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      Akal / Universitaria / Interdisciplinar / 379

      Bruno Padín Portela

      La traición en la historia de España

      Prólogo: José Carlos Bermejo Barrera

      La nómina de traidores que pueblan la historia de España desde la Antigüedad clásica hasta hoy es extensa. Sus vidas y sus traiciones componen un nutrido mosaico sobre el que se ha construido una identidad resiliente y esencialista, y una historia de héroes y villanos sobre la que acomodarnos.

      Traidores a la nación, como el conde Don Julián, traidores épicos y justos, como El Cid, traidores al rey, como Antonio Pérez, o a su sangre, como el príncipe Carlos, desleales todos. Pero también colectivos, movimientos sediciosos que buscan romper el orden natural, el agazapado enemigo interno que todo lo enturbia: judíos –luego convertidos en marranos–, moriscos, comuneros, catalanes y, ya en la época contemporánea, los masones y su sociedad secreta, los liberales y afrancesados, y los comunistas eternamente conjurados.

      Estos dos modelos, el traidor políticamente activo y el enemigo oculto, pasarán de la historiografía española a las tres historiografías nacionalistas: la gallega, con su enfrentamiento entre el celta y el romano o el español; la vasca, con su reivindicación de la pureza de sangre; y la historiografía catalana, con su contraste entre catalanes y españoles. Todos estos temas pueden verse a lo largo de este libro, en el que la traición y el traidor aparecen como una especie de maldición en la historia de España.

      Bruno Padín Portela es doctor en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y ha publicado diversos trabajos en las revistas especializadas en los temas de historiografía española.

      Diseño de portada

      RAG

      Director de la serie

      José Carlos Bermejo Barrera

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      © Bruno Padín Portela, 2019

      © Ediciones Akal, S. A., 2019

      Sector Foresta, 1

      28760 Tres Cantos

      Madrid - España

      Tel.: 918 061 996

      Fax: 918 044 028

       www.akal.com

      ISBN: 978-84-460-4957-9

      PRÓLOGO

      ACUNANDO AL ODIO

      Para Sonia y Bruno

      Según el Talmud de Babilonia, tenemos dos ángeles que simbolizan los buenos y malos deseos, y esos ángeles, llamados «ministeriales», acompañan a cada persona en el camino de vuelta de la sinagoga los viernes por la noche. Si la casa está preparada para el Shabbat con el encendido de las velas y la preparación de la mesa con vino y comida adecuada, el ángel que representa los buenos deseos da su bendición: «Que el próximo Shabbat sea igual». En ese caso el ángel que representa los malos deseos estará obligado a responder «Amén». Sin embargo, si la casa no ha sido preparada, será entonces el ángel de los malos deseos el que dirá lo mismo y el ángel que representa la buena inclinación no tendrá más remedio que responder «Amén», iniciándose de este modo una funesta semana.

      Esto dos ángeles del tiempo fueron consagrados en la historiografía por Walter Benjamin en su archiconocido texto «El Ángel de la Historia». No centraremos en él nuestra atención, sino en un texto escrito por los cabalistas de la ciudad palestina de Safed en el siglo XVII, que se canta como un ritual casi mágico para asegurar el inicio de una buena semana. Su texto, transliterado en hebreo con fonética sefardita, dice:

      Shalom alejem malajé hasaret malajé Elyón, mimélej maljé hamelajim Hakadosh Baruj Hu.

      Boajem leshalom malajé hashalom malajé Elyón, mimélej maljé hamelajim Hakadosh Baruj Hu.

      Barejuni leshalom malajé hashalom malajé Elyón, mimélej maljé hamelajim Hakadosh Baruj Hu.

      Betsetejem leshalom malajé hashalom malajé Elyón, mimélej maljé hamelajim Hakadosh Baruj Hu.

      Así recitarían este encantamiento nuestros judíos sefarditas desde el norte al sur de la Península, esperando que el tiempo que se acaba y el tiempo que comienza en la historia les trajese la paz. Pues, como dice su letra:

      Que la paz esté con vosotros, ángeles ministeriales, ángeles del Altísimo,

      el Supremo Rey de reyes es Santo, Bendito es.

      Que su venida sea en paz, ángeles de la paz, ángeles del Altísimo,

      el Supremo Rey de reyes es Santo, Bendito es.

      Bendecidme con paz, ángeles de la paz, ángeles del Altísimo,

      el Supremo Rey de reyes es Santo, Bendito es.

      Que su salida sea en paz, ángeles de la paz, ángeles del Altísimo,

      el Supremo Rey de reyes es Santo, Bendito es.

      Es muy adecuado comenzar con este texto el prólogo al libro de Bruno Padín, porque en él quizás el protagonista más importante en esta historia hispánica de la traición y el odio sea el judío, practicante primero y luego el marrano, el criptojudío, aquel al que la Inquisición podía condenar a la hoguera por encender precisamente velas en su casa en la noche del viernes al sábado. Los judíos de España no siempre pudieron celebrar el comienzo en paz de la nueva semana, como tampoco la mayor parte de los pueblos de la historia pudieron celebrar así el cambio entre los diferentes periodos y épocas de la misma. Pero en su caso, como se podrá ver en el texto del libro, su sufrimiento fue quizás mayor, pues quedaron al albur de reyes y fanáticos cuando a partir de la Baja Edad Media comenzaron a estallar los diferentes pogroms, y vieron culminar todo este proceso de persecución y odio inducido con la expulsión de su patria, Sefarad, por parte de los «Reyes Católicos».

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