, sobre todo entre Prusia y Austria, en la Europa continental.
Las hostilidades comenzaron primero en Europa, apenas unas semanas tras la declaración de guerra. En las etapas iniciales, las tropas francesas derrotaron a las alemanas y británicas y ocuparon Hannover –para gran disgusto del rey Jorge II– al tiempo que Austria lograba tomar Breslavia, en Silesia. En el transcurso de la guerra, Prusia no solo tuvo que luchar contra Francia y Austria, sino también contra Rusia y Suecia. El rey de Prusia, Federico II (el Grande) demostró ser un brillante y práctico estratega, así como un comandante innovador. De la Prusia de Federico se ha señalado, más tarde, que «no era un país con un ejército, sino un Ejército con un país».15 Durante su reinado, Prusia se convirtió en una sociedad muy militarizada –había un soldado por cada catorce habitantes, mientras que en Francia y Gran Bretaña la proporción era de solo uno por cada cien–.16 Los soldados prusianos estaban muy bien entrenados, empleaban tres meses al año en maniobras militares y su precisión y disciplina rara vez tenían rival en el campo de batalla. Una y otra vez, durante la Guerra de los Siete Años, Prusia fue capaz de superar situaciones de gran desventaja e inferioridad numérica y, al final, pudo conservar Silesia y llegar a un empate con Austria.
En cambio, la lucha entre Gran Bretaña y Francia tomó un cariz del todo favorable para la primera, pese a algunas victorias iniciales de la segunda. En 1757, Francia rechazó con éxito un importante ataque británico sobre Luisburgo, construyó el fuerte Carillon en una posición de gran importancia estratégica, en el extremo sur del lago Champlain, en Nueva York, y destruyó el fuerte William Henry en el lago George, a solo unos kilómetros de distancia. Aquel mismo año cambió el gobierno británico, que pasó a estar dirigido por el primer ministro y primer lord del Tesoro Thomas Pelham-Holles, duque de Newcastle, con William Pitt el Viejo, conde de Chatham, en el puesto de secretario de Estado del Departamento Sur, entonces encargado de la defensa y la política en relación con las colonias americanas. En las cuestiones referentes a la guerra, Pitt llevaba las riendas y Newcastle controlaba la bolsa del dinero.
Pitt era partidario de llevar la lucha directamente donde estaba el enemigo. Primero ordenó una serie de descents [asaltos anfibios] sobre puertos y astilleros franceses, pero resultó un fracaso. En 1758, la lucha comenzó a tornarse a favor de los británicos gracias a la toma de Luisburgo (en Canadá) y a desembarcos en los lucrativos asentamientos esclavistas franceses de África Occidental. La Marina británica capturó con audacia buques de guerra y mercantes franceses, lo que privó de muchos marinos experimentados a la flota gala. En Norteamérica, Gran Bretaña comenzó a recuperar con denuedo el territorio que había perdido durante los dos años anteriores. La firma de un tratado de paz con los lenapes (en Delaware), los shawnees y otros pueblos nativos norteamericanos llevó a que retirasen su apoyo a los franceses en el valle del Ohio. Comandados por el general de brigada John Forbes, una fuerza de soldados británicos y un enorme contingente de tropas coloniales, entre las que estaba el 1.er Regimiento de Virginia del coronel George Washington, aprovechó sin pérdida de tiempo esta debilidad para atacar el fuerte Duquesne, que fue destruido por la minúscula guarnición francesa antes de retirarse. En el mismo lugar, los británicos construyeron el fuerte Pitt y el asentamiento circundante de Pittsborough (después Pittsburgh), bautizado en honor del mandatario que había impulsado la campaña.
El año de 1759 fue calificado por la prensa satírica londinense de annus mirabilis, pero para Francia fue un annus horribilis –el comienzo de cuatro años de victorias británicas concatenadas que amenazarían sus posesiones por todo el mundo y que supusieron su fin en Norteamérica–. En el Caribe, la Marina británica se apoderó de Guadalupe, a la que seguirían Martinica y Granada. En el norte, varios fuertes franceses cayeron uno tras otro en el valle del Ohio; y en el este, los británicos tomaron el fuerte Carillon, que reconstruyeron y llamaron Ticonderoga. Una vez neutralizado Luisburgo, Gran Bretaña