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de cólera o indignación. Creemos actuar movidos por voluntad propia, sin saber que nuestra susceptibilidad a las emociones de los demás miembros del grupo influye en alto grado en lo que hacemos y en el modo en que reaccionamos.

      Podemos señalar otras fuerzas que emergieron también de ese pasado distante y moldean de forma similar nuestra conducta diaria; por ejemplo, la necesidad de compararnos en todo momento y medir la autoestima con base en la categoría propia es un rasgo notable en todas las culturas de cazadores-recolectores, e incluso entre los chimpancés, como lo son asimismo nuestros instintos tribales, por efecto de los cuales dividimos a la gente en propios o extraños. A esas cualidades primitivas podría añadirse la necesidad de usar máscaras para disfrazar toda conducta mal vista por la tribu, lo que conduce a la formación de una personalidad sombra con todos los deseos oscuros que reprimimos. Nuestros antepasados conocían esa sombra y su peligrosidad e imaginaron su origen en espíritus y demonios que debían ser exorcizados. Nosotros nos apoyamos en un mito distinto: “No sé qué me pasó”.

      Una vez que esa corriente o fuerza primaria en nosotros llega al nivel de la conciencia, tenemos que reaccionar a ella, y lo hacemos dependiendo de nuestro espíritu y circunstancias individuales, aunque usualmente la justificamos sin entenderla en verdad. Dada la manera en que evolucionamos, existe un número limitado de esas fuerzas de la naturaleza humana, y ellas conducen al comportamiento ya mencionado: envidia, presunción, irracionalidad, cortedad de miras, conformidad y agresividad activa y pasiva, por nombrar unas cuantas. Conducen por igual a la empatía y otras formas positivas de la conducta humana.

      Durante miles de años nuestro destino consistió sobre todo en avanzar a tientas en nuestra comprensión y la de nuestra naturaleza. Erramos respecto al animal humano, pues imaginamos que descendíamos mágicamente de una fuente divina, de ángeles en lugar de primates. Todo indicio de nuestra naturaleza primitiva y raíces animales nos resultaba muy perturbador, algo que negar y reprimir. Encubrimos nuestros oscuros impulsos bajo toda clase de excusas y racionalizaciones, con lo que facilitamos que algunos adoptaran conductas desagradables. Pero por fin estamos en un punto en el que podemos vencer nuestra resistencia a la verdad de lo que somos, con el enorme peso de los conocimientos ya acumulados sobre nuestra naturaleza.

      Podemos aprovechar la vasta bibliografía psicológica reunida en los últimos cien años, la cual incluye detallados estudios de la infancia y el impacto de nuestro desarrollo temprano (Melanie Klein, John Bowlby, Donald Winnicott), así como obras sobre las raíces del narcisismo (Heinz Kohut), los lados sombríos de nuestra personalidad (Carl Jung), las raíces de nuestra empatía (Simon Baron-Cohen) y la configuración de nuestras emociones (Paul Ekman). Podemos recoger los numerosos avances en las ciencias que nos ayudan a conocernos mejor: estudios del cerebro (Antonio Damasio, Joseph E. LeDoux), nuestra singular composición biológica (Edward O. Wilson), la relación entre el cuerpo y la mente (V. S. Ramachandran), los primates (Frans de Waal) y los cazadores-recolectores (Jared Diamond), nuestro comportamiento económico (Daniel Kahneman) y cómo operamos en grupos (Wilfred Bion, Elliot Aronson).

      Podemos incluir por igual las obras de ciertos filósofos (Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, José Ortega y Gasset) que han iluminado tantos aspectos de la naturaleza humana, lo mismo que los discernimientos de muchos novelistas (George Eliot, Henry James, Ralph Ellison), quienes suelen ser los más perceptivos de las partes invisibles de nuestro comportamiento. Y por último, podemos incluir la creciente biblioteca de biografías, que revela la naturaleza humana en profundidad y en acción.

      Este libro es un intento de reunir esa inmensa mina de conocimientos e ideas de distintas ramas (véase la bibliografía para las fuentes clave), de componer una guía certera e instructiva de la naturaleza humana basada en evidencias, no en puntos de vista particulares ni en juicios morales. Es una evaluación brutalmente realista de nuestra especie, que disecciona lo que somos para que podamos operar con más conciencia.

      Considera Las leyes de la naturaleza humana como una suerte de código para descifrar el comportamiento de la gente: ordinario, extraño, destructivo, la gama entera. Cada capítulo trata un aspecto o ley particular de nuestra naturaleza. Es factible llamarlas leyes en el sentido de que, bajo la influencia de esas fuerzas elementales, los seres humanos tendemos a reaccionar de forma relativamente predecible. Cada capítulo contiene la historia de un individuo o individuos icónicos que ilustran (negativa o positivamente) la ley en cuestión, junto con ideas y estrategias sobre cómo lidiar contigo y los demás bajo el influjo de esa ley. Cada capítulo termina con una sección acerca de cómo transformar tal fuerza humana básica en algo más positivo y productivo, para que dejemos de ser esclavos pasivos de la naturaleza humana y la transformemos activamente.

      Quizá te sientas tentado a imaginar que estos conocimientos son algo anticuados. Después de todo, podrías razonar, somos ya muy sofisticados y estamos muy avanzados en términos tecnológicos; somos muy progresistas e ilustrados; hemos llegado más allá de nuestras raíces primitivas; estamos en proceso de reescribir la naturaleza humana. Pero lo cierto es lo contrario: nunca antes habíamos estado tan esclavizados a nuestra naturaleza y su potencial destructivo. Y si ignoramos este hecho, jugamos con fuego.

      Mira cómo la permeabilidad de nuestras emociones se ha agudizado con las redes sociales, donde los efectos virales arrasan con nosotros una y otra vez, y donde los líderes más manipuladores son capaces de explotarnos y controlarnos. Ve la agresividad que se exhibe abiertamente en el mundo virtual, en el que resulta muy fácil poner en juego nuestros lados sombríos sin repercusión alguna. Nota cómo la propensión a compararnos con los demás, a sentir envidia y buscar prestigio mediante la atención se ha intensificado con la capacidad para comunicarnos tan rápido con tantas personas. Y por último, considera nuestras tendencias tribales y cómo han hallado el medio perfecto donde operar; podemos encontrar un grupo con el cual identificarnos, afianzar nuestras opiniones tribales en una cámara virtual de resonancia y satanizar a los ajenos, lo que conduce a la intimidación colectiva. El potencial de caos que se deriva del lado primitivo de nuestra naturaleza no ha hecho más que aumentar.

      Esto tiene una explicación muy simple: la naturaleza humana es más fuerte que cualquier individuo, institución o invento tecnológico. Al final determina lo que creamos, con objeto de reflejarse en ello junto con sus raíces primitivas. Nos mueve a su antojo como peones.

      Ignora esas leyes bajo tu cuenta y riesgo. Si te niegas a aceptar tu naturaleza, te condenarás a patrones fuera de tu control y a sensaciones de confusión e impotencia.

      Las leyes de la naturaleza humana fueron concebidas para que te sumerjas en todos los aspectos de la conducta humana e ilumines sus causas últimas. Si permites que este libro te guíe, alterará radicalmente el modo en que percibes a la gente y tu enfoque entero para tratar con ella. También modificará radicalmente cómo te ves a ti mismo. Logrará estos cambios de perspectiva de las siguientes maneras:

       Primero, estas leyes tendrán el efecto de transformarte en un observador más sereno y estratégico de las personas y contribuirán a librarte del drama emocional que innecesariamente te agota.

      Rodearnos de gente despierta nuestras ansiedades e inseguridades sobre cómo nos perciben los demás. Una vez que sentimos esas emociones, resulta muy difícil observar a los individuos, porque ellas nos hunden en nuestras sensaciones y hacen que evaluemos en términos personales lo que los demás dicen y hacen: “¿Les agrado o desagrado?”. Estas leyes te impedirán caer en esa trampa, ya que te revelarán que la gente suele enfrentar emociones y problemas que tienen raíces profundas; ellos están experimentando deseos y decepciones anteriores a ti en años y décadas. Cruzas su camino en un momento particular y te conviertes en el cómodo blanco de su ira o frustración. Proyectan en ti ciertos atributos que quieren ver. En la mayoría de los casos, esto no se relaciona contigo como individuo.

      Tal cosa no debería trastornarte sino liberarte. Este libro te enseñará a dejar de tomar personalmente los comentarios provocadores, muestras de frialdad o momentos de irritación de los otros. Entre más entiendas esto, más fácil te será reaccionar no con tus emociones, sino con el deseo de comprender de dónde procede esa conducta. Te sentirás mientras tanto mucho más tranquilo. Y conforme esto arraigue en ti, serás menos proclive a moralizar y juzgar a las personas; en cambio, las

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