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los próximos meses. image

image ¿Qué hay en aquellos a quienes parece que ningún huracán los hace caer hasta el fondo? ¿Qué tienen esas personas que, a pesar de los terremotos de su vida, se mantienen de pie?

      ¿Qué tienen en común estas historias? ¿Cuál es el hilo conductor? En todas existe una crisis que sacude a sus protagonistas y les roba su tranquilidad.

      Algo que no podemos evitar es que, de pronto, la vida nos cambie los planes por un accidente, un despido, una enfermedad terminal, el fracaso de un negocio, un fraude, una deuda, una ruptura, el fallecimiento de un familiar…

      Toda nuestra historia cambia con un evento inesperado, una mala noticia, una llamada telefónica, un encuentro, una discusión o, simplemente, por estar en el lugar equivocado. Es como un iceberg que aparece de pronto e impide que sigamos navegando en aguas calmadas.

      No importa dónde vivas ni cuáles sean tus creencias religiosas; si tienes veinte o cuarenta años; ni siquiera importa el estado de tus finanzas personales o qué tan sensato seas. La adversidad no respeta a nadie y no es buena inquilina. Aparece cuando nadie quiere y se va después de una buena estancia. No conforme, genera costos muchas veces bastante altos para quien la recibe.

      Tenemos una seria desventaja frente a las crisis: nunca llegan solo si uno está preparado para recibirlas, si el momento histórico personal es el adecuado, si se tienen las herramientas para superarlas, o no. Simplemente llegan.

      Tal vez no hemos sido diagnosticados con una enfermedad terminal, quizas no hemos sido despedidos o ni siquiera hemos sufrido una infidelidad. Probablemente, nuestros problemas tengan otros apodos. Pero, sin lugar a dudas, todos hemos experimentado esa extraña sensación de desasosiego y ansiedad frente a circunstancias desfavorables. Es como si de pronto nos bajaran el interruptor o nos quitaran el dulce de la boca.

      El hombre se mide a sí mismo en las dificultades. En la vida se cierran puertas, pero también se abren posibilidades. A lo largo de los años hemos visto a individuos y organizaciones que, incluso estando en la cima del mundo, se han topado con algo que los ha hecho estremecerse y caer. Tal vez te ha sucedido a ti también. Puede ser algo que llegó de golpe o que siempre estuvo ahí, pero que hasta ese instante no habían sido capaces de ver; algo que les dio un vuelco y, en cuestión de un parpadeo, los dejó, si no tocando el suelo, al menos volando a media altura. Hace no mucho tiempo, en 2008, Coca-Cola experimentó una fuerte crisis. Su CEO actual, Muhtar Kent, la explica así: «Nos habíamos vuelto ensimismados. No salíamos a ver cómo cambiaba el mundo».

      Cuando Kent tomó el mando de la compañía tenía dos opciones: regodearse en su arrogancia o estabilizar la empresa. Logró lo segundo al aceptar que estaban pasando por un mal momento, y comenzó a crear soluciones a través de la colaboración y ayuda mutua de todos los integrantes de la compañía. En medio de la tormenta, con un tanto de humildad y otro tanto de planeación, estrategia y dirección, logró que el buque virara.

      ¿Por qué las crisis nos frenan tanto? ¿Por qué es tan complicado salir de ellas? ¿Por qué damos tantas vueltas antes de ponernos en acción para superarlas? Y lo que es peor: si ya sabemos lo que tenemos que hacer, ¿por qué no lo hacemos?

      Algunos no saben por dónde empezar, pero muchos otros no actúan por la misma arrogancia que, en su momento, experimentó Coca-Cola. La mayoría de los seres humanos actúan con base en el ego en vez de en la humildad y la inteligencia. Se bloquean cuando las cosas no salen como las habían planeado y tratan de señalar culpables.

      De hecho, mi trabajo frecuente me ha permitido observar desde el podio, con detenimiento, a ese complejo grupo, y gracias a ello he podido percibir la reticencia de las personas a aceptar que necesitan hacer algo diferente en sus vidas para seguir creciendo, sobre todo cuando están en aprietos. No aceptan que las cosas se salgan de su control. Ponen cara de Yo estoy de maravilla o de Yo no necesito de tus cuentos, cuando la realidad es otra. Quisieran despertarse un buen día y sentir que sus problemas ya no están, que se fueron volando como por arte de magia.

      Pocos son, y son los más valiosos, los que buscan ir más allá de su problema y se comprometen con su vida al aceptar que pueden hacer reingeniería de esta para salir mejor librados de lo que les sucede.

La mayoría de los seres humanos actúan con base en el ego en vez de en la humildad y la inteligencia. Se bloquean cuando las cosas no salen como las habían planeado y tratan de señalar culpables. image

      No sé si justo ahora estés experimentando una situación de crisis. Desconozco si existe alguna carga pesada en tu vida o en tu trabajo que esté llevándote a perder el control sobre las cosas. Tal vez estés viviendo algo por lo que te has cuestionado si lo que has hecho ha sido lo correcto. Quizá algo haya puesto a tu bienestar en la cuerda floja. Si ese fuera tu caso, estoy plenamente seguro de que esa situación pasará. Así como has salido a salvo de otros pasillos oscuros y difíciles, este también se iluminará; cesará la tormenta y llegará la calma.

      Vaya, todo eso hasta suena obvio, ¿no? Y bien podrías reclamarme: Eso lo sabemos. ¿Dónde está la novedad? Aunque no lo creas, para muchos no es tan obvio como parece. Y aunque a algunos les parezcan principios elementales, a la hora de estar en el ruedo, frente al toro, muy pocos los recuerdan y los aprovechan. Que te parezcan sencillos no significa que los apli-ques. Es como un paracaídas: lo importante no es conocerlo o saber que existe, sino saber abrirlo y abrirlo cuando es necesario.

      En caso de que sí los pongas en práctica, te felicito, pero hay algo que va más allá y que debes saber: no hay garantía de que nunca volveremos a caer en la misma crisis, de que ya no tropezaremos con un reto o de que no vaya a presentarse algo inesperado que nos saque de nuestras casillas y nos lleve a preguntarnos ¿Otra vez?, ¿y ahora qué hago?

      De eso trata este libro. Su propósito no solo es que aprendas a pensar de manera positiva frente a lo que te suceda, sino que además generes nuevos hábitos para afrontar las crisis. Comprenderás que estas te ayudan a desarrollarte personal y profesionalmente para tener una vida más parecida a la que deseas.

      Cuando empecé a visualizar el contenido de este libro, me propuse transmitir algo que te resultara tan útil que consideraras regalar un ejemplar a tus colaboradores de trabajo, y tan sencillo que pudieras comentarlo hasta con tus hijos más pequeños.

      Mi idea, la cual sostengo con plena convicción porque la he comprobado una y otra vez, es que los seres humanos tienen la grandiosa oportunidad de reencuadrar todo, absolutamente todo lo que les sucede, para dar un giro a su historia, por más neblina que se vislumbre. Solo depende de cómo acomoden las fichas y de las estrategias que utilicen.

      Uno de tantos ejemplos es el de Robert Plutchik, psicólogo y profesor estadounidense que obtuvo fama mundial en la década de 1980 por haber identificado y clasificado de forma práctica las emociones, con lo cual trazó las primeras pinceladas de la teoría psicoevolutiva de la emoción. Esta se basa en ocho emociones primarias que pueden combinarse. Por ejemplo, si combinamos alegría y aceptación, experimentaremos amor; esperanza y satisfacción generarán optimismo; dolor más sorpresa producirán desengaño, etcétera. Todo depende del grado de intensidad y de qué tanto nos dejemos llevar por cada emoción.

      Plutchik, como varios especialistas, nos confirma que existen vías rápidas, efectivas y avaladas –más allá de la autoayuda o la superación personal– para conducir nuestras emociones de forma objetiva aun después de haber vivido experiencias complicadas. De esta manera, al trabajar desde dentro es posible aprender a gestionar nuestras crisis pasadas, presentes y futuras.

      No vayamos muy lejos: cuántos casos no conoces donde la esperanza

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