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y por eso tuvo la esperanza de evitarlo. Su madre podría llegar a ser violenta cuando le interesaba. Solía pegar tanto a Delilah como a su hermano a menudo.

      –Qué quieres discutir.

      Mantuvo la cabeza baja como muestra de sumisión. Su madre no aceptaba menos. A menos que estuvieran en público. Entonces quería algo completamente diferente de sus hijas.

      –Es hora que te cases —empezó a decir su madre. Eran unas palabras que había estado esperando— Espero que escojas bien. Eres lo suficientemente bonita para tomar a un marido rico para que cuide de mi y tu hermana.

      Ella resopló a disgusto.

      –Eso resultará inútil.

      Pobre Mirabella…

      Cuando Ryan estuvo cerca, Lady Penélope se desquitó con él. Una vez que él se fue, ella tuvo que encontrar a alguien más para maltratar. No es que ella haya tratado bien a Delilah o Mirabella… Sin embargo, Ryan había sido un amortiguador. Mirabella fue un blanco fácil para el abuso de Lady Penélope. No tenía una fuerte disposición ni los medios para defenderse. Por esa razón, Delilah se puso en el camino de su madre con la mayor frecuencia posible.

      –Comprendo —respondió ella. Su madre necesitaba dinero, y estaba dispuesta a vender a su hija al mejor postor. Se estremeció con solo pensar a quien escogería Penélope.

      –¿Qué quieres de mi?

      –Tú y tu hija tenéis que reparar toda nuestra ropa para que parezcan ser de la última moda —dijo su madre mientras golpeaba sus dedos en la silla— vamos a presentarte en sociedad. Tal como sabes, nuestros ahorros son limitados. La época buena está a punto de empezar, y tengo la esperanza de encontrarte un marido antes que termine. Ya he escrito a tu primo, y él está de acuerdo en prestarnos su casa en Londres para una temporada.

      ¿Oscar había respondido a su madre pero no a Delilah? Nunca se había sentido tan traicionada en toda su vida. ¿No debería estar del lado de su familia real, no una mujer que se había casado con él?

      –¿Oh? —dijo, incapaz de mantener la sorpresa fuera de su voz—. No me había dado cuenta de que correspondías con el nuevo conde. Su madre se quejaba constantemente de que no había tenido un hijo para heredar el título de Townsend.

      –Por supuesto que sí —se burló ella—. Soy la condesa viuda. Mi matrimonio no anuló la voluntad de tu padre. Me deben un estipendio trimestralmente, y a veces tengo que recordarle que todavía estamos aquí.

      Probablemente había tratado de obligarlo a enviar más de lo necesario…

      No pudo encontrar una respuesta adecuada a nada de lo que su madre tenía que decir. Reparar los vestidos que tenían no sería suficiente. Todavía aparecerían como si fueran indigentes, y lo eran, mientras asistían a las funciones de la sociedad. Seguramente su madre tenía un plan mejor.

      –Está bien —dijo finalmente—. Tendré ayuda de Mirabella. Ella puede juntar sus vestidos con los míos, y haremos todo lo posible para que vuelvan a estar a la moda.

      Sería un milagro sangriento. Los vestidos tenían varios años y la mayoría había estado en un baúl abandonado en el ático. Delilah creía que probablemente habían pertenecido a la madre de Ryan.

      –Buena chica —dijo su madre antes de sonreír. Eso no la tranquilizaba, y ella no esperara que lo hiciera. Cuando su madre abría la boca de aquella manera, nada había más endemoníaco que aquello.

      –Tu siempre has sido mi hija favorita, y la más bonita —decía solamente para que Delilah terminará dándole la razón y Mirabella se pusiera roja.

      –Sí, Madre —dijo Delilah, sin mucha preocupación—. ¿Puedes perdonarme un instante?

      –Sí —contestó la madre despectivamente.

      Delilah respiró hondo y se levantó. Mantuvo un ritmo constante mientras se movía para salir de la habitación. Si caminaba demasiado rápido, o incluso corría, volvería a perseguirla. Era mejor si su madre no se daba cuenta de cuánto la aterrorizaba su conversación.

      –Querida —llamó la madre a Delilah cuando estaba a punto de alcanzar la puerta para irse. Ella se dio la vuelta.

      –¿Si?

      –No te esfuerces mucho con ello —empezó diciendo. Su sonrisa se volvió amenazadora— iremos por la noche a Londres.

      Diablos. Por supuesto no se esperaba que ellos ayudaran un poco durante la semana. Tenían que regresar antes de terminar la noche, y eso les daba poco tiempo para trabajar.

      –Los vestidos estarán listos —le dijo a la madre. Delilah apretó sus dientes y abandonó la habitación.

      Tenía que encontrar un camino para soportar a su madre, pero casarse con viejo libertino por el dinero no sería lo mejor. Eso daría a su madre más poder, y aquello ero lo último que lady Penélope necesitaba. Delilah debería encontrar otra manera. Cuando la encontrara, debería huir sin darse la vuelto. En un mundo perfecto, se llevaría a su hermana con ella, pero Mirabella no querría irse. Debería pedírselo y asegurarle que no estuviera bajo la atenta mirada de la madre. Nadie se merecía ser tratado como un felpudo limpiando sus zapatos todo el día.

      El primer paso sería aprender de Freya todo lo necesario. Si Delilah pudiera hacerse cargo de ella, las posibilidades serían ilimitadas. Los fondos siempre serían una consideración. Intentaría escatimar y ahorrar donde pudiera, pero lo más importante, esconderlo todo de su avariciosa madre. Un día, ella podría comenzar una nueva vida, y no podía esperar. Ella esperaba que no tomara mucho tiempo.

      Sin embargo, una cosa era segura: sería una solterona antes de casarse con un hombre a elección de su madre. La próxima temporada sería difícil de superar. Había una manera segura de desanimar a cualquier caballero elegible: actuar como lo hacía su madre en privado, y todos corrían asustados. En público, su madre era tan encantadora y educada como una persona podría ser. Esa fachada había engañado a dos hombres en un matrimonio que probablemente ambos lamentaron cuando murieron. Delilah no engañaría a nadie, y ella nunca haría el tonto.

      Estiró los hombros y entró a la cocina.

      –Ya estoy lista —le dijo a Freya—. Enséñame todo.

      Freya sonrió y le dio un bol. Entonces empezó a darle instrucciones para hacer pan. No mucho más tarde, amasaba la masa y la dejaba crecer.

      Delilah se apartó el pelo de la cara y miró su trabajo. Cada centímetro de ella estaba cubierta de harina, y nunca había estado tan desordenada en su vida, pero se sentía increíble. Su plan funcionaría. Delilah sonrió para sí misma. Puede que su madre no se haya dado cuenta, pero había creado a su peor adversario y pronto descubriría el alcance de su crueldad.

      CAPÍTULO UNO

      Diez años después…

      El dolor gritó en su cabeza, y las imágenes que Marrok quería olvidar permanecieron. No importa lo que hizo, no podía quitárselos. Cuando cerró los ojos, se volvieron más vívidos, pero no importó. Tan pronto como los abrió, todavía bailaban ante él. Eran apariciones más fantasmales que las que había vivido. Continuó reviviendo con cada respiración que tomaba.

      Había matado a su padre…

      Sí, el viejo bastardo no le había dado otra opción, pero Marrok había jugado una mano en su muerte. Su padre le habría disparado y probablemente no habría sentido ni una pizca de culpa. Ahora, como consecuencia, Marrok tuvo que luchar con su culpabilidad por el papel que había desempeñado. No pudo evitar pensar que podría haber hecho algo diferente, cualquier cosa, y si lo hubiera hecho, su padre aún estaría vivo.

      Marrok no estaba bajo ningún tipo de desilusión. Su padre no era un buen hombre, e incluso si hubiera sobrevivido, vomitaría veneno con cada respiración. El viejo duque no había guardado sus sentimientos en secreto. Había odiado a sus dos hijos. Principalmente porque no había creído que Marrok o su hermana, Annalise, en realidad fuera de su sangre. Marrok deseaba que no estuvieran realmente relacionados con él algunos

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