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dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;

      Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

       (Lucas 1:68-79)

      Observa las palabras con las que Zacarías comenzó esta canción: “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio” (v. 68–70). Aquí Zacarías se enfocó en la visita de Dios. La palabra griega traducida como “ha visitado” está estrechamente relacionada con la palabra griega episkopos, que generalmente se traduce como “obispo” o “supervisor”. La Iglesia Episcopal se llama así porque es gobernada por obispos. La raíz de episkopos es skopos, que significa “observador” o “vigilante”. Es de donde obtenemos el sufijo scopio, que se refiere a algo que usamos para examinar lo que no podemos ver a simple vista. Un microscopio revela cosas muy pequeñas, un telescopio revela cosas distantes, etc. El prefijo epi intensifica el significado de la raíz. En consecuencia, un episkopos es alguien o algo que mira atenta, detallada y completamente lo que se está examinando.

      En el mundo griego antiguo, el episkoposera el general del ejército. Él iba a las bases militares y revisaba las tropas. Las inspeccionaba para ver si estaban listas para la batalla. Si las tropas no estaban listas, el episkoposimponía castigos. Si estaban listas, él daba elogios y recompensas.

      El Nuevo Testamento se refiere a Jesús como nuestro Episkopos cuando lo llama el “Obispo de vuestras almas” (1 Pedro 2:25); eso significa que Él es nuestro supervisor. Él ve todo lo que está sucediendo en medio de Su pueblo.

      Los judíos anhelaban el momento en que Dios mismo visitaría este planeta. Temían que Su visita fuera un día de oscuridad si venía y Su pueblo no estaba listo, pero también esperaban que Dios visitara a Su pueblo para redimirlos. Ese es el tipo de visita que Zacarías celebró: “Él visitó y redimió a su pueblo”. No estaba pensando en las malas noticias del juicio inminente sino en las grandes noticias de una visita redentora de Dios. Recordemos que Jesús fue llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Por tanto, este himno celebra la visita de Dios en la encarnación.

      Zacarías continuó: “Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (Lucas 1:71–75). Tal como lo hizo María en el Magnificat, Zacarías relacionó la venida de Cristo con el pacto que Dios había hecho con Abraham. El pueblo esperó siglo tras siglo, pero finalmente tanto María como Zacarías dijeron que la espera había terminado. Dios se había acordado, porque Él nunca olvida Sus pactos. Esa es la base sobre la cual vivimos.

      Luego Zacarías habló de Juan el Bautista: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados” (v. 76–77).

      Aquí obtenemos una pista de cómo se iba a realizar la obra de salvación de Dios; independientemente de cualquier otra cosa que involucrara, incluiría una remisión de los pecados, se removerían las transgresiones del pueblo de Dios tan lejos como está el este del oeste (Salmo 103:12). Se haría, dijo Zacarías, “por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora” (Lucas 1:78). “La aurora desde lo alto” es un título para Jesús. Él es como la estrella que ilumina el amanecer “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (v. 79).

      EL CANTO DE SIMEÓN

      Hay otro breve himno en las narraciones del nacimiento en el evangelio de Lucas: el Nunc Dimittis. El latín aquí son las primeras palabras de la oración de Simeón: “Ahora despides”. Cuando María y José llevaron al niño Jesús al templo en Jerusalén para consagrarlo, se encontraron con un anciano llamado Simeón. Lucas dijo que era “justo y devoto”, que el Espíritu Santo estaba sobre él y que Dios le había dicho que no moriría hasta que viera al Cristo (Lucas 2:25-26). No sabemos cómo vivió sus días alrededor del templo, pero sospecho que iba todos los días a buscar al Mesías, descubriendo día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, que la promesa aún no se cumplía. Finalmente, un día, el Espíritu Santo lo llevó al templo, donde encontró a María y José, y luego tomó a Jesús en sus brazos. Entonces cantó: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (v. 29–32).

      El pueblo de Israel había gemido en medio de dolor, guerra, contienda y sujeción, pidiendo a Dios su salvación. Cuando Simeón sostuvo al niño Jesús en sus brazos, declaró que la salvación de Dios había llegado. Jesús era esa salvación–pero no solo para Israel. Aunque Él era, como dijo Simeón, “la gloria” de Israel, también era “luz que ilumina a las naciones”. Jesús era la salvación para las personas de todas las tribus, lenguas y naciones.

      DEL CAPÍTULO 2

      INTRODUCCIÓN

      A lo largo del Antiguo Testamento, los principales actos redentores de Dios se celebraron con canciones. El canto de Moisés en Éxodo 15 celebró la redención de Israel de Egipto. La canción de Débora en Jueces 5 celebró la derrota de los cananeos. Estas y otras canciones se encuentran a lo largo de la historia de Israel–muchas de ellas en el libro de los Salmos. Sin embargo, todos estos actos redentores iniciales se desvanecen al compararlos con la encarnación del Hijo. En este capítulo, el Dr. R. C. Sproul analiza tres canciones que celebran la venida del Mesías.

      OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

      1. Ser capaz de explicar el significado de las canciones bíblicas que celebran los grandes actos de redención de Dios.

      2. Ser capaz de resumir los puntos principales de los tres himnos mesiánicos en los capítulos iniciales de Lucas.

      CITAS

      Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre.

       —Lucas 1:46-55

      Lo que Dios ha hecho en Cristo exige ser alabado. No es suficiente con decir simplemente lo que Dios ha hecho para salvarnos–lo que él ha hecho también ha de ser celebrado con cantos.

       —Philip Graham Ryken, Luke [Lucas]

      BOSQUEJO

      I. Introducción

      A. En el Evangelio de Lucas, tenemos el relato de tres canciones que celebran la encarnación.

      B. En nuestra tradición, estas canciones son conocidas por las primeras palabras de cada canción en latín.

      II. El Magnificat

      A. La canción que María cantó después de considerar el anuncio de Gabriel se conoce como el Magnificat.

      B. María se sintió abrumada por haber sido seleccionada para ser la madre del Mesías.

      C. El Santo de Israel le dio este privilegio indescriptible.

      D. María celebró el impresionante poder de Dios.

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