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      Homo sapiens

      Antonio Vélez

      Divulgación Científica

      Editorial Universidad de Antioquia®

      Colección Divulgación Científica

      © Antonio Vélez

      © Editorial Universidad de Antioquia®

      ISBN: 978-958-714-902-9

      ISBNe: 978-958-714-903-6

      Primera edición: septiembre del 2019

      Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia

      Hecho en Colombia / Made in Colombia

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      Prólogo

      Este libro es un recorrido por la historia del ser humano, el Homo sapiens, con la intención de examinar algunas de sus conductas y explicarlas desde el punto de vista evolutivo. Se trata de mirar con lupa los llamados “universales” de la conducta humana, conocimientos que hoy empiezan a conformar una nueva y potente disciplina conocida con el nombre de “sicología evolutiva” o “evolucionista”. El producto final es una síntesis de ideas y resultados ya establecidos, correspondientes a campos tan diversos como la genética, la evolución, la antropología, la neurología, la epistemología, las ciencias cognitivas, la etología y, por supuesto, la sicología.

      Por “universales” entenderemos aquellas conductas observadas en todas las culturas estudiadas por los antropólogos y que parecen no depender de las particularidades de lo enseñado en cada grupo humano. Lo interesante de la síntesis obtenida es que se logra que una parte importante del complejo conjunto de la conducta humana quede explicada bajo un solo principio unificador: la búsqueda, directa o indirecta, de un mayor número de parejas sexuales de la mejor calidad biológica posible; es decir, la búsqueda de una mayor eficacia reproductiva.

      La lupa milagrosa que permite una mirada refrescante a uno de los problemas más viejos del hombre, esto es, el de las razones de su conducta, las razones de sus sinrazones, de sus extrañezas, de sus estupideces y contradicciones, de su marcha a contracorriente de la lógica y el sentido común, es la teoría darwiniana de la evolución. Y la explicación que resulta es coherente con casi todo lo que se observa en las sociedades humanas. Así, muchos de los conocimientos aportados por la sicología se explican como resultado del proceso evolutivo, y se utiliza para ello la premisa de que la mayoría de las apetencias del hombre moderno, de sus impulsos, de sus intereses, de sus inclinaciones y de sus facultades mentales fueron diseñados por el proceso evolutivo de las especies con el fin de hacer máxima su eficacia reproductiva.

      El hombre se comporta —dice el sicolingüista norteamericano Steven Pinker (1997)— como si alguien le susurrara desde dentro lo que es más conveniente para su coeficiente de eficacia reproductiva. Lo admirable —continúa Pinker— es que sin saber las reglas de parentesco genético ni la fisiología de la reproducción humana, los hombres han aprendido a comportarse como si las conocieran, construyendo sistemas en los que se invierte en la misma dirección del interés evolutivo.

      Esto es similar a lo que ocurre con los alimentos: se aprende naturalmente a elegir lo nutritivo y a despreciar lo que no aporta calorías; el cuerpo no se deja engañar.

      Se admite en esta obra que el hombre moderno es el último eslabón de una larga y continua cadena evolutiva, en la cual los eslabones anteriores son animales que se van haciendo cada vez menos racionales a medida que nos hundimos en el pasado. Y la continuidad de la cadena exige que haya cierta continuidad en las conductas. El médico y etólogo austriaco Konrad Lorenz (1993) lo confirma:

      La estructura del sentir, pensar y actuar humanos contiene innumerables restos históricos de la época de sus antepasados animales, restos que se revelan imprescindibles. Por eso el intento de comprender al hombre sin tener conocimiento de las especies que le preceden equivale a pretender construir la casa empezando por el techo. El camino que conduce a la comprensión del hombre pasa por la comprensión del animal, de la misma manera que el camino que condujo a la aparición de aquel pasó sin ninguna duda por este.

      El ensayista colombiano Andrés Holguín (1988) lo dice con gran economía de palabras: “El origen del hombre no se anuda con lo divino, sino con la zoología”.

      Tales supuestos obligan, si se desea entender al hombre, a explorar el comportamiento animal. De allí que las conductas estudiadas se buscan y analizan primero en el animal, prefiriéndose, por lógica elemental, las especies superiores, ya que están más próximas a nosotros desde el punto de vista genético. Luego se estudian las ventajas biológicas o reproductivas (adaptativas), teniendo en cuenta las condiciones naturales y primitivas del ambiente que posiblemente rodeó al hombre de antaño y al prehombre (especie de retroingeniería) y, por último, se buscan dichas conductas, o sus vestigios, en el hombre actual.

      Dado que apenas en época muy reciente conocimos los detalles del proceso reproductivo, es lógico que el hombre de ayer y el prehombre, y con mayor razón nuestros antepasados irracionales, no pudieran entender cómo se producían los herederos, no obstante supieran de dónde salían y esto nada tuviera que ver con las cigüeñas; así que resulta normal que los impulsos naturales apunten, por un lado, en la dirección de lograr un mayor número de parejas o, lo que es equivalente, de apareamientos (“los herederos se os darán por añadidura”), y, por el otro, a defender las crías obtenidas, que darán a su vez más crías portadoras de los genes familiares. En consecuencia, el término “adaptativo” se usará para indicar principalmente que se trata de lograr esos dos propósitos.

      Cuando en este libro se hable de “ventajas adaptativas”, entonces, debe entenderse aquellas ventajas que reviertan, directa o indirectamente, en una mayor tasa de apareamientos, y en el cuidado y éxito reproductivo de los descendientes. Las preguntas deben formularse en pasado, porque en la vida actual, de alta tecnología y gran desarrollo científico, ya no se cumple la vieja ley natural de que el número de herederos es directamente proporcional al de apareamientos. Además, muchos ciudadanos ya no desean tantos hijos ni tienen tiempo para criarlos y educarlos. No se pierda de vista que el hombre moderno es un animal domesticado, incapaz de sobrevivir si tuviera que volver al nicho natural de sus antepasados remotos. Hoy ocupa el nicho ofrecido por los grandes colectivos humanos, bien diferente de aquel por donde transcurrió la mayor parte de su evolución. Además, se trata de un nicho deshumanizado, como lo son las grandes colectividades, las desalmadas empresas y los insensibles países poderosos.

      En suma, toda forma de comportamiento que se encuentre en el hombre moderno —todo universal humano—, tenga funciones adaptativas y se dé entre las especies animales superiores, es muy probable que tenga fundamentos genéticos. Recordemos que los genes se manifiestan en el comportamiento por medios indirectos. Casi nadie hace el amor pensando en fabricar copias de su genoma, sino para divertirse o satisfacer sus impulsos

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