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como el que se realiza en los márgenes contraculturales.

      Para comenzar, ofrecemos una definición amplia del porno feminista, que se encarnará, debatirá y examinará en los siguientes artículos. Como género pornográfico al mismo tiempo establecido y emergente, el porno feminista utiliza imágenes sexualmente explícitas para disputar y complicar las representaciones dominantes de género, sexualidad, origen étnico, clase, capacidad, edad, tipo de cuerpo y otros marcadores de la identidad. Porno feminista explora los conceptos de deseo, agencia, poder, belleza y placer en los límites más confusos y difíciles, incluyendo el placer dentro y a través de la desigualdad, frente a la injusticia y contra los límites de la jerarquía de género, así como de la heteronormatividad y la homonormatividad. Busca desestabilizar las definiciones convencionales del sexo, y expandir el lenguaje del sexo como actividad erótica, expresión de identidad, intercambio de poder, patrimonio cultural e incluso como un nuevo ámbito político.

      El porno feminista crea imágenes alternativas y desarrolla una estética e iconografía propias que expanden los discursos y normas sexuales establecidos. El porno feminista incorpora elementos de los géneros desde los que surgió, como el «porno para mujeres», el «porno para parejas» y el porno lésbico, y también de otros campos como la fotografía feminista, el arte performativo y la cinematografía experimental. No asume una única espectadora femenina, sino que reconoce múltiples espectadores: femeninos y otros, con muchas preferencias diferentes. Los creadores de porno feminista destacan la importancia de sus prácticas laborales en la producción y su trato a sus intérpretes/trabajadores sexuales; a diferencia de lo habitual en los sectores convencionales de la industria del entretenimiento para adultos, aspiran a crear un entorno de trabajo justo, seguro, ético, consensuado. A menudo crean su imaginería en colaboración con sus protagonistas. En última instancia, el porno feminista considera que la representación del sexo (y su producción) es un terreno donde crear resistencia, intervención y cambio.

      En la primera década del siglo xxi, el porno feminista empezó a arraigar en Estados Unidos con el surgimiento de cineastas que se identificaban específicamente como feministas, tanto en lo personal como en su trabajo, entre ellas Buck Angel, Dana Dane, Shine Louise Houston, Courtney Trouble, Madison Young y Tristan Taormino. Al mismo tiempo, en Europa, las cineastas feministas comenzaron a adquirir cada vez más notoriedad por su pornografía y películas independientes con sexo explícito: en España, Erika Lust; en el Reino Unido, Anna Span y Petra; en Francia, Emilie Jouvet, Virginie Despentes y Shu Lea Cheang (de origen taiwanés); en Suecia, Mia Engberg, la creadora de la compilación de cortos pornográficos feministas famosamente patrocinada por el gobierno sueco.

      El movimiento moderno de porno feminista avanzó de manera espectacular en 2006 con la creación de los Feminist Porn Awards (fpa), fundados por Chanelle Gallant y parte del personal de la juguetería sex-positive para adultos Good for Her, de Toronto. Podían postularse las películas que cumplieran uno o más de los siguientes criterios:

      Estos

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