Скачать книгу

de lo que nos rodea, manufacturamos un entorno ficticio.

      Cuando en nuestro interior encontramos luz, nos estamos viendo acertadamente. Entonces tal visión se extiende alrededor contribuyendo a la expansión de la realidad intrínseca. ¿Por qué nos estamos viendo correctamente en este caso? Dime si cuando hallas Paz o Amor en ti no acabas de encontrar lo que más ansías, lo que más valoras, tu bien más preciado, a ti misma. Y dime si no sufres cuando lo extravías.

      …

      Cuando dentro de mí encuentro un inmenso remanso pacífico, una sensación plena de Unión, una inconmovible seguridad y plena dicha, he accedido a la realidad en mí. Al experimentar el mundo desde ese estado, atestiguo un mundo real, porque solo desde la realidad se puede captar la realidad. Si accedo a la profundidad del océano en mí, puedo ver la profundidad del océano frente a mí; desde aquí se alcanza el saber de que ambas profundidades son la misma. Se rompe la división entre dentro y fuera, haciéndose obvio que ambas esferas coinciden y entre sí se ensanchan.

      Por el contrario, en cada ocasión en la que en mi interior encuentro miedo, inseguridad, rencor, culpa u odio, al mirar fuera experimento irrealidad. ¿Por qué? Porque parto de un error sobre mí mismo. Si percibo mi superficie como tormentosa, pensaré que la totalidad es tormentosa. No obstante, si me adentrara más allá descubriendo la calma que hay en el fondo y desde allí mirara la superficie, la reconocería como una capa infinitesimal dotada de un significado diferente. Entonces dejaría de llamar océano a la superficie y vería realidad tanto en el aparente dentro como en el aparente fuera.

      En resumen, se puede decir que la realidad no es accesible por los sentidos ni por el intelecto. Al ser ambos limitados, únicamente tienen acceso a lo limitado. La realidad ilimitada es solo alcanzable por lo que podemos llamar la gran mente, que por carecer de fronteras tiene acceso a la totalidad.

      Si al mirar la ola lo haces de fuera hacia dentro, percibirás algo acotado. Si lo haces de dentro hacia fuera, presenciarás algo inabarcable. ¿Por qué? Porque solo la inmensidad puede comprender la inmensidad. La infinitud que hay en ti comprenderá la infinitud del océano. Cuando accedes a la profundidad en ti, accedes a la profundidad en todo.

      Darse cuenta de que un primer paso hacia el conocimiento consiste en descubrir realidad dentro para luego hallarla fuera es vital en el proceso del despertar13. La paradójica consecuencia natural está en percatarse de que no existe división entre interior y exterior, que ambos recintos son el mismo. En esto estriba la diferencia entre advertir Unión o inventar separación, entre percibir y conocer, entre coexistir con la realidad contribuyendo a desplegarla o urdir sueños.

      Otros despertares

      Existen otras maneras de despertar. En una de ellas, por lo general, después de un periodo de intenso sufrimiento, el soñador decide abandonar el sueño sin pasar por la etapa lúcida y despierta repentinamente. Esto puede parecer asunto de místicos, santos, bodhisattvas o maestros ascendidos y así es, pero también de seres cotidianos con los que nos cruzamos rara vez sin que reparemos en ellos; personas de sonrisa indeleble, poseedoras de cierto brillo en los ojos, de una frente despejada desprovista de preocupaciones y que parecen decir: «a qué esperas para darte cuenta y salir del malestar que te has provocado».

      Pero también existe un camino sin dolor. No hace falta sufrir para despertar. ¡No esperes a que el desconsuelo decida por ti! Esta es una manera aun extremadamente inusual, aunque muy posible, de volver a la vida. La han experimentado personas que un buen día se han levantado, se han mirado a sí mismas, a un semejante o a un objeto aparentemente baladí y se han dado cuenta. ¿De qué? De todo.

      Ese despertar consiste en recordar por inspiración. Es una vía que, como cualquier otra, no se puede emprender en solitario. Es necesario apelar a un guía, a un consejero. A un tutor que tienes mucho más cerca de lo que te imaginas14. Por favor, invócalo antes de sentirte perdido, o hazlo inmediatamente si ya te sientes así.

      La noble y prescindible función del dolor

      El sufrimiento ha sido hasta ahora el detonante más frecuente para despertar de las ilusiones. Ello no implica que sea deseable, ni necesario, ni mucho menos imprescindible, ni que se recomiende buscarlo para salir del sueño, ni que quien se lo inocula o lo espolea en otros no esté contribuyendo al caos del mundo sin pretenderlo.

      El dolor no cura, solo produce más dolor y más ilusión. Hasta que se hace insoportable e impulsa al doliente a despertar. Quienes comienzan a ver, por lo general previamente pasan por un periodo oscuro. Cuando la confusión fabricada por el pensamiento circular se hace insoportable, el sufriente resuelve encontrar una vía de salida y no cesa hasta encontrarla.

      Paradójicamente el sueño cuenta con un mecanismo autodestructivo instalado en su interior: cuando el dolor activa la determinación a renunciar a él, comienza el camino de vuelta, un camino diferente y adaptado a cada Ser. Por eso el sufrir cumple una noble, aunque muy prescindible función: empujar hacia la lucidez.

      Cada vez que sufras, agradece tu dolor y descubre hacia dónde te guía, pero al mismo tiempo recuerda que no es necesario. Esas punzadas son evitables. No hace falta esperar a su aparición para despertar. Pueden ser utilizadas como alarmas una vez que rechinan, mas, por favor, no esperes a su aparición. Si lo haces antes, te ahorrarás a ti y a quienes te rodean una enorme cantidad de dolor innecesario.

      He aquí una manera de comenzar a despertar sin dolor.

      Deshilar la madeja

      En los próximos minutos se contiene todo el tiempo. Si quieres, inviértelos en esta contemplación.

      Vuelve a cerrar los ojos, bloquea la lengua y respira hondamente. Esta puede ser una excelente manera de profundizar con rapidez.

      Visualiza una pared frente a ti. En esa pared hay un agujero. Detrás de él está tu pensamiento. Mira al orificio y espera a que por él salga la primera idea.

      …

      Cuando asome, contémplala en caso de que se exprese como una imagen, escúchala si viene en palabras o en sonidos, siéntela o tócala si se manifiesta como una sensación o como un objeto. Sobre todo, permanece atento a no dejarte arrastrar por ella. Simplemente déjala ser. Eso se consigue observándola, presenciándola sin evaluar ni opinar, pero por encima de todo sin intentar detenerla.

      Luego vuelve a enfocar la atención en la pared hasta que surja otro pensamiento.

      Quédate así un par de minutos.

      …

      Quizás hayas notado que el primer pensamiento ha tardado en salir, aunque haya sido solo un instante. La duración no es importante por ahora, lo substancial es algo en apariencia insignificante, pero cuya trascendencia no es posible enfatizar suficientemente: se ha producido una separación entre tú y él.

      Por tanto, quizá no seas tu pensamiento.

      …

      Además, han sucedido cuatro cosas:

      Una: has sido capaz de detener por un momento la corriente mental. Si esta vez no has podido mantenerte observante mucho tiempo no te preocupes, lo conseguirás con algo de práctica.

      Dos: tal vez hayas notado cómo, al poco de contemplar, el pensamiento se ha disuelto y ha desaparecido. Eso sucede cuando no se lo nutre con energía. Los pensamientos son cúmulos energéticos generados por uno mismo. Cuando se cesa de alimentarlos a través de opiniones, juicios, acuerdos u oposiciones, desaparecen. Sucede como cuando el viento amaina sobre un velero: este sigue avanzando un tanto hasta detenerse. Lo mismo pasa cuando se deja de soplar sobre la vela de la razón.

      La tercera es especialmente relevante: durante ese intervalo, el divagar no ha tenido poder sobre ti, lo que hace sentir una enorme sensación de liberación.

      Finalmente, la cuarta: desde esa posición tranquila y alerta

Скачать книгу