ТОП просматриваемых книг сайта:
La escala. T L Swan
Читать онлайн.Название La escala
Год выпуска 0
isbn 9788417972394
Автор произведения T L Swan
Жанр Языкознание
Серия Miles High Club
Издательство Bookwire
Eso o moriré en el intento.
—Hola —digo, y sonrío a la mujer de aspecto amable que aguarda en recepción—. Me llamo Emily Foster. Empiezo hoy.
Ella sonríe de oreja a oreja.
—Hola, Emily, me llamo Frances. Soy jefa de planta —me estrecha la mano—. Encantada de conocerte.
Parece maja.
—Te acompañaré a tu mesa.
Echa a andar. Me fijo en lo grande que es la oficina. Las mesas se dividen en grupos de cuatro o seis y están separadas por tabiques.
—Como sabes, cada planta pertenece a una sección de la empresa —explica mientras camina—. De la uno a la veinte están internacional y revistas. De la treinta a la cuarenta, actualidad, y más arriba están los de la tele.
Asiento, nerviosa.
—En las dos últimas plantas solo están los jefes, por lo que no podrás acceder allí con tu tarjeta. Tenemos la costumbre de hacer una visita guiada por el edificio a los nuevos empleados, y Lindsey, de recursos humanos, vendrá y te acompañará a las dos en punto de esta tarde.
—Vale, genial. —Sonrío cuando siento que la seguridad en mí misma se queda en la moqueta.
Madre mía, qué profesional es esto.
—La mayoría empiezan en la planta cuatro y van subiendo, así que felicidades por empezar en la cuarenta. Es asombroso —me dice con una gran sonrisa.
—Gracias —digo, nerviosa.
Me conduce a un grupo de cuatro escritorios que hay junto a la ventana y saca una silla.
—Tu mesa.
—Vaya.
Me quedo blanca. Quien mucho abarca poco aprieta. Nada más sentarme, noto cómo el pánico empieza a apoderarse de mí.
—Hola, me llamo Aaron —dice un hombre mientras toma asiento a mi lado. Me estrecha la mano con una gran sonrisa—. Tú debes de ser Emily.
—Hola, Aaron —musito.
Me siento una inepta total.
—Te dejo con Aaron. Estarás bien —me indica Frances, y sonríe.
—Gracias.
—Que tengas un buen día —se despide, y vuelve a su mesa.
Miro el ordenador mientras el corazón me late desbocado.
—¿Estás emocionada? —pregunta Aaron.
—Estoy muerta de miedo —susurro mientras me vuelvo hacia él—. Nunca he estado en un puesto así. Normalmente, encuentro las historias con mis colegas.
Me sonríe con cariño.
—No te preocupes, todos estamos igual el primer día. No te habrían dado el puesto si no confiasen en ti.
Esbozo una sonrisa torcida.
—No quiero decepcionar a nadie.
Me cubre la mano con la suya.
—Eso no va a pasar. Este equipo es muy bueno y nos ayudamos mucho los unos a los otros.
Miro su mano.
—Uy. —Se da cuenta de que estoy incómoda y la aparta—. Soy gay y me encanta tocar a la gente. Si ves que invado tu espacio, me lo dices, que yo no me corto un pelo.
Sonrío. Agradezco su sinceridad.
—Vale —digo, y veo que la gente llega—. ¿Cuánto llevas aquí?
—Cuatro años. Me encanta —exclama moviendo los hombros para darle énfasis—. Es el mejor trabajo que he tenido en mi vida. Me mudé de San Francisco por él.
—Yo de California —digo, y sonrío orgullosa.
—¿Has venido sola? —pregunta.
—Sí —respondo y me encojo de hombros—. He alquilado un pisito de un solo dormitorio. Llegué el viernes.
—¿Y qué has hecho este finde? —pregunta.
—Flipar por lo de hoy.
Se ríe.
—No te preocupes. Todos hemos pasado por lo mismo.
Miro a las dos sillas vacías.
—¿Con quién más trabajamos?
—Con Molly. —Señala la silla que tengo delante—. Ella ficha a las nueve y media. Es madre soltera y tiene que llevar a los niños al cole.
Sonrío. Me parece bien.
—Y con Ava, que seguro que salió anoche y por eso llega tarde.
Sonrío y pongo los ojos en blanco.
—Se pasa el día de fiesta y nunca está en su mesa; siempre se las ingenia para estar en otro sitio.
—Hola —saluda una chica. Llega corriendo por el pasillo y se sienta en su silla. Para cuando me extiende la mano, está jadeando—. Me llamo Ava.
Le estrecho la mano y sonrío.
—Yo soy Emily.
Ava es más joven que yo. Es muy guapa, lleva el pelo corto en tono miel y su maquillaje es espectacular. Es muy moderna, muy neoyorquina.
—Enciende el ordenador y te enseñaré qué programas usamos —me dice Aaron.
—Vale —acepto, y me concentro en mi tarea.
—Bua, Aaron —exclama Ava—. Anoche conocí al tío más sexy del mundo.
—Y vuelta la burra al trigo —suspira Aaron—. Conoces al tío más sexy del mundo todas las noches.
Caigo en la cuenta de que estoy sonriendo al escucharlos.
—No, esta vez es en serio, lo juro.
Miro a Aaron, que sonríe con suficiencia y pone los ojos en blanco como si ya hubiese oído eso antes.
Ava se pone a trabajar y Aaron me explica cómo van los programas mientras yo tomo notas.
—A las diez nos llegan las historias.
Escucho con atención.
—Nosotros, como periodistas, tenemos que leerlas, decidir si se les puede sacar chicha o no y si vamos a documentarnos al respecto.
Frunzo el ceño.
—¿Y cómo tomáis esa decisión?
—Apostamos por lo que nos interesa —interviene Ava—. A ver, es obvio que las noticias de última hora son importantes, pero no nos pagan por eso.
Lee un correo.
—Por ejemplo, tres cafeterías a dos manzanas de distancia han cerrado esta semana. —Pone los ojos en blanco—. En serio, ¿a quién le importa? Esto no es noticia.
Se me escapa una risita.
—Tengo una —dice Aaron, que procede a leerla—: «Un conductor que viajaba a doscientos cincuenta kilómetros por hora se ha saltado un control policial. La persecución acabó cuando…
Ava asiente.
—¿Ves? Esto sí.
—Esta me la guardo.
Escribe algo y guarda el archivo en una carpeta.
—Entonces, ¿esto cómo va? —pregunto.
—A ver, nosotros recopilamos historias, hablamos de lo que ha encontrado cada uno y hacemos una lista. Investigas tus historias, y para las cuatro o así ya tienes que haber preparado unas cuantas para que salgan en las noticias del día siguiente. Se las enviamos a Hayden, que a su vez se las envía a