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internet, usted pudo comprobar que se trata de una especie de ataque epiléptico. La distonía no es uno de los efectos secundarios más frecuentes del Propofol, pero figura en la larga lista de efectos secundarios probables e improbables. En Samastaður no parece que se produjeran los efectos secundarios más frecuentes —parada cardiorrespiratoria— o, si los hubo, sus consecuencias no se conocieron más allá de las puertas del centro. Usted pensaba que todo apuntaba a que Hans Blær tenía una idea bastante clara de lo que se traía entre manos. Que actuaba con prudencia y adoptaba todas las medidas de seguridad posibles.

      No informaron de quién llamó a la ambulancia, pero la chica del hospital se llamaba Margrét algo. No recordaba su patronímico, y lo lamentaba. Habría querido saberlo. Querría decirlo en voz alta y clara para que el mundo se enterase de que a usted no le era indiferente su sufrimiento. Vivirá, dijeron los médicos en las noticias, y se recuperará por completo. No fue ella quien llamó a la policía, fue otra persona. Usted ignoraba lo que pasaba. La policía había convocado una rueda de prensa para la tarde y entonces quedaría todo más claro. Y seguramente mucho más tenebroso.

       Postura de la montaña

      Pero ahora estaba usted aquí. La espalda recta, los brazos a los costados, mirando fijamente al frente. Estaba al lado de la ventana, tan alta como una persona, por la cual podía ver el mar. ¿Siempre había sido tan grande? Detrás de usted había un grupo de mujeres que no podían dejar de mirarla. Dentro de su cabeza, el mundo bullía buscando un lugar por donde escapar, pero no había salidas, y usted sentía cómo los nervios de todo su cuerpo habían empezado a abrasarse por el estrés. Respiró hondo e intentó no perder el conocimiento. El cansancio se estaba apoderando de usted.

      Hacía ya mucho que no tenía ni idea de dónde o cómo se podía empezar a entender a Hans Blær. Ni siquiera sabía ya cómo se le malinterpretaba. Simplemente, elle sucedía como cualquier otra ley de la naturaleza. Otras personas aceptaban con naturalidad, como algo evidente, que usted era la máxima especialista mundial en la conducta de elle —probablemente la atención que sentía dirigida a usted por la mitad de sus compañeras de yoga era, precisamente, curiosidad—, pero, a fuer de sinceros, usted era la que menos entendía de todos. Usted, la madre, la incubadora de su descendencia, la creadora de su existencia, el manantial de ese gran río. La naturaleza de Hans Blær tenía la peculiaridad de que cuanto más trato se tenía con elle, tanto más incomprensible se volvía. Era como si la cercanía de elle disolviera el nexo con la realidad.

      Y no era nada nuevo. Usted llevaba años preocupada por elle. Probablemente más de lo que debería. Elle era un tren sin gobierno, una estrella fugaz, la explosión que empezó hace mucho tiempo y que ya no se detendrá. Lo único que podíamos hacer era ocultarnos a esperar a que elle terminara lo que tuviera que hacer. Esto no nos va a hacer ningún daño, porque no lo comprendemos, no sabemos de dónde llegó, pero quizá podríamos enfrentarnos a las consecuencias cuando hubiera terminado ese horror, cuando se hubiera consumido la pólvora.

       Postura del árbol

      Usted seguía en la postura de la montaña. Seguía mirando por la ventana. La gurú Guðlaug no decía nada, aunque usted estaba quieta y sin cambiar de postura. Usted tenía el alma demasiado agotada como para que alguien pudiera pensar que sería capaz de mantenerse en equilibrio sobre una sola pierna, pero no era solo eso. Usted había dejado de oír lo que decía la gurú Guðlaug. Solamente un zumbido en los oídos. Usted había dejado de percibir la estancia en la que se encontraba. Había dejado de notar la atención. Tal vez había alcanzado el nirvana, había desaparecido en el vacío, tal vez se había unido, en la profundidad, a los adictos al Propofol, a los iluminados. Tal vez era simplemente que se había rendido. Tal vez era, sencillamente, que no aguantaba más el fisgoneo de las mujeres, el tamaño del mar, los descendientes trans con tendencias dieto-fascistas, Margrét Hija de Alguien, y la idea de tener que regresar a la realidad en la que había emisiones de radio, teléfonos inteligentes, gente con preguntas en los ojos y vacío en los labios. Todo eso era demasiado doloroso.

      Y entonces, sin más, se desmayó.

       Hans Blær Viggósbur

      A mis enemigos les digo: Tened cuidado, pues pronto se extenderá la oscuridad. Hans Blær nunca está solo. Hans Blær es legión, multitud de personas sin rostro que aprovechan la solidaridad incondicional de cada uno de los demás, y sobre aquellos que convierten en proscrito a Hans Blær Viggósbur lloverá fuego y azufre desde todos los puntos cardinales, desde todos los rincones y desde el cielo mismo. Vosotros nunca podréis saber quién es hermano, quién es hermana, quiénes son aliados juramentados que formarán el ejército que me servirá dondequiera que vaya.

      A mis hermanos les digo: Buscad a mis enemigos y aniquiladlos, buscad a quienes se regocijan de mi deshonor y heridlos. Volveos hacia la nación misma, hacia su núcleo, y provocad el caos.

      Yo estoy aquí por vosotros. Vosotros estáis aquí por mí. Juntos, somos legión, juntos somos victoriosos puños y golpes.

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