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estos sueños terapéuticos entre los griegos, cf. Lehmann, I, 74; Bouché-Leclercq, Hermann, Gottesd, Altert, d. Gr., párr. 41; Privatalert, párr. 38, 16; Böttinger, Beitr., z. Geschichte d. Med. (Sprengel), II, págs. 163 y ss.; W. Lloyd, Magnetism and mesmerims in antiquit, Londres, 1877; Döllinger, Heidentum und Judentum, pág. 130.

      Sin embargo, se han observado también sueños que se repitieron periódicamente; cf. la colección de Chabenaix.

      Citado por Benini (1898).

      H. Silberer ha mostrado en varios interesantes ejemplos cómo incluso pensamientos abstractos se transforman, en estado de adormecimiento, en imágenes plásticas que aspiran a presentar idéntico significado. Jahrbuch v. Bleuler-Freud, I, 1909.

      Análogamente intenta Haffner explicar la actividad onírica por la transformación que en la correcta función del intacto aparato anímico tiene que provocar una condición introducida en él de un modo anormal, pero describe esta condición en forma distinta a la de Delboeuf. Según Haffner, la primera característica del sueño es la carencia de lugar y tiempo, esto es, lal emancipación de la representación del puesto que el sujeto ocupa dentro del lugar y tiempo. Con éste se enlaza el segundo carácter fundamental del sueño; la confusión de las alucinaciones, imaginaciones y combinaciones de la fantasía con las percepciones exteriores. «Dado que la totalidad de las fuerzas anímicas superiores, y especialmente la formación de conceptos, el juicio y la deducción, por un lado, y por otro la autodeterminación contingente, se unen a las imágenes fantásticas sensoriales y tienen siempre a éstas como base, habrán de participar asimismo estas actividades de la falta de reglas de las imágenes oníricas. Y decímos que participan porque, tanto la energía de nuestro juicio como la de nuestra voluntad no experimentan en sí, durante el sueño, alteración ninguna. Por lo que a la actividad se refiere, somos, durante el reposo, igualmente libres y poseemos igual penetración que en estado de vigilia. Ni aun en sueños puede el hombre burlar las leyes del pensamiento; esto es, identificar lo que se le representa como opuesto, etc., ni tampoco desear sino aquello que se representa como un bien (sub rationi boni). Pero en esta aplicación de las leyes del pensar y del querer es inducido a error el espíritu humano, en el sueño, por la confusión de una representación con otra. Así, establecemos y cometemos en él las mayores contradicciones, mientras que al mismo tiempo podemos formular los más penetrantes juicios, deducir las más lógicas conclusiones y tomar las decisiones más virtuosas y santas. La falta de orientación es todo el secreto del vuelo que nuestra fantasía sigue en el sueño, y la ausencia de reflexión crítica y de contraste con otras inteligencias constituye la fuente principal de la extravagancia de nuestros juicios, esperanzas y deseos en el sueño» (pág. 16).

      Compárese con este punto de vista el désintêret, en el que Claparède (1905) ve el mecanismo de la conciliación del reposo.

      «No hay cosa imaginada demasiado absurda, demasiado enredada o demasiado anormal para nuestros sueños.» (Nota del E.)

      Más adelante se nos revelará el sentido de estos sueños llenos de palabras que comienzan con la misma sílaba.

      Cf. Haffner y Spitta.

      El inteligentísimo místico Du Prel, uno de los pocos autores cuya omisión en anteriores ediciones de este libro quisiera reparar, manifiesta que el acceso a la metafísica no es, por lo que el hombre se refiere, la vida despierta, sino el sueño (Philosophie der Mystik, página 59).

      Nota de 1914: «Una bibliografía ulterior y una discusión crítica de estos problemas puede encontrarse en Tobowolska (1900).»

      Cf. la crítica que de esta hipótesis hace Havelock Ellis (World of dreams, pág. 268).

      Grundzüge des Systems der Anthropologie, Erlangen, 1860.

      No deja de ser interesante conocer la actitud que la Inquisición adoptase ante este problema. En el Tractatus de Officio sanctissimae Inquisitionis, de Tomás Careña (edición de Lyon, 1659), se dice: «Si alguien profiriese herejías en sueños, deberán los inquisidores abrir información sobre su vida, pues en los sueños suele retornar aquello que nos ha ocupado durante el día» (Dr. Ehniger S. Urban, Suiza).

      Idénticamente se expresa el poeta Anatole France (Le Lys rouge): Ce que nous voyons la nuit, ce sont les restes malheureux de ce que nous avons négligé dans la veile. La rève est souvent la revanche des choses qu’on méprise ou le reproche des êtres abandonnes.

      Entre los autores que con posterioridad a los citados han tratado de estas relaciones se encuentran Feré, Ideler, Lasègue, Pichon, Régis, Vespa, Giessler, Kazowsky, Pachantoni y otros. (Nota de 1914).

      H. Swoboda: Die Perioden des menschlichen Organismus, año 1904.

      Nota de 1930: «Ver mi trabajo sobre Josef Popper-Lynkens y la teoría onírica» (En estas Obras Completas).

       EL MÉTODO DE LA INTERPRETACIÓN ONÍRICA -

      EJEMPLO DEL ANÁLISIS DE UN SUEÑO

      EL título dado a la presente obra revela ya a qué concepción de la vida onírica intenta incorporarse. Me he propuesto demostrar que los sueños son susceptibles de interpretación, y mi estudio tenderá, con exclusión de todo otro propósito, hacia este fin, aunque claro está que en el curso de mi labor podrán surgir accesoriamente interesantes aportaciones al esclarecimiento de los problemas oníricos señalados en el capítulo anterior. La hipótesis de que los sueños son interpretables me sitúa ya enfrente de la teoría onírica dominante e incluso de todas las desarrolladas hasta el día, excepción hecha de la de Scherner, pues «interpretar un sueño» quiere decir indicar su «sentido», o sea, sustituirlo por algo que pueda incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como un factor de importancia y valor equivalentes a los demás que la integran. Pero, como ya hemos visto, las teorías científicas no dejan lugar alguno al planteamiento de este problema de la interpretación de los sueños, no viendo en ellos un acto anímico, sino un proceso puramente somático, cuyo desarrollo se exterioriza en el aparato psíquico por medio de determinados signos. En cambio, la opinión profana se ha manifestado siempre en un sentido opuesto. Haciendo uso de su perfecto derecho a la inconsecuencia, no puede resolverse a negar a los sueños toda significación, aunque reconoce que son incomprensibles y absurdos, y, guiada por un oscuro presentimiento, se inclina a aceptar que poseen un sentido, si bien oculto, a título de sustitutivos de un diferente proceso mental. De este modo todo quedaría reducido a desentrañar acertadamente la sustitución y penetrar así hasta el significado oculto.

      En consecuencia, la opinión profana se ha preocupado siempre de «interpretar» los sueños, intentándolo por dos procedimientos esencialmente distintos. El primero toma el contenido de cada sueño en su totalidad y procura sustituirlo por otro contenido, comprensible y análogo en ciertos aspectos. Es ésta la interpretación simbólica de los sueños, que, naturalmente, fracasa en todos aquellos que a más de incomprensibles se muestran embrollados y confusos. La historia bíblica nos da un ejemplo de este procedimiento en la interpretación dada por José al sueño del Faraón. Las siete vacas gordas, sucedidas por otras siete flacas, que devoraban a las primeras, constituye una sustitución simbólica de la predicción de siete años de hambre, que habrían de consumir la abundancia que otros siete de prósperas cosechas produjeran en Egipto. La mayoría de los sueños artificiales creados por los poetas se hallan destinados a una tal interpretación, pues reproducen el pensamiento concebido por el autor bajo un disfraz, correspondiente a los caracteres que de los sueños nos son conocidos por experiencia personal. Un resto de la antigua creencia en la significación profética de los sueños perdura aún en la opinión popular de que se refieren principalmente al porvenir, anticipando su contenido, y de este modo el sentido descubierto por medio de la interpretación simbólica es generalmente transferido a un futuro más o menos lejano.

      Naturalmente, no es posible indicar norma alguna para llevar a cabo una tal interpretación simbólica. Esta depende tan solo del ingenio y de la inmediata intuición del interpretador; razón por la cual pudo elevarse la interpretación por medio de símbolos a la categoría

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