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procuren la explicación definitiva de los sueños, pues nuestro conocimiento de dichas perturbaciones es aún muy poco satisfactorio. En cambio, es muy verosímil que una nueva concepción de la vida onírica influya en nuestras opiniones sobre el mecanismo interno de las perturbaciones mentales, y de este modo podemos afirmar que al esforzarnos en esclarecer el enigma de los sueños laboramos también en el esclarecimiento de las psicosis.

      Creo necesario justificar por qué no he continuado mi exposición de la literatura existente sobre los sueños con la publicada en el período transcurrido desde la primera edición de la presente obra hasta el momento actual. Ignoro si las razones que para justificar tal omisión puedo aducir parecerán suficientes al lector; pero lo cierto es que fueron las que determinaron mi conducta. Con la introducción que precede quedaban plenamente cumplidos los propósitos que me llevaron a iniciar mi estudio con una exposición de la literatura onírica, y la prosecución de este trabajo hubiera exigido una larga y penosa labor, no compensada por utilidad ninguna real. En efecto: durante los nueve años transcurridos a partir de la primera edición de mi libro no ha surgido ningún punto de vista que haya traído consigo algo nuevo o valioso para la concepción de los sueños. Mi trabajo no ha sido siquiera citado en la mayoría de las publicaciones posteriores, y, naturalmente donde menos interés ha despertado ha sido entre los investigadores especializados en estas materias, los cuales han dado un brillante ejemplo de la repugnancia propia de los hombres de ciencia a aprender algo nuevo. Les savants ne sont pas curieux, ha dicho Anatole France, el fino ironista. Así, pues, si en la Ciencia hay un derecho a la venganza, estaría justificado que a mi vez despreciara la literatura aparecida después de mi libro. Por otro lado, los pocos críticos que en los periódicos científicos se han ocupado de mi obra han revelado tanta incomprensión, que no les puedo contestar sino invitándolos a leerla de nuevo; o, mejor, simplemente a leerla.

      En los trabajos de aquellos médicos que se han decidido a emplear la terapéutica psicoanalítica, y en otros autores, han sido publicados e interpretados conforme a mi procedimiento muchos sueños. Al revisar la presente edición he incorporado a los capítulos correspondientes aquello que en tales trabajos iba más allá de una simple confirmación de mis observaciones. Por último, un índice bibliográfico, que al final incluyo, contiene las publicaciones más interesantes aparecidas con posterioridad a la edición primitiva. La extensa obra de Sante de Sanctis sobre los sueños, traducida al alemán poco después de su aparición, vio la luz casi al mismo tiempo que mi Interpretación de los sueños de manera que ni yo pude tener noticia anterior de ella ni tampoco el autor italiano de la mía. Desgraciadamente, el aplicado trabajo de Sante de Sanctis es tan pobre en ideas, que no deja siquiera sospechar la posibilidad de los problemas por mí tratados.

      No puedo mencionar sino dos obras, en las que el problema de los sueños aparece tratado en forma análoga a la mía. Un filósofo contemporáneo, H. Swoboda, que ha emprendido la labor de extender a lo psíquico la periodicidad biológica en series de veintitrés a veintiocho días, descubierta por W. Fliess, ha intentado resolver con esta clave, entre otros enigmas, el de los sueños, en un escrito de amplia fantasía. Pero asigna al fenómeno onírico una importancia menor de la que posee, explicando su contenido por la reunión de todos aquellos recuerdos que en la noche correspondiente completan por primera o enésima vez uno de los períodos biológicos. Una comunicación personal del autor me hizo suponer al principio que él mismo no trataba de defender seriamente esta teoría. Pero parece que me he equivocado al deducir tal conclusión. Mucho más satisfactorio para mí fue el hallazgo casual, en un lugar totalmente inesperado, de una concepción de los sueños cuyo nódulo coincidía en absoluto con el de mi teoría. Descartada por medio de una simple comparación de fecha toda posibilidad de una influencia ejercida por la lectura de mi obra, debo reconocer aquí el único caso de coincidencia de un pensador independiente con la esencia de mi teoría de los sueños. El libro en el que se halla esta concepción de la vida onírica se publicó en segunda edición en 1900 y ostenta el título de Fantasías de un realista, y lleva la firma de Lynkeus.

      La justificación que antecede fue descrita en 1909. Desde esta fecha han variado mucho las cosas. Mi aportación a la interpretación de los sueños no es omitida ya en los nuevos trabajos sobre esta materia. Pero la nueva situación me hace imposible continuar la información precedente. La Interpretación de los sueños ha hecho surgir toda una serie de nuevos problemas y afirmaciones, que han sido muy diversamente discutidos, y, como es lógico, no puedo analizar los trabajos de esta índole hasta haber desarrollado aquellas de mis opiniones a que los autores se refieren. De lo que en esta literatura me ha parecido más valioso trato en los capítulos de la presente edición.

      Hasta 1900, fecha de la primera edición de la presente obra, en su original alemán.

      Las consideraciones que siguen están tomadas del concienzudo estudio de Büchsenschütz.

      En alemán existen términos diferentes para designar el suelo -fenómeno onírico- y el acto de dormir (Traum y Schlaf). Igualmente en francés y en inglés (rêve y sommeil; dream y sleep). Pero en castellano no poseemos sino un mismo término -sueño- para ambos conceptos. Como esto pudiera originar confusiones, diremos tan sólo sueño refiriéndonos al fenómeno onírico, y emplearemos para designar el acto de dormir la palabra reposo. (N. del T.)

      También Hipócrates dedica un capítulo de su famosa obra médica a las relaciones entre los sueños y las enfermedades. (Nota de 1914).

      Sobre la interpretación onírica en la Edad Media, cf. la obra de Diepgen y las investigaciones especiales de M. Foerster, Gotthard y otros. Almoli, Amram, Lewinger, y recientemente, desde el punto de vista psicoanalítico, Lauer, han estudiado la interpretación de los sueños entre los judíos; Drexi, F. Schwarz y el misionero Tfinkdji, entre los árabes; Miura e Iwaya, entre los japoneses; Secker, entre los chinos, y Negelein, entre los indios.

      «…y cualquiera que sea el propósito al que uno se aferre con devoción, cualquiera el asunto que nos ha tenido ocupado en exceso en el pasado, más diligente se hace la mente sobre tal propósito, generalmente son las mismas cosas que parecemos encontrar en los sueños: abogados que alegan sus pleitos y comparan leyes, generales que combaten y se trenzan en batalla…» (Nota del E.)

      «Así es como los restos de pensamientos y acciones se movilizan y agitan dentro del alma.» (Nota del E.)

      También Vaschide afirma haberse observado con gran frecuencia que en nuestros sueños hablamos los idiomas extranjeros con mayor soltura y corrección que en la vida despierta.

      Como resultado de investigaciones posteriores, añadiré aquí que no es cosa tan rara el que el sueño reproduzca inocentes y poco importantes ocupaciones del día, tales como hacer los baúles, preparar la comida, etc. Pero en tales sueños no acentúa el sujeto el carácter de recuerdo, sino el de realidad: «Todo eso lo estuve haciendo realmente durante el día.» (Nota de 1909.)

      Chauffeurs, nombre dado en la Vendée a una cuadrilla de ladrones que aplicaban a sus víctimas la tortura descrita.

      La aparición de personas gigantes en un sueño indica que en el mismo se evoca una escena de la infancia del durmiente. (Nota de 1911.)

      Adición de 1925: «Incidentalmente, la interpretación consignada que apunta a una reminiscencia de Los viajes de Gulliver, es un buen ejemplo de lo que una interpretación no debe ser. El interpretador de un sueño no debe darle rienda suelta a su imaginación y olvidarse de las asociaciones del soñador.» (Nota del E.)

      Además de este valor diagnóstico de los sueños (por ejemplo, en Hipócrates), debemos recordar la importancia terapéutica que en la antigüedad se les concedía.

      Entre los giegos había onirocríticos, a los que acudían principalmente enfermos en demanda de curación. El paciente penetraba en el templo de Apolo o Esculapio y era sometido a diversas ceremonias -baño, masaje, sahumerio, etc.-, que provocaban en él un estado de exaltación. En seguida se le dejaba reposar dentro del templo, tendido sobre la piel de un carnero

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