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nos dice que Dios ha señalado “la mortificación de las obras de la carne” como el medio infalible para alcanzar “la vida”. Existe una relación inquebrantable entre la verdadera mortificación del pecado y la vida eterna. “Si...mortificáis las obras de la carne, viviréis.” Aquí está entonces el motivo para obedecer el deber que Pablo prescribe.1

      Segundo, la palabra “vosotros” nos dice a quienes este deber y promesa tiene aplicación. “Vosotros” se refiere a los creyentes descritos en el primer versículo como “los que están en Cristo Jesús”. Se refiere a aquellos que “no estáis en la carne, sino en el espíritu” (vers.9). Se refiere a aquellos en quienes mora el Espíritu (vers.10-11). Es tonto e ignorante esperar que alguien que no sea un creyente verdadero, cumpla con este deber. Si pensamos cuidadosamente acerca de a quienes Pablo está escribiendo y qué es lo que les dice que hagan, podemos hacer la siguiente declaración: Los creyentes verdaderos, quienes definitivamente son libres del poder condenatorio del pecado (y de su esclavitud), no obstante, deben ocuparse a lo largo de sus vidas con la mortificación del poder del pecado que todavía permanece en ellos.

      Tercero, la frase “por el Espíritu” se refiere a la causa principal o el medio para llevar a cabo este deber. El Espíritu mencionado aquí es el mismo que se menciona en el versículo 11, es decir el Espíritu Santo. El mora en nosotros (vers.9) y nos da vida espiritual (vers.11). El es el Espíritu de adopción (vers.15) y nos ayuda en nuestra debilidad (vers.26). Todos los demás métodos para mortificar el pecado son inútiles. Muchas personas pudieran intentar esta obra usando otros medios. (Vea Rom.9:30-32.) Siempre han existido personas que lo han intentado y siempre las habrá. Pero Pablo dice: “ésta es la obra del Espíritu”, y solamente El lo puede hacer. Mortificar el pecado en base a los esfuerzos humanos, en conformidad con sus propias ideas, conduce a la justicia propia. Esta es la esencia de toda religión falsa.

      Cuarto, la frase “mortificar las obras de la carne” nos habla del deber que debemos cumplir.2 Consideraremos esta frase haciendo y contestando tres preguntas:

      a) ¿Cuál es el significado de “la carne”? Esta es la misma expresión usada frecuentemente en este capítulo para referirse a “la naturaleza pecaminosa” (vea Rom.8:3,4,5,8,12 y 13) Pablo está enfatizando la diferencia entre el Espíritu y la naturaleza pecaminosa . El cuerpo es el instrumento que el pecado usa para expresarse a sí mismo. Entonces, Pablo usa la expresión “la carne” para expresar la naturaleza corrupta y la depravación del hombre.

      b) ¿Cuál es el significado de la frase “las obras”? Esto se refiere a los actos pecaminosos que la naturaleza pecaminosa (la carne) produce. En Gálatas 5:19-21 el apóstol nos da algunos ejemplos de estas “obras”: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, banqueteos..” Pero la preocupación principal de Pablo en Rom.8 no son las obras externas, sino su causa interior. Es el deseo pecaminoso no controlado lo que produce tales obras y lo que necesita ser radicalmente tratado.

      c) ¿Cuál es el significado de “mortificar” (hacer morir o amortiguad)? Este es un lenguaje figurado. Imagine que se mata a un animal. Matar un animal significa quitar su fuerza, poder y vida para que ya no pueda actuar y hacer lo que quiere. Esta es la figura que está en mente aquí. La naturaleza pecaminosa (o el pecado que todavía mora en nosotros) es comparada con una persona, el “viejo hombre” con sus recursos habilidades, sabiduría, maquinaciones, fuerza, etc. Pablo dice que esto es lo que debemos matar. Esto es lo que debería ser muerto (mortificado), es decir su fuerza, poder y vida deberían ser quitados por el Espíritu.

      En un sentido, la mortificación del pecado es un evento que ya ha ocurrido. La Escritura dice que “el viejo hombre” ha sido crucificado con Cristo (Rom.6:6). “Morimos con Cristo”, dice Romanos 6:8. (Vea también Gál.5:24.) Esto ocurrió en el momento cuando nacimos de nuevo (Rom.6:3-8). Sin embargo, cada creyente tiene todavía los remanentes3 de la naturaleza pecaminosa que buscarán continuamente expresarse. Es el deber de cada creyente hacer morir los remanentes de esta naturaleza pecaminosa.3 Esto debe ser hecho continuamente para que los deseos de la naturaleza pecaminosa no sean satisfechos. (Vea Gál.5:16)

      Finalmente, la frase “viviréis” es una promesa dada a los creyentes para animarlos a cumplir su deber. La vida prometida es lo opuesto de la muerte con que se amenaza previamente “si viviereis conforme á la carne, moriréis”. (Vea también Gál.6:8.) Quizás el apóstol tiene en mente tanto la vida espiritual en Cristo, como la vida eterna. Todos los creyentes verdaderos ya tienen esta vida espiritual, pero pueden perder el gozo, el consuelo y la fortaleza que esta vida les proporciona. En un contexto diferente, el apóstol Pablo escribió, “Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.” (1 Tesalonicenses 3:8) En otras palabras, ahora mi vida será buena y tendré gozo y consuelo en esta vida. En una forma semejante el apóstol está diciendo aquí: usted vivirá una vida espiritual buena, vigorosa y confortable, mientras que esté aquí y recibirá vida eterna en el fin. La fortaleza, poder y disfrute de nuestra vida espiritual dependen de la mortificación de las obras de nuestra naturaleza pecaminosa.

      En el capítulo anterior hicimos la introducción de este asunto examinando las palabras y las frases en el texto en Rom.8:13 “si por el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis”. En este capítulo fijaremos nuestra atención en una declaración importante señalada con anterioridad: Los creyentes verdaderos, quienes definitivamente son libres del poder condenatorio del pecado (y de su esclavitud), no obstante, deben ocuparse a lo largo de sus vidas con la mortificación del poder del pecado que todavía permanece en ellos.

      Pablo repite esta misma verdad cuando exhorta a los colosenses: “Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros.” (Colosenses 3:5, RVA) ¿A quién se está dirigiendo Pablo? Se está dirigiendo a aquellos que han “resucitado con Cristo” (Col.3:1), a aquellos que “han muerto” con Cristo (Col.3:3), y aquellos que “serán manifestados con El en gloria” (Col.3:4). Lector, ¿Mortifica usted sus pecados? Su vida depende de esto. No deje de hacerlo ni siquiera por un solo día. Mate al pecado o el pecado matará su paz y su gozo. El apóstol nos dice que ésta era su práctica cotidiana en 1 Cor.9:27, “pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer”. Si ésta fue la práctica cotidiana de Pablo (quien fue honrado con gracia, revelaciones, goces, privilegios, consuelos espirituales más que otros), entonces ¿por qué suponemos que estaremos exentos de la necesidad de hacer lo mismo?

       1. Mientras que estemos vivos, los restos del pecado vivirán en nosotros.

      Este no es el momento para discutir contra la noción tonta de la impecabilidad o perfeccionismo en esta vida. Debemos ser como el apóstol Pablo, quien no se atrevió a hablar como si “ya lo hubiésemos alcanzado...o ya fuésemos perfectos” (Fil.3:12). Nosotros también reconocemos nuestra necesidad de ser renovados en el hombre interior “de día en día” (2 Cor.4:16). Reconocemos que tenemos un “cuerpo de muerte” del cual no seremos librados hasta que nuestros cuerpos mueran. (Vea Rom.7:24 y Fil.3:21.) Entonces, admitimos que los restos del pecado permanecerán en nosotros, en un grado mayor o menor hasta el día de nuestra muerte. Puesto que ésta es la realidad del asunto, no tenemos otra opción salvo la de hacer de la mortificación del pecado, nuestro trabajo diario. Si una persona ha sido mandada a matar al enemigo pero antes de que el enemigo sea muerto deja de golpearle, entonces ha dejado el trabajo a medias. (Vea 2 Cor.7:1; Gál.6:9 y Heb.12:1.)

       2. Los restos del pecado en nosotros son constantemente activos mientras que vivamos, y están luchando continuamente para producir actos pecaminosos.

      Cuando el pecado nos deje en paz, entonces nosotros lo podemos dejar en paz. No obstante, esto no ocurrirá nunca en esta vida. El pecado es engañoso y sabe como aparentar que está muerto, cuando en realidad todavía está vivo. Debido a esto, debemos perseguirlo vigorosamente

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