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mero acto de oportunismo que se realizaba con el propósito de aprovechar aún más las ventajas de tipo económico que todo este incidente ya había acarreado, y que los medios de comunicación, haciendo uso del sensacionalismo que era capaz de despertar un acontecimiento así de curioso, habían explotado hasta la saciedad. Inclusive, llegó en algún momento a circular el rumor de que los relatos no habían siquiera existido y que, en afán de lucro, estos habían sido escritos por el mismo detective de la Condamine. De igual forma, aunque sin duda no en la misma medida que Guillaume de la Condamine, yo también padecí durante el curso de la publicación de esta recopilación de historias, pues pese a que sea difícil creerlo, no obstante todo este tiempo, hubieron todavía algunos retractores que tuvieron los mismos pretextos que habían entorpecido desde un inicio la difusión de los escritos.

      Explicar detalladamente los argumentos que me impulsaron a continuar con la empresa que el detective de la Condamine persiguió los últimos años de su vida podría llevarme a redactar una pila de cuartillas de importancia secundaria. Es por eso, y para evitar vanos sentimentalismos, que celebro el recuerdo de Guillaume de la Condamine cumpliéndole este homenaje con el desenlace que soñó hasta en los tiempos postreros de su existencia; a tres años de su muerte, se consigue, a través de estas paginas, pregonar lo que probablemente le hubiera llevado a tener una muerte más apacible. ¡Querido amigo, he aquí concluida tu obra!

      Antes de dar termino a esta introducción, y hablando en concreto de los relatos, me agradaría presentar un par de curiosidades que descubrí en el periodo de investigación que debí realizar previo a la publicación de los seis textos. Al husmear en los expedientes de la gendarmería de Paris tropecé con un documento en donde se atestiguaba que el mismo detective de la Condamine había desconfiado de la originalidad de ciertos relatos. Sucede que en el momento de la recolección de pruebas que tuvo lugar en el apartamento que habitaba el profesor de narrativa, se hallaron entre sus escasas pertenencias los ejercicios de los alumnos a los que éste enseñaba. El detective de la Condamine, haciendo una comparación posterior entre los textos del profesor que aquí se publican, y algunas de las historias que los alumnos escribían, habría de encontrar considerables similitudes. Obsesionado con sus averiguaciones, hizo examinar los escritos del profesor por un doctor en literatura que, luego de estudiarlos con escrúpulo, consideró existía la posibilidad de que las narraciones del profesor fueran, sino la copia exacta de otras obras de mayor renombre en la historia de las diferentes producciones literarias, una imitación no tan bien lograda. No obstante, de la Condamine ignoró tal hipótesis pues pensó que simplemente entorpecía las investigaciones; debido a eso, en el acta final de la rue des bons enfants, los relatos aparecen como propiedad original del profesor. El otro hecho bizarro del que pude enterarme corresponde al estudio psicológico aplicado a los seis textos de los fallecidos. Recurriendo a cualquier medio para resolver el caso, el detective de la Condamine mandaría analizar los relatos con un medico especialista, ya que, en su opinión, un estudio prudente de los manuscritos podría desvelar posibles tendencias en estos hombres. En la valoración final que se inscribiría posteriormente adjunta a todo el papeleo del dossier palais royal se diagnosticó que la mayoría de los textos encerraban: ideación paranoide, obsesión, narcisismo, pensamiento mágico y síndrome de pánico. Sin embargo, como en la anécdota precedente, Guillaume de la Condamine terminaría por omitir este tipo de pruebas que en concreto poco aportaban a la resolución del caso.

      Respecto a los relatos sólo me queda hacer una última aclaración. Dos de los títulos que dan nombre a las narraciones fueron creados durante la edición de este volumen por el jefe de redacción y un servidor. El primero de ellos pertenece a la historia ubicada en segundo lugar dentro del compendio aquí organizado. El encabezado original había sido tachado por su autor; no obstante, al observar minuciosamente el manuscrito pudimos descifrar diferentes palabras que tiempo después utilizaríamos para componer el nombre definitivo. La creación del otro titulo fue integral. Se trata de uno de los dos textos hallados en el cuarto del hotel donde se hospedaba el extranjero. El original no estaba intitulado. En un inicio la editorial y yo coincidimos en que el escrito debía permanecer intacto. Al final optamos por darle el nombre que nosotros empleábamos para identificarlo de los demás relatos, pues consideramos era más práctico.

      Tan sólo me resta hacer una recomendación a todas las personas que estén destinadas a leer las páginas de esta obra: Absténgase de inventar cualquier relación entre los relatos aquí publicados. Todo parentesco que pretenda encontrarse entre los escritos de los diferentes muertos será producto de la actividad lúdica de la imaginación del lector. Confirmo mi advertencia con la nota siguiente que en un principio se encontró en el cuaderno de anotaciones personales del detective de la Condamine, y que a la postre la gendarmería incorporó al dossier palais royal. La nota está fechada días antes de la muerte de Guillaume de la Condamine.

      Martes 13 de mayo.

      “Esta noche he observado tras la ventana la luna y las estrellas en el cielo: de un golpe mi espíritu fue asombrado, e invadido por la curiosidad surgieron en mí un sinfín de interrogaciones. Entonces imaginé distintas historias de estos cuerpos celestes; les supuse diversos orígenes y destinos que se iban encadenando en los diferentes pasados para alcanzar posteriormente diferentes futuros. El extraordinario milagro de este espectáculo que mis ojos presenciaban en el firmamento quedó confirmado al sorprender mi reflejo sobre el vidrio de la ventana. ¡Oh, insólita es la existencia del hombre en este universo! No obstante, instantes después fui asaltado por un profundo recelo y pensé una vez más: tal vez aquel reflejo del hombre que he observado sobre el cristal y que supone confirmar el sentido de esos objetos del cielo, es similar a las historias de los muertos de la rue des bons enfants. Sí, yo sostuve que los relatos debían de ratificar la relación entre las extrañas muertes, y que además habrían de aportar definitivamente la solución al enigma de los decesos; pero luego de laboriosas pesquisas y lecturas que yo procuré darles, pude, sin más, concluir que solamente estaban ahí, aislados y extraños a sí mismos y a cualquier relación y orientación, ajenos a lo extraordinario, a lo fuera de lo común ¡Y todo eso a causa de mi anhelo por resolver el caso y de mi imaginación que se desbordó! ¡Yo, la luna, las estrellas y estas historias de nada sirven! Y sin embargo, ¿cuándo llegará el día en que su presencia deje de inquietar mi sueño?”

      Charles Marie de Pauw (1947-2007)

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