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Nunca vi ni escuché nada que me sugiriera tal cosa. Hasta donde sé, eran una pareja normal. Pero supongo que cualquier pareja podría tener problemas potenciales luego que los hijos se van de la casa. No es inusual, ya saben.

      —¿Vio a alguno de ellos la semana pasada?

      —Sí. Vi a Karen en su pequeño jardín, recortando algo. Esto sería hace como cuatro o cinco días. No estoy segura. Cumplí setenta y cuatro este año y a veces mi mente es como una sopa.

      —¿Habló con ella?

      —No. Pero hay algo en lo que pensé ayer... algo que no necesariamente olvidé pero en lo que tampoco pensé mucho. Y honestamente… ni siquiera sé qué día sucedió, así que...

      —¿Qué cosa sucedió? —preguntó DeMarco.

      —Bueno, estoy bastante segura de que fue el martes… el día que Karen fue asesinada por lo que sé. Estoy casi segura de haber visto a alguien deambulando por el patio trasero. Un hombre. Un hombre que no era Gerald Hopkins.

      —¿Parecía como si este hombre se fuera a meter en la casa? —preguntó Kate.

      —No. Parecía pertenecer al lugar, si ello tiene sentido. Caminaba como si hubiese sido invitado, ¿saben? Vestía una especie de traje o uniforme. Había un pequeño distintivo o parche justo aquí —se dio unos golpecitos encima de su pecho izquierdo para indicar el sitio del que estaba hablando.

      —¿Pudo ver bien el parche?

      —No. Todo lo que puedo decir es que era casi todo blanco y parecía tener forma de estrella. Pero podría estar equivocada… en estos días mi vista es tan buena como mi memoria.

      —Pero en cuanto a comunicarse con alguno de los Hopkins, ¿dice que no hubo nada la semana pasada?

      —No. La última vez que hablé con Karen fue cuando vino a pedirme mi receta de torta de piña. Y eso fue hace casi tres semanas, creo.

      Kate se devanó los sesos, tratando de pensar en otras preguntas con las que la Sra. Patterson pudiera ayudarlas a desvelar alguna cosa, pero nada se le ocurrió. Además, tenían que verificar a este hombre con uniforme, así que no se iban con las manos vacías.

      —Sra. Patterson, muchas gracias por su tiempo. Si llega a pensar en algo más, siéntase libre de llamar a la policía local. Ellos nos harán llegar el mensaje.

      —Siento la necesidad de preguntar… pero con el FBI involucrado, ¿puedo asumir que el homicidio anterior está conectado? ¿Fue hace como… una semana más o menos? Creo que su nombre era Marjorie Hix.

      —Eso es lo que hemos venido a averiguar —dijo Kate—. ¿Llegó a conocer a Marjorie Hix?

      —No. Honestamente, nunca había escuchado el nombre, hasta que una de mis amigas me contó lo que había sucedido.

      Kate asintió y se dispuso a salir de la habitación. —De nuevo, gracias por su tiempo.

      DeMarco se le unió y salieron afuera, cuando la lluvia caía sin amainar, a pesar del sol resplandeciente.

      Kate casi sacó su teléfono para ver si Melissa le había dejado un mensaje de voz, pero desistió. Todo lo que conseguiría sería un estrés adicional. Y si ella no aprendía a separar su vida personal de su vida con el Buró, bien podía entregar ahora mismo su arma y su placa.

      Se odió un poco por eso, pero por el momento sacó a Melissa de su mente mientras se dirigían de regreso al auto.

      En el fondo, una pequeña vocecita le hablaba. ¿Recuerdas lo que sucedió cuando la hiciste a un lado a más temprano en tu carrera? Tomó mucho tiempo reparar ese daño. ¿Realmente quieres pasar por todo eso otra vez?

      No, no quería. Y quizás fue por eso que acabó luchando por refrenar las lágrimas mientras DeMarco salía del acceso a la casa de la Sra. Patterson.

      CAPÍTULO CUATRO

      El Sheriff Bannerman estaba de regreso en la estación policial cuando Kate y DeMarco llegaron. Les hizo señas para que vinieran a su oficina. Al seguirlo, Kate notó que arrastraba los pies como si tuviera alguna dificultad al caminar. Mantuvo la puerta abierta para ambas y luego la cerró detrás de él.

      —¿Tuvieron suerte? —preguntó.

      —Hablamos con una tal Sra. Patterson, la mujer que vive en la casa que se puede ver desde la ventana en la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Ella dice que recuerda a alguien en el patio trasero el día que Karen fue asesinada.

      —Ella dice que cree que fue ese día —añadió DeMarco.

      —Sheriff, ¿sabe de alguna compañía en la zona cuyo logo tenga forma de estrella y sea básicamente blanco? Los empleados pueden estar llevando trajes de colores oscuros.

      Bannerman lo pensó por un minuto y luego comenzó a asentir lentamente. Tecleó algo en la portátil de su escritorio, hizo varios clics y luego giró la pantalla hacia ellas. Había tecleado Hexco Proveedores de Internet en el buscador de Google y elegido la primera imagen.

      —Está este —dijo—. Es el único que viene a mi mente de inmediato.

      Kate y DeMarco estudiaron atentamente el logo. Era casi idéntico a la descripción de la Sra. Patterson. Tenía de hecho forma de estrella, solo que una de las puntas se alargaba y curvaba ligeramente. Unas líneas seguían a la estrella, y la central contenía la palabra Hexco.

      Con la velocidad de un pistolero, DeMarco sacó su teléfono e instantáneamente marcó el número debajo del logo. —Veamos si el martes hubo una llamada para solicitar un servicio de algún tipo a la residencia Hopkins.

      Se sentó, esperando que el teléfono comunicara. Entretanto, Bannerman giró el portátil y lo cerró. En voz baja, para no interrumpir a DeMarco cuando alguien contestara el teléfono, miró a Kate y preguntó: —¿Tiene ya alguna idea?

      —Creo que estamos ante un asesino que se enfoca en un determinado tipo de víctimas. Tanto Karen Hopkins como Marjorie Hix estaban en la cincuentena, y solas en casa. La presunción es que el asesino sabía que el marido no estaría allí. Y también presumo que había estudiado las casas, ya que no hay indicios de que la entrada haya sido forzada. Así que… nuestro asesino tiene un tipo definido, y hace su tarea. Aparte de eso... estoy en una calle ciega.

      —Puedo intentar añadir a eso —dijo Bannerman—, que no había señales de lucha, tampoco. Así que el asesino sabía cómo entrar en las casas sin violar la seguridad y luego fue capaz de atacar sin que las víctimas supieran. Me hace pensar que las victimas invitaron al asesino. Que lo conocían.

      Kate había presumido lo mismo pero decidió permitir que Bannerman lo expusiera todo. Disfrutaba oírlo hablar. Su edad lo hacía sonar sabio y ella valoraba en mucho su experiencia. Solía mirar el trabajo en conjunto con la fuerza de policía local como un estorbo, pero comenzaba a gustarle Bannerman.

      Mientras asentía, DeMarco finalizó su llamada —Tengo la confirmación de que Hexco sí envió el martes un técnico a la residencia Hopkins. La mujer con quien hablé dijo que habían habido reportes de problemas con el servicio de internet por todo el vecindario en esos días, comenzando el lunes en la noche. Hubo como una docena de llamadas similares ese día.

      —Bueno, es toda una conjetura, pero ser técnico de una compañía de internet en condiciones de servicio interrumpido daria fácil acceso a casi cualquier casa —dijo Kate.

      —Bueno, no es una conjetura, de hecho —dijo DeMarco—. Pregunté también si últimamente habían enviado técnicos de Hexco a la residencia Hix. Resulta, que hubo una solicitud introducida por Joseph Hix hace dos semanas. Y de acuerdo a sus registros, el mismo técnico acudió a ambas llamadas.

      —Suena como un sospechoso para mí —dijo Kate.

      —Estoy de acuerdo —dijo Bannerman—. Deberían saber, sin embargo, que Hexco es un

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