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la que hemos de dar el nombre de fantasía se eleva en el sueño, libre de todo dominio de la razón, y con ello de toda norma, a un ilimitado imperio. Toma ciertamente sus materiales de la memoria de la vida despierta, pero construye con ellos algo en absoluto diferente a las formaciones de la vigilia, y se muestra en el sueño no solamente reproductiva, sino productiva. Sus peculiaridades prestan a la vida onírica sus especiales caracteres. Muestra una predilección por lo desmesurado, exagerado y monstruoso; pero al mismo tiempo adquiere, por su emancipación de las categorías mentales contrarias, una mayor agilidad y flexibilidad y se revela finalmente sensible a los más sutiles estímulos psíquicos que determinan nuestro estado de ánimo y a los efectos agitadores, transformando instantáneamente la vida interior en imágenes plásticas exteriores. La fantasía onírica carece de lenguaje abstracto; tiene que representar plásticamente aquello que quiere expresar, y dado que de este modo no pueden los conceptos ejercer una acción debilitante, crea imágenes de intensa y plena plasticidad. Resulta así que su lenguaje, por claro que sea, deviene ampuloso, pesado y torpe. La impresión de que además adolece depende especialmente de la peculiar repugnancia de la fantasía onírica a expresar un objeto por la imagen correspondiente, y de su preferencia a escoger otra imagen distinta, en tanto en cuanto le es factible expresar por medio de la misma aquella parte, estado o situación que del objeto le interesa exclusivamente representar. Esta es la actividad simbólica de la fantasía. Muy importante también es el hecho de que la fantasía onírica no copia los objetos en su absoluta totalidad, sino tan sólo su contorno, aun éste con la mayor libertad. Sus creaciones plásticas muestran de este modo algo de inspiración genial. Pero, además, la fantasía onírica no se limita a esta mera reproducción del objeto, sino que se ve interiormente obligada a enlazar con él, más o menos estrechamente, el yo onírico, y crear en esta forma una acción. Así, el sueño provocado por un estímulo visual nos hace ver, tiradas por la calle, relucientes monedas de oro que vamos recogiendo alegremente.

      El material al que la fantasía onírica aplica su actividad artística es, sobre todo, según Scherner, el de los estímulos orgánicos, tan oscuros durante el día. Resulta, pues, que la teoría, en exceso fantástica, de Scherner, y la quizá demasiado tímida de Wundt y otros fisiólogos totalmente opuestas, en general, vienen a coincidir por completo en lo referente a las fuentes y los estímulos del sueño. Pero según la teoría fisiológica, la reacción anímica a los estímulos somáticos internos se limita a la evocación de representaciones a ellos adecuadas, las cuales llaman luego a otras en su auxilio por medio de la asociación, pareciendo quedar terminada con esta fase la serie de los procesos psíquicos del sueño; y, en cambio, según Scherner, los estímulos somáticos no proporcionan al alma sino un material que la misma puede poner al servicio de sus propósitos fantásticos; la formación de los sueños no empieza para Scherner sino precisamente en el punto en que se agota a los ojos de los demás.

      No puede, de todas maneras, considerarse congruente lo que la fantasía onírica realiza con los estímulos somáticos. Se permite en ellos un juego burlón, representándose, por medio de un símbolo plástico cualquiera, la fuente orgánica de la que proceden en cada caso los estímulos. Scherner llega incluso a opinar, sin que en ello le sigan Volkelt y otros, que la fantasía onírica posee una determinada representación favorita para la totalidad de nuestro organismo: la casa. Mas, para dicha de sus representaciones, no parece permanecer constante y obligadamente ligada a esta única imagen. Por el contrario, puede emplear series enteras de casas para designar un solo órgano. Así, largas calles para el estímulo intestinal. Otras veces quedan representadas partes del cuerpo por detalles aislados de una casa. Así, en el sueño provocado por el dolor de cabeza, queda ésta representada por el techo de una habitación que el sujeto ve cubierto de repugnantes arañas semejantes a sapos.

      Fuera del simbolismo de la casa, son empleados otros objetos para representar la parte del cuerpo de la que emana el estímulo onírico. «El pulmón y su función anatómica encuentra su símbolo en la estufa encendida y la corriente de aire que en ella se establece; el corazón, en cajones o cestos vacíos, y la vejiga, en objetos redondos en forma de bolsa o sencillamente cóncavos.

      «El sueño provocado por un estímulo emanado de los genitales masculinos hace encontrar al sujeto en la calle la boquilla de un clarinete o de una pipa, o también una piel. Los dos primeros objetos evocan aproximadamente la forma del sexo masculino, y el último el vello del pubis. En las mujeres queda representada oníricamente la región pubiana por un angosto patio, y la vagina, por un estrecho sendero blando y resbaladizo, que los atraviesa y por el que tiene que pasar la sujeto del sueño para llevar, por ejemplo, una carta dirigida a un hombre.» (Volkelt, pág. 39.) Muy importante es la circunstancia de que al final de un tal sueño de estímulo somático se desenmascara, por decirlo así, la fantasía onírica, presentando en su forma real el órgano estimulador o su función. Así, el sueño provocado por un estímulo dental termina casi siempre con la caída o extracción de una muela o un diente que el sujeto mismo saca de su boca.

      Pero la fantasía onírica no dirige exclusivamente su atención a la forma del órgano estimulador, sino que puede tomar asimismo la sustancia en él contenida como objeto de la simbolización. Así, el sueño de estímulo intestinal hace andar al sujeto por calles cubiertas de excrementos, y el de estímulo vesical le conduce junto a una rápida corriente de agua. El sueño puede representar simbólicamente el estímulo como tal, la naturaleza de la excitación producida y el objeto al que tiende o bien hace entrar al yo onírico en una relación concreta con las simbolizaciones del estado mismo por el que atraviesa. Así sucede cuando, en los sueños provocados por un dolor, luchamos desesperadamente con perros o toros que nos acometen, o cuando en el sueño femenino de estímulo sexual, se ve perseguida la durmiente por un hombre desnudo. Aparte de la enorme variedad de la representación, hallamos en todo sueño, como fuerza central, una actividad simbolizante de la fantasía. Volkelt intentó después penetrar en el carácter de esta fantasía y señalar a la actividad psíquica así reconocida un puesto concreto en un sistema filosófico. Pero su obra, muy bella y escrita con cálido entusiasmo, resulta difícil de comprender para aquellos a quienes una previa preparación no ha habituado a desentrañar lo que en realidad oscuramente presentida existe en los abstractos esquemas filosóficos.

      La actividad de la fantasía simbolizante no es enlazada por Scherner a una función útil del sueño. El alma juega soñando con los estímulos que se le ofrecen. Pudiera incluso llegarse a suponer que juega caprichosamente con ellos. Mas también pudiera preguntársenos si nuestro detenido examen de la teoría onírica de Scherner, tan arbitraria como opuesta a todas las normas de la investigación, puede resultar de algún provecho. A esto responderíamos que nos parece injusto rechazarla sin formación de causa, pues se halla basada en las impresiones que los sueños dejaron a un concienzudo y minucioso observador, dotado de una gran capacidad para desentrañar oscuros problemas anímicos. Trata, además, de un objeto que durante muchos siglos ha sido considerado por los hombres como un enigma de amplio contenido y múltiples ramificaciones, enigma a cuyo esclarecimiento no ha contribuido la ciencia sino intentando negarle -en completa contradicción con el sentimiento popular- todo contenido e importancia. Por último, queremos declarar honradamente que no parece fácil huir de lo fantástico en la explicación de los sueños, y ya conocemos casos en los que se llega a fantasear incluso sobre las células ganglionares. El pasaje antes citado, de un investigador tan exacto y concienzudo como Binz, en el que se describe cómo la aurora del despertar va extendiéndose paulatinamente por los dormidos grupos de células de la corteza cerebral, no es menos fantástico ni menos inverosímil que las tentativas de explicación de Scherner. Con respecto a éstas, espero poder demostrar que entrañan algo real, aunque sólo haya sido muy imprecisamente visto y no posea el carácter de generalidad al que debe aspirar una teoría de los sueños. Por lo pronto, la teoría de Scherner nos señala, mostrándose en total contraposición a la teoría médica, los extremos entre los que oscila aún hoy en día el esclarecimiento de la vida onírica.

      Aquellos que hablan de las relaciones del sueño con las perturbaciones mentales pueden referirse a tres cosas: 1ª A relaciones etiológicas y clínicas, cuando un sueño representa o inicia un estado psicótico o queda como residuo

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