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y casi irradiándolo con imágenes gratas. Ni siquiera nosotros lo percibimos por lo que es; todo lo contario, lo dotamos de movimiento debido a las imágenes que nos suscita o por las costumbres que asociamos con éste. En el objeto, en fin, amamos lo que le conferimos: el acorde, la armonía que establecemos entre éste y nosotros. Amamos el alma que adquiere solamente para nosotros y que está formada por nuestros recuerdos.

      En ese monólogo el escritor siciliano presenta el punto culminante de la crisis de Mattia Pascal. La tremenda angustia que le provoca estar despojado de cualquier pasado, tener prohibido el placer de la memoria involuntaria, lo impele a establecerse en Roma, ciudad que lo obliga a generar nuevos lazos afectivos hasta el punto de tener que inventar una nueva muerte. Adriano es una máscara que no puede adaptarse. Vive de unas rentas muy sospechosas y en el ocio absoluto. Evita a toda costa el trabajo y cualquier tipo de acercamiento con las autoridades. Inventa una existencia y lucha por respetar la coherencia del guión que se ha impuesto a sí mismo. Con el paso del tiempo se ve en el dilema de sustraerse a un régimen de soledad absoluta debido a su temor a ser descubierto. En el protagonista no hay iluminación; es simplemente alguien que huye de los impuestos. Pirandello consideró que ya no podían proponerse personajes coherentes que respondieran a motivaciones concretas. El sujeto se había escindido y la presencia ominosa del otro tenía que ser representable. El dilema consiste en que la falta de control no es algo solamente aplicable a la obra; también involucra a quien escribe. Los ensayos aquí reunidos son una muestra representativa de ese fenómeno en la construcción de la figura autoral del propio Pirandello. ¿Qué había sucedido en Europa?

      En el género que más apasionaba a Pirandello, Debenedetti rastrea la catástrofe. Se posiciona ante el texto como frente a un mapa que desde las primeras dos décadas del siglo XX ya tenía las marcas del porvenir:

      Este crítico interpretó tales ficciones como síntomas de una enfermedad en la condición humana que confirmaría la devastación provocada por las dos guerras mundiales. Las acciones que motivan a los personajes son polivalentes y la ficción entreteje, inevitablemente, un devenir contradictorio de acontecimientos.

      Si bien es cierto que, a diferencia de las vanguardias históricas, en este tipo de escritores no hay discursos que puedan ser leídos como manifiestos, Pirandello resalta por la cuidadosa creación de una poética. El propósito de la presente antología es dar a conocer algunas de las numerosas reflexiones que el autor plasmó en ensayos. En el amplio tomo de sus obras completas dedicado al ensayo, publicado en la prestigiosa colección I Meridiani de la editorial Mondadori, su editor, Fernando Taviani, explica que se trata de la parte de su obra que menos se preocupó Pirandello por organizar. Es el rasgo que distingue a sus ensayos y los sitúa como documentos que, gracias a su lugar periférico, nos ayudan a conocer su proceso creativo de manera distinta. Son, por decirlo con una de sus sentencias más famosas, el autor en busca de autor.

      Con excepción del primer texto, una breve biografía escrita en la juventud y que para muchos de sus apasionados intérpretes es considerada una bellísima estampa de sí mismo, esta antología se compone de ensayos que Pirandello publicó en su vejez. Son al mismo tiempo un ajuste de cuentas y una mirada retrospectiva de su carrera. Responden a varios artificios del ensayo: la preminencia de la figura autoral y su constante creación, por lo que abundan las reflexiones autobiográficas; la argumentación asistemática; la prioridad del acto interpretativo; la postulación de la subjetividad como detonador del discurso, su eminente carácter ideológico y, por ende, la necesidad de representar el proceso de la experiencia intelectual. En la cúspide de su trayectoria, cuando su obra recorría el mundo entero, el escritor se hizo preguntas sobre la recepción de su literatura. Con mucha ironía tomó distancia de sus ideas y proclamó “abajo el pirandellismo” para revaluar su legado.

      Como apuntamos al inicio, Pirandello es en cierta forma el exacto contrario de Proust. La risa entrecortada, que surge desde la locura, provoca que narradores y personajes cancelen el surgimiento de la iluminación, la evocación de la sutil intermitencia del corazón. Sin embargo, nos parece que como ensayistas los puntos de contacto entre ambos escritores son notables. Nos gustaría pensar que este libro tiene un aire de familia con la obra póstuma de Proust, Contra Saint-Beuve, colección de ensayos que, al igual que éstos de Pirandello, surgió en las orillas de la “verdadera” literatura. El escritor francés quiso imaginar, en el espacio argumentativo propio del ensayo, la conclusión de su novela futura, esa catedral en perpetua fabulación que solamente podría concluir con la muerte de Proust. Planteó que el único tiempo verdaderamente recobrado está en la literatura. Buscó proyectar que la obra sería capaz de pervivir en la soledad de sus palabras, sin que la tocara la sombra de la otra cara de la moneda: la vida del escritor. Es el sueño de la obra siempre nueva, libre de su contacto con la historia.

      Es la misma ambición de su contemporáneo siciliano, quien incluso llegó al punto de negar su nombre, cargado del campo conceptual formulado en el pasado, con tal de volver a experimentar la libertad de las obras que todavía no cargan con el peso de la autoría. Esa ambición compartida era paradójica e imposible.

      Actualmente, cuando el centenario de la muerte de ambos escritores está a la vuelta de la esquina, sus vidas se entrelazan con las ficciones para potenciar sus preguntas. La lectura de estos textos, voluntariamente concebidos al margen de la obra, permiten adentrarnos en los apasionantes procesos creativos, colmados de dudas, y acercarnos a los cambios de voz. La incertidumbre es el denominador común de esas inigualables máquinas de relatos.

       Rodrigo Jardón Herrera

      1 Giovanni Macchia, “Il teatro di Luigi Pirandello”, en Luigi Pirandello, Teatro, Milán, Rizzoli, 2010, ebook.

      2 Ibid.

      3 Giacomo Debenedetti, “Personaggi e destino”, en Saggi, Milán, Mondadori, 1999, pp. 907-908.

      4 Junto con Luigi Pirandello, ambos autores son representativos del modernismo italiano. En esta misma colección se encuentra La corrupción del alma de Italo Svevo y en la colección Relato Licenciado Vidriera, una narración compuesta por prosas poéticas de Federigo Tozzi (Bestias). Las traducciones de los tres autores sirven para hacer accesible la lectura de sus obras en México.

      5 Alfonso Berardinelli, “Giacomo Debenedetti, il libertino devoto”, en Giacomo Debenedetti, Saggi, Milán, Mondadori, 1999, p. XXXVII .

      6 Luigi Pirandello, Romanzi, vol. I, Milán, Mondadori, 2010, pp. 420-421.

      7 Giacomo Debenedetti, Il personaggio uomo, Milán, Il Saggiatore, 2016, p. 106.

      Yo, por lo tanto, soy hijo del Caos; y no de forma alegórica, sino con la justicia de la realidad: nací en el campo, cerca de un laberíntico bosque de la región de Agrigento que sus pobladores llamaron, en nuestro dialecto siciliano, Cávusu. En ese lugar se refugió mi familia para huir del terrible cólera que en 1867 se propagó con violencia en Sicilia. Sin embargo, a ese sitio mi padre lo llamó Lina, que es el nombre de su primogénita, mi hermana, un año mayor que yo. Pero nadie se acostumbró a llamarlo así y para la población

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