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sostenidas por los autores referidos5 se sintetizan en cuatro: a) por lo menos hasta el siglo XVII, la India y Grecia, junto con toda Europa, mantenían una reflexión filosófica sobre los mismos temas y con un abordaje similar; b) existen manifestaciones de irracionalidad en la filosofía griega y europea que son tan numerosas como lo pueden ser en la filosofía india; c) sí existió una filosofía de la India; d) la comparación entre el pensamiento indio y el occidental se debe realizar en función de lo formulado hasta antes del siglo XVII o, en su caso, considerar los aspectos de la filosofía de los siguientes siglos que fueron una continuación de los formulados previamente. El último inciso hace hincapié en que las diferencias culturales entre la India y Europa, sobre todo después del siglo XVII, significaron claras separaciones en la manera de entender el mundo, interactuar entre las personas, aprender sobre la realidad y, por supuesto, practicar filosofía. Entre las diferencias culturales, contextuales e históricas, se encuentran el incremento militar, la revolución industrial, la mentalidad científica y el debilitamiento religioso que se vivió en Europa. Por su parte, en la India, al no suceder tales acontecimientos, la filosofía mantuvo una continuidad de intereses y lineamientos.

      De acuerdo con Tola y Dragonetti, la historia de la India tiene tres etapas generales. Del 1500 a.C. al 800 a.C. es la época védica; del 800 a.C. al 300 a.C. es la época brahmánica; finalmente, la que corre desde el 500 a.C. hasta la actualidad se le sigue considerando la época del hinduismo, en la cual florecen el budismo y el islamismo. Todo esto se ha desarrollado a pesar de que no fue hasta 1947 cuando surgió la República de la India, sacudiéndose el dominio inglés.

      Nāgārjuna: entre la leyenda y la enseñanza

      Una de las figuras más representativas de lo que podría denominarse espiritualidad filosófica es, sin duda, Nāgārjuna. Su pensamiento y su particular estilo para abordar la comprensión de la realidad fueron significativos y claros. No obstante, su origen histórico y los datos biográficos que lo circundan no han sido suficientemente consensuados y aún persisten varios aspectos sin resolver en relación con su vida personal.

      Baste decir que existen al menos cuatro versiones de lo que se ha llamado la leyenda de Nāgārjuna; dos de estas versiones son de origen chino, redactadas por Kumarajiva y Xuanzang respectivamente; a la vez, dos más provienen del Tíbet, concretamente elaboradas por Buston y Taranatha. De la primera de las cuatro, la de Kumarajiva, se debate aún si consiste solamente en una traducción de algunos textos sánscritos que eran de uso común en la India.

      Uno de los aspectos en los cuales coinciden las distintas versiones es en la entrada de Nāgārjuna a la orden budista, aunque se mantiene la controversia sobre los motivos que pudo haber tenido para ingresar a ella. En la versión de Kumarajiva, el motivo se asocia a la intención de modificar su propia vida descuidada y tendente al placer; por el contrario, en lo contado por Buston, Nāgārjuna ingresó en el monasterio a instancias de su padre, quien le protegía de una profecía que le aseguraba la muerte de su hijo si no cumplía con una vida monacal. Justamente, las fuentes tibetanas refieren, según Vélez,6 a un Nāgārjuna con características mitológicas que vivió en tres épocas diferentes y por más de seiscientos años. Evidentemente, esto puede ponerse a debate, pero es claro que, de acuerdo a las diversas fuentes sobre su biografía, se establece que fue el filósofo que escribió los MMK y fundó la escuela del Camino Medio (Madhyamaka) en el siglo II o III, además de lograr ser uno de los más notables maestros del budismo tántrico a inicios del siglo VIII.

      Según las fuentes tibetanas, Nāgārjuna nació en el sur de la India, su familia era rica y formaba parte de la casta de los brahmanes. Se alude al hecho de que se ordenó monje y adoptó el nombre de Srimanta. Además, se dice que era capaz de transformar diversos metales en oro y que era hábil, mediante sus conocimientos de alquimia, para prolongar la vida de otros. Se cuenta que uno de los beneficiados de este último prodigio fue el rey Udayibhdara, quien alargó a tal grado su existencia que su propio hijo, el príncipe Sakitman, deseó con desesperación la muerte de su padre para lograr tomar su trono. Nāgārjuna, de acuerdo con esta versión, fue asesinado por Sakitman, quien le cortó la cabeza. La leyenda refiere que la cabeza y el cuerpo de Nāgārjuna se mantuvieron intactos tras petrificarse inmediatamente y que en algún momento lograrán volverse a reunir.7

      El nacimiento de Nāgārjuna al sur de la India es una coincidencia entre las fuentes tibetanas y chinas; estas últimas concuerdan también en su origen brahmánico. A diferencia de la versión tibetana, no se habla de ningún adivino que predijera su muerte prematura. Se afirma que siendo joven se hizo invisible para seducir mujeres en un palacio. Posteriormente, luego de que se diera muerte a varios de sus amigos, se dio cuenta de que el deseo es la raíz del sufrimiento. Producto de esta experiencia ingresó en la comunidad monástica budista. Su muerte en la versión china se debió a que aceptó serenamente la intención de un monje rival que deseaba su muerte; tras consultarlo y escuchar la afirmación de su oponente, Nāgārjuna murió en sus aposentos.8

      Las versiones sobre la vida de Nāgārjuna vuelven obligatoria la sentencia, oportuna para todo aquel que aluda o escriba sobre este pensador, de especificar a cuál de entre todas las opciones del Nāgārjuna histórico se hace referencia. En el caso de los trabajos de Vélez y Arnau, dos traductores de los MMK, el énfasis está puesto en el pensador budista del siglo II o III, fundador de la escuela del Camino Medio o Madhyamaka. El presente texto sigue la misma ruta.

      Al igual que sucede con el Buda, se sabe poco de la vida de Nāgārjuna e incluso algunos dudan de que sea una figura histórica. No obstante, «Nāgārjuna […] ha sido sin lugar a dudas el pensador indio del cual más se ha escrito entre los especialistas modernos».9 Es notable que la neblina inserta en la vida de Nāgārjuna ha aumentado el misterio alrededor de su existencia y el origen de su doctrina. De acuerdo a Vélez, en alusión a los hechos históricos de la vida de Nāgārjuna, “no hay criterios totalmente objetivos desde los que se pueda distinguir entre lo que ocurrió en realidad y lo que es ficción, leyenda o hagiografía”.10 Asimismo, no hay manera de saber su ubicación temporal en el mundo, pues no hay datos para afirmar con plena exactitud la fecha de su nacimiento y muerte.

      Si bien se atribuye a Nāgārjuna la fundación del Camino Medio o Madhyamaka, no hay datos históricos para afirmar que también haya fundado el budismo Mahayana o que haya elaborado los sutras del prajñāpāramitā. Por otro lado, tal como afirma Vélez,11 es posible realizar una interpretación nihilista de los escritos de Nāgārjuna en el ámbito de las investigaciones relacionadas con el budismo. Algunos de los principales representantes de esta veta son Jean Saint Hilaire, Louis de La Vallée y Max Müller. El enfoque que seguirán estas líneas es justamente esa opción, no desde una óptica en la que el nihilismo promueve la destrucción o la aniquilación, sino en función de que la experiencia de la vacuidad y el reconocimiento de la inexistente consistencia del conocimiento tienden a la consideración de una vivencia mística alternativa. Considero que es esa, precisamente, la principal enseñanza que puede desprenderse de la leyenda de Nāgārjuna.

      El Camino Medio

      De entre los libros escritos por Nāgārjuna, indiscutidamente el más conocido es MMK; según Arnau, «es uno de los textos filosóficos más importantes de la historia y del pensamiento en Asia».12 Uno de los objetivos de tal obra fue promover algunos símbolos que identifican a los budistas, así como ofrecer una clara idea de la vacuidad de los mismos conceptos. El término de vía media alude a la liberación de los extremos epistémicos utilizados en el contacto con las cosas; por un lado, la postura relativista que reduce el contenido de las cosas a la interpretación del individuo; por otro, el afán objetivista, desde el cual se afirma que es factible emitir una deliberación verdadera de las cosas y los sucesos. En la primera de ambas se asume la variabilidad de las cosas respecto a lo que se cree de ellas, por lo tanto, se acepta su contingencia eidética; en la segunda se promueve una desconexión de todas las entidades entre sí, aludiendo a una especie de independencia suprema en la que cada cosa existe por sí misma, sin ningún tipo de relación con el resto de lo existente.

      El madhyamika, o seguidor del Camino Medio, considera que no hay opción para afirmar lo que realmente son las cosas,

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