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del marido con quien desposa. Como ha señalado Veena Oldenburg:

      «Los antropólogos te dicen que la casta es una categoría adscrita, olvidando que eso es sólo cierto para los hombres, ya que la mujer pertenece al nacer a la casta de su padre y luego a la de su marido».15

      Hasta hace poco podía establecerse una divisoria entre un norte de la India claramente patriarcal, un sur donde las mujeres disfrutan de mucha mayor autonomía y un este que quedaría a caballo entre ambos. Pero, en contra de lo que cabría esperar, el sur de la India se asemeja cada vez más al norte en estas cuestiones.

      Aunque en la India han existido pequeñas excepciones matrilineales (como la nāyar de Kerala, la khāsi de Meghalaya o la malayāḷī de Laquedivas), domina con claridad el modelo patriarcal. Apenas aparece el modelo bilateral (típico del Sudeste Asiático y, desde hace poco, también de la mayor parte de Occidente), donde no se rebaja la importancia de ninguno de los progenitores. Sea en la budista Tailandia, la Indonesia musulmana o la católica Filipinas, la pareja puede vivir indistintamente con –o cerca de– los padres de la esposa o del esposo; y no se da la asfixiante obligatoriedad de perpetuar el linaje. Como puede suponerse, el rol económico desempeñado por las mujeres en el Sudeste Asiático ha sido grande. Se da siempre una correlación entre autonomía e independencia económica de la mujer.

      En India, en cambio, existe una manifiesta tendencia a apartar a la mujer de la cadena de producción. De 184 países escaneados por Naciones Unidas sólo 17 (todos en el norte de África y Oriente Próximo) tenían una participación de la mujer en el trabajo inferior al patético 29% de la India (compárese con el 57% de la vecina mujer bangladesí, uno de los países que mayores esfuerzos está realizando en corregir los desequilibrios de género). Suvira Jaiswal lo dice con claridad: «La endogamia persiste […] dada la subordinación socioeconómica de las mujeres».16 En una encuesta informal realizada a mujeres de una aldea del valle del Ganges acerca de cuál era su mayor problema, la mayoría contestó –por delante de la educación o la salud– la falta de trabajo remunerado.17

      El estudio comparativo de Ursula Sharma sobre el rol socioeconómico de las mujeres en una aldea de Himachal Pradesh y en otra del Punjab arroja mucha luz.18 En Himachal, las mujeres participan activamente en la economía agraria, mientras que en el Punjab tienden a ser apartadas de la fuerza laboral. En Himachal, las mujeres son más visibles en público, mientras que en el Punjab las normas de reclusión son más estrictas. El punto clave es que, a pesar de todo ello, la mujer himachali no posee mayor poder doméstico o extradoméstico que la panyabí. Ahí entran en juego diversos factores, pero ante todo tiene que ver con la exclusión de las mujeres en ambos estados de los derechos de herencia de tierras, lo que las hace económicamente dependientes de los varones.

      El trabajo de Bina Agarwal ha mostrado también que la vulnerabilidad de las mujeres en India procede esencialmente del hecho de que no controlan ni son propietarias de los bienes patrimoniales.19 Hasta 1956, las hijas, hermanas, viudas o madres no tenían derecho a heredar tierras, sobre todo en las amplias zonas del país que habían estado gobernadas por el viejo código jurídico Mitākṣarā. Gracias a las medidas adoptadas por la Constitución de 1950 y la Ley de Sucesiones de 1956, cualquier mujer india puede hoy heredar con la misma facilidad que sus hermanos. Sucede que las convenciones de la familia extensa inhiben su derecho a heredar. En la década de los 1970s, incluso en los estados más “liberales” del sur (significativamente Kerala, pero también Maharashtra, Andhra Pradesh, Karnataka y Tamil Nadu) se establecieron enmiendas que abolían las propiedades familiares conjuntas. Asimismo, los cristianos o los musulmanes del Sur de Asia se han desviado de sus recomendaciones escriturales y han seguido los modelos patrilineales prevalentes, por los cuales las hijas no heredan la propiedad si existen hijos vivos. En Bangladesh, la mujer musulmana también suele “declinar” su derecho legal a la herencia paterna y sustituirlo por el naiyor o derecho a visitas periódicas a su casa natal.20

      Un estudio en siete estados indios a principios de los 1990s mostraba que sólo el 13% de las mujeres con padres propietarios de tierras heredaron alguna parcela. Eso significa que ¡un 87% de mujeres no heredó! aun pudiendo hacerlo. Incluso entre las viudas sólo un 51% había recibido algo en herencia. Aunque con la Ley de Sucesiones del 2005 las cosas posiblemente estén mejorando, está claro que la inmensa mayoría de las mujeres sigue a merced de los círculos masculinos.

      LA EDUCACIÓN DE LA NIÑA (Y EL NIÑO)

      Al hablar de “la mujer” en la India nos estamos refiriendo a 600 millones de personas con enormes diferencias sociales, económicas, culturales o personales. No aludimos a una misma “mujer india” cuando hablamos de una joven urbana de clase alta, educada en inglés, con estudios superiores, imbuida de valores cosmopolitas (posiblemente más parecidos a los de una joven de su misma condición de Toronto o Estambul), que cuando nos referimos a otra “mujer india” de clase y casta bajas, que lleva 40 años trabajando de cestera en una aldea de la India rural. Entiéndase, pues, el esfuerzo en generalizar que realizaremos a continuación. No todas las mujeres o niñas indias pueden verse a través de la lente de la patriarquía, ni es recomendable proyectar formas de patriarquía de otras sociedades sobre la india. Hecha esta advertencia, se entenderá que nuestro propósito aquí es ante todo didáctico: mostrar cómo muchas niñas y mujeres del Sur de Asia viven e integran las formas sociales de patriarquía.

      Un universo densamente poblado

      Mientras son muy pequeños, en la India los niños y niñas reciben una educación bastante similar. No se enfatiza tanto la diferencia de género como la pertenencia a una familia, comunidad y casta. La principal noción que aprenden es la de interdependencia: la comprensión de que no son individuos únicos, sino miembros de una entidad mayor. Esta cierta devaluación del sentido “individual” queda patente en el rito de imposición del nombre. A diferencia de otros países, en la India el nombre del bebé suele mantenerse en secreto. Durante su infancia se recurre a un mote cariñoso. La mayoría de los niños no recibe el nombre hasta su primer aniversario, y en muchos casos no se hace público hasta los 6 o 7 años (cuando se supone que ya no es tan vulnerable a la manipulación sónica). Muchos no lo utilizan hasta la edad adulta. El sentido de autonomía personal o de individuación, típico de la sociedad euroamericana, no parece ser prioritario en la familia extensa de la India.21 Lo que los niños y niñas indios aprenden desde críos es que se deben a su familia [FIG. 8] y a su grupo (clan, casta, secta y hasta empresa). El individuo es importante en la medida en que contribuye a mantener un organismo mayor. Téngase en cuenta que en la familia extensa, además del grupo central formado por el patriarca, la matriarca, sus hijos varones y sus esposas, más los hijos e hijas de estas parejas, también pueden convivir tías viudas o parientes lejanos (varones), que suelen llamarse “tíos”. Ídem en Pakistán, Nepal, Bangladesh o Sri Lanka.

      En estos hogares extensos, los niños se mueven libremente entre diferentes “madres”, “tíos” y “hermanas”. Jamás están aislados. Aunque, por supuesto, la madre es su principal vínculo afectivo, los niños y niñas aprenden en seguida que ella no es la única fuente de cuidado y atención.22 Padre, abuela, abuelo, tías, primas, incluso los vecinos participan en la educación y ocupan un espacio mucho mayor en el mundo interior de los indios que entre europeos o norteamericanos. Como pone Anand Giridharadas, «cada niño recibe un poquito de amor de todo el mundo y mucho amor de nadie en particular».23 (De ahí, tal vez, que el psicoanálisis, basado en el modelo de familia nuclear burguesa de la Europa del siglo XX, nunca haya funcionado demasiado bien en el contexto de los hogares extensos de la India.) Es un hecho que los jóvenes indios no buscan romper con la generación de sus padres como ocurre en Occidente (donde incluso se considera necesario). El choque generacional no es una verdad psicológica universal.24 Y es palpable el respeto que los indios profesan por la gente de edad, ya sea la abuela, los ancianos de la casta y hasta veteranos políticos.

      8. Una familia extensa puede componerse de entre 30 y 40 personas. Familia deśastha-brāhmaṇ reunida con ocasión del sacramento del upanayama (o munja) de dos niños.

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