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él en un tono de voz normal, ignorando sus protestas–. ¿Lo has hecho para que yo pueda darle el biberón, o es que no le quieres dar de mamar?

      La intimidad de aquella pregunta la pilló por sorpresa. Blaire no esperaba que él pensara en cosas como esa. De pronto, se ruborizó. Aquella reacción era ridícula teniendo en cuenta que habían pasado una noche entera haciendo el amor. Durante aquella noche la expresión «una sola carne» había adquirido un nuevo sentido, y el resultado de todo ello había sido Nicky.

      –Le di de mamar en el hospital, pero Nicky desarrolló una erupción cutánea. El pediatra me dijo que era alérgico a mi leche, así que cambiamos al biberón. Cuando estoy en casa utilizo otra leche distinta, pero la de lata es más adecuada para viajar.

      No poder dar de mamar a su hijo había sido una gran desilusión para Blaire, pero comparados con los problemas que tenían otras madres no tenía de qué quejarse.

      –En ese caso podré darle el próximo biberón. Si no puedes dormir con la luz encendida apágala, a mí no me importa. Nicky y yo nos las arreglaremos a oscuras, ¿a que sí, hijo?

      Aquel juego había llegado demasiado lejos. Blaire se sentó sobre la cama frente a él, inconsciente de que arrugaba el camisón con sus inquietas manos. Alik, ocupado tan solo de Nicky, que parecía animado y no dejaba de hacer ruidos, se negaba a mirarla.

      –Se está haciendo tarde –añadió Blaire tratando de pensar rápido en una solución–. Le prometí a Rick que lo llamaría por teléfono antes de irme a la cama.

      –Adelante, llama, el comportamiento de nuestro bebé ha sido perfecto por ahora. Es un buen momento para hablar. Rick tiene que saber que yo no renuncio a mis deberes como padre. Al contrario, pienso ejercer mis derechos y hacerme cargo de mi responsabilidad desde ahora mismo.

      El tono de voz definitivo y resuelto que había empleado Alik la aterrorizaba. Blaire inclinó la cabeza.

      –No puedes hacer eso. Él es mi hijo también, Alik.

      –Me temo que eso tenías que haberlo pensado antes de entrar esta mañana en el remolque sin ser invitada. Si crees que voy a permitir que crezca llamando papá a otra persona y dejando que esa otra persona lo llame hijo es que no me conoces en absoluto, y yo, desde luego, no te conozco a ti. Excepto, por supuesto, por aquella noche, en que nos conocimos en un sentido bíblico –terminó hiriéndola hondamente de una nueva manera.

      Blaire se deslizó de la cama y se puso en pie. Se sentía demasiado incómoda.

      –¿Por qué no te vas a casa y duermes toda la noche? Yo haré lo mismo. Por la mañana los dos nos encontraremos mejor, y podremos hablar durante el desayuno antes de que tome el avión.

      La respuesta de Alik consistió en abrazar a su hijo y acariciar su cabeza. Nicky parecía sentirse perfectamente a gusto con él, pero Blaire sentía deseos de gritar.

      –Sé que estás enfadado, Alik, tienes todo el derecho a estarlo –continuó ella tras una pausa–. Pero por favor, no nos peleemos a causa de Nicky. Él es un bebé inocente, y no merece más que lo mejor de los dos. Si tú deseas formar parte de su vida yo estoy dispuesta a dialogar para llegar a un acuerdo razonable contigo.

      –Sí, voy a ser razonable –contestó él clavando la mirada en ella–. ¿Cuánto quieres por concederme los derechos exclusivos de su custodia como único padre? ¿Dos millones de dólares? ¿Tres? ¿Cuál es tu precio? ¿Por qué no lo hablamos con Rick? Estoy dispuesto a negociar siempre y cuando la cifra sea razonable.

      –Mi hijo no está en venta a ningún precio –contestó ella sacudiendo la cabeza exasperada.

      –Hace un segundo no hacías sino recalcar que se trataba de nuestro hijo –replicó él con una sonrisa sarcástica.

      –¡Basta ya, Alik!

      –Has sido tú quien ha comenzado viniendo a Nueva York y presentándote así, con nuestro pequeño fait accompli. ¿Acaso creías que porque al final decidieras hacer lo correcto, viniendo aquí a decirme que había sido padre, iba yo a perdonarte tus faltas? –preguntó Alik con las venas del cuello hinchadas de la rabia–. Tenemos un hijo, pero no es una propiedad que podamos pasarnos el uno al otro cada vez que nos interese. Nicky es precioso. Perfecto. Y ya me has robado sus primeras seis semanas de vida. Es evidente que jamás me amaste, porque no quisiste casarte conmigo. Me negaste el derecho a verlo crecer en tu vientre durante nueve meses, y eso no voy a olvidarlo. Pero ya pasó. Ahora lo único que importa es que lo quiero. Pienso luchar por él, Blaire. Y sé que puedo ganar. Tengo amigos en las altas esferas, tengo el dinero que hace falta para conseguir lo que quiero. Espero haber dejado bien claro que quiero a mi hijo. Cuando llames a Rick, díselo de mi parte. Y, seamos sinceros, no importa cuán comprensivo se haya mostrado hasta este momento, si es un hombre, preferirá tener sus propios hijos. Toma –añadió sacando el teléfono móvil de su bolsillo y arrojándolo sobre la otra cama–. Yo pago. Pienso quedarme aquí toda la noche, así que si no quieres que escuche tu conversación tendrás que irte al baño y cerrar la puerta. Pero antes de que te vayas, pásame ese pijama para que se lo ponga al niño. Acaba de bostezar, y eso me recuerda que yo también tengo mucho sueño. Hoy ha sido un día muy duro para los dos, ¿verdad, hijo?

      –¡No puedes quedarte aquí, Alik!

      –¿Qué es lo que te preocupa? Te aseguro que no soy de esos que asaltan a las mujeres que no lo desean y que incluso abandonan a un hombre solo porque les resulta insoportable mirarlo. Recuérdaselo a Rick, cuando te diga que no aprueba el que pases la noche en la misma habitación que yo. Aunque, por supuesto, si es a ti a quien ofendo, ahora que llevas ese anillo, siempre puedes reservar otra habitación. Yo la pagaré.

      –Pensé que al hacer ahora lo que debía, tú…

      –No… –la interrumpió él con brutalidad–. Jamás has pensado en nadie que no fuera Blaire Regan. Sospecho que Rick es bastante más joven que yo, y que no aprecia mucho su apellido. Probablemente está suspirando por llevarte a la cama si es que no lo ha hecho ya, y rogando para que yo te proporcione el sustento económico que necesitas.

      –¡Cómo te atreves!

      Aquellas palabras no le sirvieron de alivio ni siquiera mientras las profería. Alik tenía derecho a estar enfadado. El daño que le había hecho rompiendo su compromiso era mucho mayor de lo que ella había supuesto. De repente, se veía forzada a perpetuar una mentira sobre un novio que ni siquiera existía. Y todo para hacerle saber a Alik que tenía un hijo. ¿Qué había hecho? Si Alik luchaba por la custodia de Nicky, su familia se vería implicada en el asunto, y después de las amenazas de su madre, si ella descubría que el niño era hijo de Blaire…

      Blaire se estremeció. Ni siquiera quería pensar en ello. La madre de Alik jamás aceptaría que Nicky fuera un Jarman. Solo el hecho de conocer su existencia crearía tal enemistad entre Alik y su familia que las cosas se torcerían y todo acabaría mal.

      Y al final serían Alik y Nicky quienes acabaran destrozados. No podía hacerles eso, no podía dejar que eso sucediera. En aquel instante Blaire necesitaba la sabiduría de Salomón para saber a dónde ir, para evitar que se derrumbara todo en aquella precaria situación.

      Se sentía enferma física y emocionalmente. Apagó la luz y se dejó caer sobre la cama para pensar. La precariedad de aquella situación, la falta de esperanza, era como una pesadilla que la sobrepasaba. Se volvió de espaldas a Alik, hundió la cara en la almohada y rompió a llorar.

      Tras un instante Alik, con voz grave y masculina, dijo en medio de la oscuridad:

      –Hubo un tiempo en el que esas lágrimas me habrían conmovido. Es una experiencia muy desagradable ver cómo te roban sin previo aviso lo que más aprecias en esta vida, ¿verdad, Blaire? Te debía esa experiencia desde hacía tiempo. ¿Sabías que por las noches solía permanecer despierto en la oscuridad, planeando diferentes formas de vengarme de ti? Me hubiera conformado con verte sufrir una décima parte de lo que sufrí yo. Poco podía imaginar que un día aparecerías en mi remolque para proporcionarme el instrumento perfecto con que devolverte la tortura.

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