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viejos tabúes de comensalía [véase La alimentación, de nuevo] tienden hoy a relajarse.

      6. Uno de los múltiples rituales que componen la boda hindú. En este caso, una ceremonia nupcial rājput, macrocasta históricamente inclinada a la hipergamia. Foto: Jaisingh Rathore, 2006.

      DIVORCIO Y SEGUNDO MATRIMONIO

      La moderna legislación india, que es claramente secular, admite el divorcio. Desde los 1970s, se acepta el divorcio por consentimiento mutuo, que es el más común en la actualidad. Sin embargo, la India –y especialmente la India hindú– tiene uno de los índices de divorcio más bajos del mundo. Esa longevidad marital tiene mucho que ver con la forma en que la cultura surasiática entiende el propósito del matrimonio, además de una serie de aspectos económicos y jurídicos ligados a él.

      Pero el número de divorcios aumenta año tras año, en buena medida por la tendencia a la nuclearización de las familias urbanas y, sobre todo, por la creciente emancipación económica de las mujeres. El fenómeno atañe a todas las clases. Las castas bajas suelen aceptarlo con mayor naturalidad ya que el matrimonio no posee el aura de indisolubilidad que comporta entre las castas altas. Entre las que poseen una concepción más sanscritizada (tradicional), el divorcio ha estado muy mal considerado. Por ello, y aunque el número de casos sigue aumentando, es un tópico de conversación casi tabú.

      Puesto que el matrimonio no es un asunto privado, sino una forma de santificar los lazos de parentesco a través del tránsito de la mujer de una familia a otra, su ruptura se considera una fractura social y cósmica que hará de la mujer (rara vez del marido) una persona altamente inauspiciosa. El matrimonio es para un hindú un sacramento (saṃskāra) y, como tal, es indisoluble. (También para los cristianos indios constituye un sacramento irreversible.) Es un hecho que numerosos divorcios afectan a matrimonios “por amor” o “abiertos” y que, en proporción, el matrimonio pactado sale mejor parado. En parte, ello es consecuencia de la presión a la que están sometidas las mujeres para que el matrimonio se mantenga a toda costa. En este sentido, la gran transformación se está dando en la nueva clase media urbana. La mujer con estudios de clase media posee mayor independencia, es más individualista y ya considera que un divorcio es preferible a un mal matrimonio.

      Con todo, incluso los textos clásicos permitían el segundo matrimonio para las mujeres en determinadas circunstancias.45 También el divorcio es aceptado por la ley islámica, aunque por iniciativa del varón. Los principales motivos de divorcio son el adulterio, la esterilidad, el alcoholismo o la incapacidad manifiesta –del varón– de ganar dinero.

      La poligamia era aceptada entre los hindúes y los sikhs bajo ciertas condiciones, pero es cosa del lejano pasado. La ley musulmana permite hasta cuatro esposas, pero lo cierto es que esta costumbre no goza de demasiado prestigio hoy en día, ni siquiera por parte de los juristas musulmanes.

      Entre las castas más bajas no hay impedimentos para un segundo matrimonio. No obstante, incluso para estas el divorcio o el segundo matrimonio siguen siendo opciones más teóricas que otra cosa. En el caso de que haya existido pago-de-novia (en lugar de dote) [véase Dote y pago-de-novia], la familia de la mujer tendría que devolver la cantidad recibida. Además, los hijos del primer enlace se quedarían con el padre y ella perdería cualquier derecho sobre ellos.

      Entre las castas altas, las segundas nupcias son sólo aceptables para el varón, y nunca para la mujer. De ahí que algunas castas se subdividan en dos secciones: la que no permite segundas nupcias a las viudas (vīśa), y la que sí (daśā). La primera es siempre más elevada.

      La regla de la endogamia tiene que ver con el primer matrimonio. En realidad, el matrimonio verdadero es siempre el primero. Los segundos matrimonios están menos ritualizados. Razón por la cual el segundo matrimonio suele ser mayoritariamente por elección personal.

      En comunidades como la jāṭ del norte de India o Pakistán tampoco ha sido raro que una viuda despose por segunda vez al hermano (o a algún primo) de su difunto marido. De hecho, en estados como Punjab o Haryana se ha tornado perversamente popular el llamado “síndrome Draupadī”, es decir, compartir una misma esposa entre hermanos para mantener la propiedad (ya que entre los jāṭs las tierras sólo pasan a hijos varones), si bien públicamente muchas familias no admiten la poliandria.

      Precisamente, en los aspectos más crudos de la patriarquía vamos a centrar nuestra atención en el próximo capítulo.

      2. LA FAMILIA PATRIARCAL

      La familia es la institución central de la sociedad india, por encima de la casta, la religión, la lengua o la nación. En un país donde la seguridad social es muy débil, la familia suple al Estado “asegurando” a sus miembros. Es a la familia a donde uno recurre cuando le van mal las cosas, ya sea por desempleo, por una sequía o por el simple hecho de envejecer.

      La India es bien conocida por haber desarrollado un modelo peculiar de familia: la llamada “familia extensa” (joint family) patriarcal; o sea, un hogar multigeneracional (donde conviven tres o cuatro generaciones), patrilineal (contempla la herencia y la descendencia sólo a través de los varones) y patrifocal (los varones de cada familia permanecen en el hogar paterno y traen a las esposas a vivir consigo). El eje de la patriarquía es, por tanto, la transferencia de las mujeres y la incorporación de niños varones a la patrilínea. La familia está gobernada por las nociones de obediencia filial y lealtad fraternal. La autoridad recae en los varones y en los mayores, mientras que el honor de la familia reside, en parte, en el comportamiento de las mujeres.

      Si bien este es el modelo preponderante en el Sur de Asia, convendría realizar alguna aclaración preliminar.

      En pleno paradigma evolucionista, sir Henry Maine planteó que la familia extensa constituía una de las formas más arcaicas de organización familiar. La llamó “patriarcal” dado que se basaría en la patria potestas o absoluto poder del patriarca. (Aún más prehistórico habría sido el modelo “matriarcal”.) A medida que las sociedades evolucionan, esta vieja forma de organización pasaría por diferentes etapas hasta ser reemplazada por un modelo “contractual”, basado en la familia conyugal monogámica. La teoría de Maine sería “confirmada” en las décadas de los 1950s y 1960s, que veían en el modelo familiar norteamericano el futuro de la familia de otras sociedades.

      De ahí proceden dos estereotipos todavía vigentes. Aquel que dice que la familia nuclear o conyugal (pareja y su prole) sólo ha existido en el moderno Occidente; imagen desmentida por los historiadores y los antropólogos, que han demostrado que en numerosas sociedades no capitalistas, no industriales y no modernas, han existido familias nucleares (siendo precisamente la India un buen ejemplo). Y otro que dice que si una sociedad toma la vía del desarrollo, automáticamente sus familias tenderán al modelo nuclear (una generación) y conyugal (autoridad en la pareja). Pero lo cierto es que, como ya mostró Milton Singer, en la India el modelo de la familia extensa no cede el paso al de la nuclear.1

      En realidad, como Patricia Uberoi ha aclarado, en este debate se están mezclando los conceptos de hogar y familia,2 que son distintos. Cuando los sociólogos hablan de la “familia” india muchas veces se refieren al “hogar”.

      Aunque los censos británicos ya mostraron que el hogar “extenso” era menos prevalente de lo que se suponía, la inmensa mayoría de los sociólogos –indios o no indios– que ha estudiado la India ha dado por supuesto el carácter atemporal y hegemónico de este modelo. Así, las formas de parentesco que no se ajustan a este patrón, que son legión, han quedado relegadas a meras notas al pie.

      Hay zonas del sur de la India, por ejemplo,

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