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estar en forma es tener la mejor disposición para actuar. Chesterton, en su espléndido libro sobre santo Tomás, escribe: «En lenguaje tomista, formal significa actual, real, que posee la decisiva cualidad real que hace que una cosa sea lo que es. En líneas generales, cuando describe una cosa hecha de forma y materia, reconoce con mucha razón que la materia es el elemento más misterioso, genérico e indistinto, y que lo que imprime a cada cosa su identidad es la forma (...). La forma es el hecho que hace que un ladrillo sea un ladri­llo y un busto un busto, y no la arcilla informe y aplastada con lo que se puede hacer lo uno y lo otro». A lo que se puede añadir que lo que solemos entender por forma, por ejemplo, en la estatua, no es más que la figu­ra. La forma es lo que está en el interior del artista, lo que pretende hacer (y por eso es causa final), y lo que hace que esa materia tenga esa figura.

      Otros términos básicos son potencia y acto. Santo Tomás sostiene que, en cada momento, cualquier realidad creada es algo, es acto, pero no es todo lo que puede ser; por tanto, está en potencia para lo que puede ser. Es lo que, en el lenguaje común, decimos de algo que tiene mucho potencial o muchas potencialidades.

      Es bueno saber también, de antemano, qué se entiende por substancia y accidente. Substancia es aquello a lo que corresponde ser en sí y no en otro. Se dice principalmente del singular existente, del individuo, es decir, del in-diviso: esta piedra, esta planta, este animal, este hombre. Substancia es lo principal, y si se carece de substancia se habla metafóricamente de que es algo insustancial. A los accidentes (cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, tiempo, lugar, situación, hábito) les corresponde “ser en otro”, no en sí. Lo blanco es una realidad, pero no se da por separado sino siempre en una sustancia (cosa, planta, animal, hombre): nadie ha visto nunca a “lo blanco” ir por la calle. El tamaño de algo no se da sepa­rado; es el tamaño de este o aquel ente. El lugar no existe por sí mismo, sino que las cosas están en un lugar (ubicadas) y dentro del lugar (situadas). El accidente, hábito o forma de presentarse algo —una de cuyas formas es lo que hoy llamamos look—, también necesita una sustancia para darse.

      Chesterton hace un buen resumen de la tarea de Tomás: «Dios hizo al hombre para que fuera capaz de entrar en contacto con la realidad. Y lo que Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre».

      Se ofrecen aquí solo unos pocos textos, cuando podrían ser miles. Pero se proponen como un aperitivo y una incitación a la lectura. Tomás de Aquino es un clásico y tiene la perennidad de las catedrales. Nunca presumió de ello, nunca fue ostentando su propio yo. Al final de su vida, después de una experiencia mística, le confesó a su secretario, fray Reginaldo: «No puedo escri­bir más. He visto cosas que hacen que todos mis escritos sean como paja».

      La Divina Comedia, de Dante, está atravesa­da de principio a fin por la doctrina de Tomás de Aquino, que aparece en el canto décimo del Paraíso y desaparece en el decimotercero, cuando el protagonismo es para Beatriz, la amada de Dante y a la vez símbolo de la Teología. Tomás de Aquino explica muchas cosas a Dante, y este lo presenta como sin duda fue, amable, sonriente: «Y yo sentí muy dentro aquella luz que antes había hablado (Tomás), empezar a hablar sonriendo y volviéndose cada vez la luz más clara».

      Ser

      Ser es lo más íntimo de una cosa, lo que más la penetra, ya que es lo formal (acto) de todo lo que hay en la realidad. (I, 8, 1)

      1 La analogía reviste gran importancia en el lenguaje tomista, y también en el lenguaje común. Hay analogía entre dos realidades cuando son en parte iguales y en parte distintas. O, dicho de forma paradójica: cuando son y no son lo mismo.

      2 Aquí está implícita la distinción real entre la esencia de algo y su acto de ser. La distinción no se experimenta ni se siente, pero se entiende: ser algo no es ser-con-la-plenitud-de-ser. Esa plenitud corresponde a Dios, cuya esencia es ser, acto puro. Se ve lo mismo, desde el punto de vista del entendimiento, en el siguiente texto.

      3 “Cosas” está el sentido de “real”, “existente”.

      Entendimiento

      El entendimiento humano, el último en el orden de los entendimientos y el más alejado de la perfección del entendimiento divino, está en potencia con respecto a lo inteligible, y al principio es como una pizarra en la que no hay nada escrito, como dice el Filósofo en III De Anima 14. Esto resulta evidente por el hecho de que en un principio estamos solo en potencia para entender, y luego entendemos en acto. (I, 79, 2)

      1 Se puede relacionar esto con la diversamente interpretada afirmación del filósofo presocrático Parménides (siglo vi a. C.): «Una sola cosa es entender y ser».

      2 Es decir, el entendimiento humano está en potencia de entender en acto.

      Unidad

      1 La unión hace la fuerza. O, en sentido contrario: divide y vencerás.

      Verdad

      Así como se llama bien aquello a lo que tiende el apetito, se llama verdadero aquello a lo que tiende el entendimiento. La diferencia entre el apetito, el entendimiento o cualquier otro tipo de conocimiento, reside en que, en el conocimiento, lo conocido está en quien lo conoce; en cambio, en el apetito, el que apetece tiende hacia lo apetecido. De este modo, el término (al que se dirige) el apetito, es decir, el bien, está en lo apetecido; pero el fin (al que se dirige) el conocimiento, que es lo verdadero, está en el mismo entendimiento.

      El bien está en la cosa, en cuanto que está ordenada al apetito; y por eso la noción de bondad deriva de la cosa apetecida por el apetito, por lo cual, si es apetito del bien se llama apetito bueno. En cambio, lo verdadero está en el entendimiento en cuanto que hay conformidad entre este y lo conocido; por eso es necesario que la noción de verdadero derive del entendimiento hacia lo conocido, como también

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