Скачать книгу

—dijo Kate—. ¿Conseguiste un nombre?

      —Lo hice. La operadora con la que hablé le envió un mensaje para que me llame de inmediato.

      —Entretanto, me gustaría visitar la residencia Hix —dijo Kate—. Sé que los reportes indican que la escena estaba básicamente limpia, pero me gustaría verlo por mí misma.

      —Tengo la llave en los archivos del caso —dijo Bannerman—. Puede...

      Fue interrumpido por el timbre del teléfono de DeMarco. Contestó de inmediato y cuando la escuchó presentarse de manera formal, Kate supo que era el técnico de Hexco. Kate escuchó atentamente, así que se enteró de los detalles antes de que DeMarco los comunicara en voz alta.

      —Nos veremos con él en quince minutos —dijo DeMarco—. Parece muy dispuesto a reunirse con nosotras, pero sonaba un poco asustado, también.

      Kate abrió la puerta al tiempo que Bannerman se ponía de pie. —¿Necesitan algo de mí?

      Kate lo pensó y entonces, con un poco de esperanza en su voz, dijo: —Quizás tener lista una sala de interrogación.

      ***

      El nombre del técnico era Mike Wallace, un chico de veintiséis años que se veía muy nervioso cuando Kate y DeMarco se reunieron en la pequeña cafetería a cinco kilómetros del Departamento de Policía de Frankfield. Miró alternativamente a una y otra agente de una manera que recordó a Kate uno de esos extraños gecos que pueden mover sus ojos de tal forma que miran en dos direcciones al mismo tiempo.

      Tenía una tableta con él, cubierta con un forro de cuero bastante usado. El logo de Hexco destacaba en relieve al frente del mismo.

      —Mike, por ahora esto es un procedimiento estándar y no tienes absolutamente nada de qué preocuparte —dijo Kate—. En este momento, parece solo un poco de mala suerte y las circunstancias.

      —¿Qué quiere decir?

      —Bueno, en el curso de las últimas dos semanas, has sido asignado a hogares donde dos mujeres han sido asesinadas. La más reciente fue el martes pasado.

      —Visité muchas casas el martes. Ha habido un grave problema con las interrupciones en dos urbanizaciones diferentes.

      —Tienes tus llamadas de solicitud de servicio en esa tableta, ¿correcto? —preguntó DeMarco, haciendo un ademán hacia el dispositivo que cargaba.

      —Sí, así es.

      —¿Puedes buscar la entrada de la residencia de los Hopkins para el día martes?

      —Seguro —dijo. Tamborileó en distintos lugares, deslizó la pantalla un poco, y luego recorrió la página con su dedo. Al hacerlo, Kate notó un ligero temblor en sus manos. Estaba obviamente nervioso; la cosa era averiguar si estaba asustado porque estaba ocultando algo o si simplemente estaba nervioso por estar en presencia de un par de agentes del FBI.

      —Justo aquí —dijo, deslizando la tableta hacia ellas—. Llegué a las diez cuarenta y dos a.m. y me fui a las diez cuarenta y seis.

      —Luce bastante rápido —dijo Kate—. No creo que me hayan arreglado algo con tal rapidez. ¿Cuál fue la naturaleza de la interrupción?

      —Hay una más grande cerca de Chicago. Para arreglar esa, tuvimos que reducir el servicio en otros lugares. Frankfield nunca se recuperó como se suponía. Era un arreglo fácil, sin embargo. Para todas excepto para una de esas llamadas del martes por la mañana, era solo cosa de reiniciar en las cajas de instalación de cada casa.

      —¿Y solo tomó cinco minutos? —preguntó Kate.

      —En realidad, cada reinicio solo toma como dos o tres minutos. Para cada parada, Hexco me exige que inicie el reloj en cada visita. Una vez que se inicia el cronómetro, tengo que ingresar al sistema y luego caminar a la caja. El reinicio solo toma como dos minutos. Después del reinicio, acoplo un dispositivo de prueba a la caja para asegurarme de que está funcionando. Eso toma treinta segundos. Luego camino de regreso a la camioneta, ingreso el reporte de estatus, y salgo del sistema.

      Todavía temblaba y se agitaba hasta por lo más mínimo. Pareció notarlo e intentó detener los temblores de sus manos juntándolas sobre la mesa.

      —¿Así que todo eso fue hecho en la residencia Hopkins entre las diez cuarenta y dos y diez cuarenta y seis? —preguntó Kate.

      —Sí, señora.

      —¿Interactuaste con Karen Hopkins durante la visita?

      —No. Hexco envió un texto masivo y una nota por correo electrónico anunciando que los técnicos iban a ser enviados. Siempre que eso se hace y el arreglo no se le cobra al cliente, no nos piden que vayamos con ellos para que firmen. Dudo que siquiera supiera que yo estaba allí.

      Todo encajaba, pero Kate hizo las cuentas en su cabeza. Cuatro minutos era tiempo más que suficiente para entrar en la casa y estrangular a alguien. Por supuesto, el hecho de que su reporte mostrara los tiempos de reinicio y prueba, además de la entrada y salida del sistema reducía los cuatro minutos a nada.

      —¿Puedes encontrar una entrada para la residencia Hix hace dos semanas? —preguntó Kate.

      —Sí. ¿Tienen el primer nombre?

      —Marjorie, o quizás su esposo, Joseph —dijo DeMarco.

      Mike repitió la rutina y consiguió la respuesta en veinte segundos. De nuevo, deslizó la tableta hacia ellas. Mientras revisaban la información, él hizo lo que pudo para explicarles.

      —Justo allí… exactamente hace dos semanas. Fue una respuesta a una queja acerca de la velocidad del servicio. Habían llamado para que le aumentaran la velocidad y los datos pero nunca resultó. A veces ocurre cuando se hace de manera remota, por teléfono. Fui hasta allá y lo hice por mí mismo.

      —De acuerdo a esto, tomó como cinco minutos —dijo Kate.

      —Sí, el pequeño dispositivo que uso para probar la fuerza de la señal me estaba dando dificultades. Si quieren, puedo mostrarles la solicitud que introduje en Hexco para conseguir uno nuevo.

      —Eso no será necesario —dijo Kate—. Veo aquí que Marjorie Hix firmó por el servicio. ¿Entraste a su casa?

      —Sí, señora. Necesitaba revisar su modem. Recomendé que consiguieran uno nuevo, porque el que tenían estaba un poco obsoleto.

      Por tercera vez, Kate notó un nervioso temblor en sus manos. Era demasiado evidente como para ignorarlo a estas alturas.

      —¿Estaba su esposo en casa? —preguntó, sin dejar que él viera que ella estaba percibiendo su nerviosismo.

      —No lo creo.

      Kate repasó el reporte. Basándose en los reportes y en su historia, todo parecía encajar. Pero parecía demasiada coincidencia. Miró a Mike por un momento, buscando alguna fisura en su fachada, pero no vio ninguna.

      —Muchas gracias, Mike —dijo finalmente—. Hemos terminado. No quiero mantenerte alejado de tu trabajo por más tiempo. Gracias por tu ayuda.

      —De nada —dijo Mike, volviendo a tomar la tableta—. Ojalá que atrapen al sujeto.

      —Sí —dijo DeMarco—. Lo mismo decimos.

      Los tres dejaron la cafetería juntos. Con cierta timidez, Mike les dijo adiós con la mano mientras se ponía al volante de la camioneta de servicio de Hexco.

      —Parece descartado —dijo DeMarco mientras volvían a su auto.

      —Sí, así es. Pero el factor de la coincidencia...

      —Sí, te fastidia un poco, ¿no es así?

      —Bueno, eso y el hecho de que temblaba como un proxeneta en una iglesia…

      —Linda metáfora —dijo DeMarco riendo.

      Ambas observaron mientras Mike salía

Скачать книгу