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La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
Читать онлайн.Название La sociedad de castas
Год выпуска 0
isbn 9788499884264
Автор произведения Agustín Pániker Vilaplana
Жанр Социология
Серия Ensayo
Издательство Bookwire
Conceptualmente, la idea de considerar las castas indias como quasi grupos étnicos tiene el valor de desexotizar la cuestión. Si uno mira a su alrededor en una ciudad cosmopolita como Singapur, París o Chicago, se percatará de la cantidad de personas de diferentes orígenes, costumbres, vestimentas, dietas, lenguas o religiones. Aunque las ciudades indias aparentan mayor homogeneidad, en realidad poseen tanta diversidad cultural, lingüística o étnica como las más cosmopolitas urbes del planeta. Y en este aspecto, la casta –aunque no sólo ella– ejerce un papel esencial.
Quizá fuera esta relevancia de los marcadores culturales la que alentó a los británicos a entender y clasificar a los indios según su “casta” o “tribu”, y no por su localidad. (Porque está claro que un barbero panyabí comparte más rasgos con otros panyabíes de diferente casta y religión que con un barbero tamil.) Al escoger la “casta” como marcador sobresaliente, la mirada colonial le otorgó una relevancia aún más importante de la que ya poseía. Lo comprobaremos [véase capítulo 20].
FRONTERAS FLUIDAS
El que cada casta represente un microcosmos en toda regla no ha de hacernos pensar que la sociedad india está compuesta por moléculas impenetrables que se repelen las unas a las otras. La frontera de casta es menos rígida de lo que aparenta.
La práctica de la hipergamia lo delata. Rājputs, marāṭhas, nāyars, kāyasthas, paṭṭīdārs…, todas castas muy extendidas y poderosas, se saltan las reglas de estricta isogamia, por lo que se abren permanentemente a otras castas. Estas macrocastas no forman una comunidad homogénea; continuamente se ven infiltradas por “abajo”. Además, las divisiones de clase, hoy mucho más acentuadas que antaño, favorecen la movilidad y la flexibilidad. Es importante seguir una recomendación de Chris Fuller y «distinguir entre la rígida estructura y los patrones de comportamiento menos rígidos que pueden existir dentro de esa estructura»;39 es decir, la teoría de la práctica. De ahí que a lo largo de los siglos la sociedad ha ido moviéndose y transformándose a la vez que aparentaba un inmovilismo estricto.
Algunos casos ilustrativos de esta indefinición y fluidez los proporcionan castas “compuestas” de forma un tanto sorprendente.
Una de las principales castas de la India occidental es la koḷī. El término puede ser incluso derogatorio, ya que los británicos la incluyeron en su infame lista de “castas criminales”. En zonas rurales de Gujarat o Maharashtra, los koḷīs retienen ese estigma y se les considera muy dados a la “quema-de-novia”, por ejemplo, cuando las dotes no han sido las que se esperaban. En otras zonas tienen la reputación de ladrones. En contraste, en la misma región, el término paṭel es sinónimo de poder político y económico. El cabeza del pueblo suele ser designado paṭel. De modo que el título ha sido asimilado por la poderosa casta paṭṭīdār, la principal casta terrateniente de Gujarat. Lo interesante es que así como hoy tenemos la denominación paṭṭīdār-paṭel, también tenemos la koḷī-paṭel. Esta designación, aparentemente contra natura, ilustra a la vez una estrategia de alianzas matrimoniales hipergámica y la relatividad del estatus, que siempre es local y depende de múltiples factores.
Como veremos, incluso quienes parecen respetar escrupulosamente la práctica de la endogamia pueden acabar saltándose las fronteras religiosas. Khatrīs hindúes y khatrīs sikhs no tienen inconveniente en desposarse, aun perteneciendo a “religiones” distintas, lo mismo que śrīmālīs hindúes y śrīmālīs jainas. (Como veremos, muchas castas comerciantes poseen secciones que profesan diversas religiones.) Aunque el sikh, el hindú o el jaina no reniegan de su identidad religiosa, como casta las cosas pueden ser diferentes.
La historia de los mēos, un grupo islámico de Mewat (Rajasthan), ofrece un cuadro fascinante de una comunidad que en el siglo XVIII podía ser considerada śūdra por los funcionarios del reino, pero que reclamaba para sí estatus de kṣatriya; y las castas que vivían bajo su jurisdicción (brāhmaṇs incluidos) así la consideraban,40 sin dejar nunca de ser musulmana.
La India está repleta de estas comunidades fronterizas y liminales. Aún en el censo de 1911 cientos de miles de indios se declararon “hindúes musulmanes”41 o “hindúes cristianos”, para la sorpresa de los agentes censales. Hoy, la comunidad religiosa bīśnoi de Rajasthan (conocida por su dedicación a la no-violencia) es considerada “hindú”, pero todavía en el censo de 1891 fue clasificada como “musulmana”. Y eso que Jambeśvara, fundador del grupo religioso, declaraba –al estilo de Kabīr o Gurū Nānak– que él no era ni hindú ni musulmán. Los musulmanes del Punjab indio continúan venerándolo hasta nuestros días.42
CASTA, JĀTI Y SUBCASTA
En suma, la casta es una unidad bastante homogénea con un fuerte sentido de “comunidad”, “etnia”, “clan” y hasta de “familia”, pero con fisuras y mecanismos de apertura. Existe una doble tendencia entre las castas a atomizarse en entidades cada vez menores (subcastas, subsubcastas, etcétera), a la vez que a amalgamarse en grandes bloques (o macrocastas). Al primer proceso suele llamársele “fisión”; al segundo, “fusión”.
Un brāhmaṇ tamil puede ser de la subcasta smārtha, de la śrīvaiṣṇava, etcétera. La subcasta smārtha puede subdividirse en las subsubcastas vaḍamā, brihacharaṇam o astaśahāśram. La subsubcasta brihacharaṇam a su vez puede subdividirse en malanāṭṭu o kandramaṇikya. Todavía pueden darse subdivisiones regionales, como las que dividen a los vaḍamās en chōḷa-deśa o vāda-deśa (si nacieron o no en la zona del antiguo reino Chōḷa). Una vez llegamos al círculo estrictamente endogámico (jāti), las castas brāhmaṇs se dividen en linajes míticos (gotras), familias (kulas), ramas (śākhās) y hogares.
La enemistad entre estas subcastas brāhmaṇs es legendaria. Hasta hace relativamente poco, en los pueblos de Tamil Nadu los smārthas (también llamados aiyars o iyers) y los śrīvaiṣṇavas (o iyengars) no permitían enlaces matrimoniales entre sí, no compartían mesa, vivían en zonas separadas del barrio brahmánico, seguían a órdenes religiosas diferentes (Śaṅkara y Rāmānuja, respectivamente) y algunos ni siquiera osaban poner los pies en los templos de los otros. Incluso dentro de una misma subcasta, la rivalidad podía ser inaudita. Patrick French pone el ejemplo de un juicio que duró ¡70 años! para dilucidar si el elefante de un templo de Kanchipuram era iyengar theṅkalai o iyengar vadakalai. Finalmente, se decidió que durante seis meses al año el animal sería vadakalai (y le pintaban las pertinentes marcas en la frente en forma de “u”) y los otros seis meses sería theṅkalai (y le pintaban las marcas sectarias en forma de “y”).43 Empero, dado el contexto político –antibrahmánico– de Tamil Nadu a lo largo del siglo XX, las diferencias de casta, subcasta y divisiones menores han tendido a diluirse simultáneamente en favor de una superidentidad “brāhmaṇ”. O, como ha escrito André Béteille:
«Antiguamente existía una rivalidad entre brahmanes smārtha y brahmanes śrīvaiṣṇava […] Hoy está en gran medida olvidada […] Los brahmanes definen en la actualidad su identidad en términos de su distinción de los no-brahmanes y basándose en sus subcastas».44