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      Para describir lo real, limitarlo, iluminarlo…

      Sobre una pintura de Vincent Canadé.

      Bronk estaba fascinado por este aspecto vocacional de la pintura, y por su habilidad para darle forma a lo intangible. Esta, por supuesto, es una forma anacrónica de ver la pintura. Las posibilidades apropiacionistas de Washington Square por la noche, que para todo el mundo es una pintura igual a una de Edward Hopper, no le interesaban en absoluto. Tampoco le interesaba la “originalidad”. Bronk mira a través de los abedules desnudos en Birch sketch #2 de Canadé (que para otro ojo es similar a otros cien esbozos de paisajes impresionistas) y ve la dificultad del clima:

      Amo los días amables, los veranos,

      sus mensajes balbuceantes, que le piden al oído

      que se desnude para escucharlos mejor.

      Sin embargo,

      Otros poemas vuelven a vestirme

      con su claridad cuando me paro en ellos

      como en el clima. Pruebo la forma en que se ven.

      Climas en los que habitamos

      Es la disciplina de la observación lo que atrae a Bronk. Está el mundo, y está el pintor, y la pintura es lo que sucede en el medio. Muchas de las pinturas de la colección representan cielos. Esto no parece una coincidencia para un poeta tan obsesionado con la luz y la prueba que ella constituye de la inmaterialidad.

      ¿Cuál es la razón por la que pensamos que nuestras vidas simplemente pueden ser maravillosas? Antes de mi tercer viaje a Binghamton para visitarlo, Martin me envió por email una lista de instrucciones. Era muy programática y específica:

      Domingo: mi hija estará en casa y, por esa razón, espero que pasemos tiempo personal en otra parte. Si me dices cuándo esperas llegar, podemos encontrarnos en el hotel Embassy Suites. Podrás cenar con nosotros en casa, o sola, si lo prefieres.

      Vestimenta: me gustaría ver tu ropa interior. No hace falta que compres un body blanco antes de que haya visto el corsé y las medias, aunque, por supuesto, me gustaría verte con ese body en algún momento pronto. Una minifalda o un vestido ajustado estarían bien. Con faldas, prefiero las blusas abotonadas.

      Maquillaje: un look glamuroso de buen gusto es mi preferencia, por eso, mejor los rojos y mi sugerencia de una base líquida, delineador de ojos, colorete, etc. Me gustaría que experimentes con tu cabello, y me interesará ver qué haces.

      Aroma: prefiero que las suplicantes vengan perfumadas con rosa, madera de sándalo, loto y mirra. Cualquiera de esos aromas, o todos juntos, sería lo ideal.

      Manera de dirigirte: mi Señor sería lo más apropiado.

      Este sería nuestro último “ensayo” antes del trío con su esclava del placer de Toronto que estaba programado para después de Navidad. Martin tenía grandes planes para este encuentro, que comenzaría en el hotel Binghamton Embassy Suites. Se estaba abasteciendo de provisiones como nuevos látigos y dildos dobles de látex de color púrpura. Pero uno de los elementos principales era una correa.

      Basta decir, había escrito, que me gustan las cosas con estilo pero no estilizadas. Si algo me excita a mí o a mi(s) compañera(s), seguramente quiera hacerlo. C. no tiene necesidad de ejercer señorío, y no tiene ninguna posición especial respecto a ti. Entonces, alfa, no alfa, puedes darle forma al juego que tenemos Catherine y yo hasta un grado apropiado. Es mi responsabilidad el sintetizar y dirigir, en base a lo que sé. Sugiero la idea de que tú la folles por detrás porque tuve la impresión de que eso podía ser posible. La dominación no debería ser un viaje de ego, es más como el liderazgo. Hay grandes recompensas para el ego, y grandes placeres. Pero el mayor placer y el mayor éxito provienen de crear la experiencia de la óptima excitación erótica. Catherine es encantadora en muchos sentidos, y está placenteramente entregada a mí. La tengo en muy alta consideración y considero que su desarrollo y protección son mi deber.

      Para nuestro tercer encuentro, el domingo 22 de diciembre, yo debía conducir hasta el hotel Embassy Suites en Bing-hamton con varios bolsos con atuendos: ropa de viaje para los 580 kilómetros de ida y vuelta; corsé, medias, ligas; las prendas de vestir de secretaria golfa; y un atuendo recatado y de buen gusto para cambiarme más tarde, cuando me llevara a cenar con su hija. Esto estaba empezando a parecerse demasiado a trabajar doble turno de copera o prostituta. Y después estaba la peluca y la manicura; el carmín rojo fuerte, el delineador líquido y el espantoso aceite corporal hippie con nombres como jazmín, madera de sándalo y rosa.

      El martes 17 de diciembre, tarde por la noche, mi amigo G. murió repentinamente en la habitación de una amiga mientras visitaba Nueva York. Yo estaba a 360 kilómetros, en Thurman, y durante todo el miércoles, todo el jueves, y el viernes por la tarde, mientras compraba el atuendo de golfa en Saratoga, estuve hablando por teléfono con amigos en Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Londres y Auckland, tratando de ver cómo hacer para sacar el cuerpo G. de la morgue de Brooklyn y enviarlo a su familia en Nueva Zelanda. Su amiga Isabelle, con quien se había estado quedando en Nueva York, tenía un billete para viajar a casa en Auckland ese domingo y estaba fuera de sí, haciendo doscientas llamadas al día, intentando juntar fondos para pagar a una empresa funeraria de Brooklyn para que la morgue “liberara” el cuerpo. ¿He mencionado que todo esto pasó mientras yo trataba de escribir un libro sobre el Holocausto? Por un momento, existió el plan de realizar el velatorio el domingo por la tarde. En ese caso iba a tener que conducir hasta Brooklyn para que Isabelle pudiera tomar su avión.

      El jueves por la noche, le envié un email muy cuidadoso a Martin. Asunto: posible cambio de planes. Querido Martin, escribí, es posible que no pueda ir a Binghamton este domingo. Le escribí que mi amigo había muerto, le hablé del cuerpo, el velatorio y toda la confusión. Que de todas formas tenía ganas de verlo y que le haría saber cómo se solucionaban las cosas. No respondió. El viernes por la tarde, se tomó la decisión de no transportar el cuerpo hasta después de las navidades, entonces volví a escribirle: El domingo está libre. Los preparativos, finalmente, no incluyen Nueva York. Nos vemos en el Embassy a la 1.30. Mientras el cuerpo de mi amigo seguía en la morgue, lo imaginé: una etiqueta amarrada al pulgar de su pie, en Brooklyn.

      Durante varios años, hubo una escena en torno a la casa de Bronk en Pearl Street. Bronk vendió la carbonera poco después de cumplir sesenta años, en 1978. Paul Pines abandonó su isla cerca de Barbados y se mudó al estado, y también estaba Sheldon Hurst y otros amigos a los que Hurst les consiguió empleos a tiempo parcial en el departamento de Humanidades del colegio comunitario. Lorin French y Dan Leavy estaban allí. Después de establecerse como artistas, sacaron provecho de las oportunidades que daban los fondos de las artes y los museos regionales. Se trataba a menudo de residencias e intercambios con otros artistas en Québec, Maine y Provincetown, y les gustaba traer a sus nuevos amigos “a casa” para conocer a Bronk en Pearl Street. A veces, esos visitantes se quedaban durante meses, y sus conversaciones nocturnas terminaban en colaboraciones.

      La artista Jo Ann Lanneville de Three Rivers, Canadá, hizo un libro de artista de impresiones respondiendo a la poesía de Bronk. Dan Leavy hizo una talla de madera llamada The light, The trees [La luz, los árboles] en respuesta al trabajo de Bronk en Life Supports. Todos estos trabajos son parte de la colección de Bronk. La colección documenta una clase de reciprocidad que solo podía tener lugar a lo largo del tiempo. Durante años, Bronk escribió poemas inspirados por la contemplación de las pinturas de Canadé, Maril y otros artistas visuales contemporáneos de él. Después, artistas visuales más jóvenes produjeron obras inspiradas por esos poemas.

      A pesar de que las obras en la colección de Bronk puedan parecer dispares, en realidad forman parte de un gran cuerpo creado por un intercambio de influencias. “Soy el esposo de mi obra”, le dijo Bronk al periódico Times Union, de Albany, y el matrimonio resultó prolífico. Compuestas en muchos estilos muy diversos, todas las obras de la colección de Bronk comparten una preocupación por el espacio y el vacío, la luz y la oscuridad. Mientras vivía solo, acompañado solo por sus obras de arte, durante tantos años, Bronk les escribió y escribió a través de ellas.

      Una

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