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todo el tiempo de exagerar esos recuerdos o hábitos con el fin de improvisar una mejor línea de actuación.

      De hecho, entender el karma y aprender su funcionamiento es muy aburrido. Tal vez la única noticia emocionante es que podemos hacer algo respecto al karma. Podemos arrancar de raíz el karma. Tenemos toda la potencia y la capacidad para hacerlo. Esa idea es muy aventurera y fresca. Durante millones de miles de millones de años, nunca lo hemos intentado. Sin embargo, podemos hacerlo en esta ocasión, lo que es muy emocionante. No lo has hecho jamás en tu vida. Y no nos referimos solo a esta vida, sino que durante vidas y vidas y vidas y vidas nunca lo hemos logrado. Pero ahora existe una posibilidad altísima de que lo consigas.

      A su vez, por supuesto, el enfrentamiento con tu patrón habitual parece algo bastante aterrador. Piensas para ti mismo: si no hago caso de mis hábitos, ¿cómo puedo orientarme en mi vida? ¿Cómo sabría cómo desayunar, almorzar o cenar? ¿Cómo me lavaré la cara, me cepillaré los dientes y me ataré los cordones de los zapatos?

      Pero de alguna manera no resulta tan difícil o problemático. Los hábitos son patrones neuróticos que en realidad no dirigen tu vida. Simplemente te brindan una falsa sensación de seguridad y un sentimiento de familiaridad en tu vida. No obstante, puedes liberarte de la mente habitual y seguir adelante con las necesidades biológicas y físicas reales y estar completamente libre de cualquier hábito. Esto se puede conseguir. Es posible. Al percatarnos de ello, estamos empezando a tener una pista, o una visión, de la actividad búdica, el karma iluminado que mencionamos al principio de este capítulo.

      Para todos nosotros, cabe en gran medida la posibilidad de que podamos arrancar el karma de raíz. La quinta y última fase del ego, el skandha de la conciencia, y la primera fase, el skandha de la forma o la ignorancia, coinciden en este punto crucial e importante. La práctica de la meditación es el medio de arrancar el karma de raíz. Puedes cortar a través de tu pensamiento discursivo y lidiar con los problemas de la mente en el nivel del quinto skandha, el nivel del ego plenamente desarrollado. Pero al mismo tiempo estás en contacto con la raíz de todo el asunto, que es el primer skandha, el punto de partida del ego. Hay una sensación de estar constantemente al borde de la inexistencia del ego.

      La práctica sentada de meditación es la manera de cortar la acción volitiva del karma. En la práctica de la sesión, no estás formulando nada en profundidad. Estamos siendo lo que somos de una forma muy sencilla. No nos movemos por instinto o por patrones mentales habituales. Simplemente estamos sentados. Eso, de forma automática, provoca una sensación de aburrimiento, una impresión de que no sucede nada. Y al vivir con el aburrimiento, al permitirnos estar aburridos y seguir sentados, boicoteamos las posibilidades de las consecuencias kármicas.

      Al practicar la meditación, empiezas a cortar el sentido de seguridad, de existencia individual y de beneficio personal. Entonces la meditación se convierte en un enfoque directo y sencillo. Representa un duro golpe al momento presente y todo tiene lugar aquí, en el ahora, sin ninguna intencionalidad. O si existe alguna intención, la intención se convierte en parte de tu proceso de pensamiento, así que empiezas a perder toda la perspectiva de la ambición. No tienes ningún plan ni ninguna estrategia, sino que te limitas a meditar, simplemente lo haces. Esa simplicidad en sí misma conlleva un sentido de apertura. En ese momento, no hay nada que te alimente; estás aportando, y estás favoreciendo la entrada de aire fresco. En ese momento, cesa la colección constante de semillas kármicas. Cuando ya no dispones de un proyecto, te liberas de la siembra constante de semillas kármicas. Y como no tienes ningún proyecto, por consiguiente, no existe ningún suelo, ninguna base. Las semillas kármicas se sembrarían si tuvieras un territorio que defender o cosas que manipular. Pero en la práctica de la meditación, cuando estás desprovisto de una base, no recoges ni siembras semillas de karma. En la práctica de meditación sentada, estás realizando tu técnica de una manera muy sencilla, de una manera muy simplista. Esa simplicidad provoca el caos en las maniobras altamente sofisticadas que tienen lugar en el estado de ego.

      Ver la lógica de esto podría plantearnos la cuestión de si el logro de la iluminación es posible tan solo con la meditación. La meditación en sí misma no proporciona ningún truco de magia como tal. Al mismo tiempo, debido a la forma en que se instala en nuestra vida, en nuestros estados de ánimo, la meditación utiliza lo que se halla en nuestra mente y no incorpora nada nuevo a nuestra situación, a nuestro estado de existencia. Así que en un momento dado empezaremos a quedarnos desprovistos de material. Por supuesto, en nuestras situaciones ordinarias de la vida cotidiana intentamos volver a situarnos en la casilla de salida de las tendencias habituales. Cuando no somos conscientes de nosotros mismos, estamos constantemente recolectando más material y depositándolo en nuestra mente, pero si no fuéramos practicantes de meditación, estaríamos haciendo eso en nuestras vidas de todos modos. Sin embargo, cuando aparece un pequeño hueco, en ese instante que se presenta el hueco, dejamos de acumular material. Eso parece ser muy importante y extremadamente poderoso.

      Esa visión de la iluminación está exenta del patrón habitual del karma, lo cual corta de forma simultánea la causa y el efecto. Así que en ese momento, no siembras una semilla kármica, y estás libre de los patrones habituales. No olvidas esos vislumbres, pero experimentas las ensoñaciones cuando vuelves a la normalidad samsárica. Después tiene lugar otro destello, y esos destellos se vuelven más frecuentes. El problema es que, si tratas de prolongar o cultivar esos destellos, eso se convierte en una forma de alejarlos. Así que hay que mantenerse abierto, serlo, en lugar de tratar de cultivar el destello.

      Las personas a menudo piensan en el karma en relación con el renacimiento. El renacimiento físico, cuando mueres y renaces de nuevo, es el mismo proceso que cuando renaces en tu situación de la vida diaria. Tu primera respiración muere y la segunda está naciendo. Vives toda tu vida de esa manera: se produce un nacimiento y una muerte constantes. En términos del renacimiento físico, mueres y después experimentas estar en un estado de suspensión, lo que se conoce como bardo.8 Sientes miedo, debido a la pérdida de tu cuerpo, así como debido a perder a tus parientes, posesiones, etcétera. Cuando te estás muriendo, puedes sentir la torpeza de tener un cuerpo y luego puedes experimentar una sensación de alivio cuando lo pierdes. Entonces, al final, te sientes completamente perdido y empiezas a buscar un nuevo cuerpo, una nueva situación. En algún momento, ves a tus futuros padres, antes de que entres en el útero.

      Tu renacimiento depende del nivel de tu neurosis. El potente flujo del karma te lleva a tu renacimiento. A veces te sientes tan perdido que no te importa qué tipo de cuerpo tienes, siempre y cuando tengas un cuerpo. Lo único que quieres es volver a tener un cuerpo. Entonces podrías convertirte en una pulga, o podrías convertirte en un guerrero, un hombre, una mujer, un unicornio o una avispa. El nivel de neurosis, esa intensidad de confusión y deseo, dicta vidas diferentes, nacimientos diferentes. Es como si tuvieras mucha sed. Tienes tanta sed que te bebes cualquier cosa. Incluso estás dispuesto a beber veneno, si así sacias tu sed. Ese es el tipo de deseo que se desarrolla. Quieres volver a tu cuerpo, encontrar un cuerpo en alguna parte.

      Así que el renacimiento está gobernado por el sentido del deseo. El deseo determina la rapidez con la que quieres renacer. El deseo, obviamente, proviene de la búsqueda de un suelo, el suelo que te da seguridad, que está conectado de nuevo con el primer skandha, de la forma.

      La siguiente pregunta que se presenta en la discusión del renacimiento es: dada la realidad de que no existe ningún ego, ¿qué es lo que renace? ¿Qué es lo que acumula karma y, por lo tanto, se transmite de nacimiento en nacimiento? La inexistencia de un ego es nuestro maquillaje básico, nuestra naturaleza básica, pero al mismo tiempo reconocer que no contamos con una forma real, reconocer que no existimos, nos lleva a tener miedo. Tenemos miedo de que la falsedad de la forma o del ego sea expuesta, y solidificamos estas cosas. Desde este punto de vista, la falsedad existe, en cierto sentido. Hay algo de realidad en la falsedad que hay que trascender. Debido a que tal falsedad es muy poderosa, se solidifica como un escenario o una plataforma inexistente donde se puede acampar o montar la tienda de campaña. Es como acampar en un bloque de hielo, que eventual o fundamentalmente no existe; estás acampando sobre el agua, pero aun así te parece sólido. Por esto la realidad aparente, o la apariencia, a menudo se llama «ilusión» o «espejismo de arcoíris» en las enseñanzas budistas.

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