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Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
Читать онлайн.Название Relatos de un hombre casado
Год выпуска 0
isbn 9788468671079
Автор произведения Gonzalo Alcaide Narvreón
Жанр Языкознание
Серия Relatos de un hombre casado
Издательство Bookwire
Mientras que se la seguía chupando, estiré el brazo hacia la mesita de luz, agarré un frasco de lubricante y una caja de preservativos; unté mi mano libre y con los dedos, comencé a lubricarme el ano, dejándolo listo para el paso siguiente. Martín continuaba con los ojos cerrados y disfrutando de la tirada de goma que le estaba dando; yo tenía miedo de hacer las cosas rápido, logrando que se arrepintiera.
Noté que comenzó a acelerar los gemidos y que se estaba poniendo colorado. Rápidamente saque su pija de mi boca, calcé un preservativo en su pene y antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, me paré en la cama y comencé a bajar en cuclillas, embocando su pija en mi ano. Bajé hasta sentirla apoyada y ahí me dejé caer lentamente, metiéndomela entera, sin tiempo de juego previo como para dilatármelo, ya que hubiese corrido el riesgo de que se arrepintiese y que se fuera.
Martín abrió sus ojos y exclamó:
–No, no te la puedo creer.
Era yo el que no lo podía creer; tres años viendo a este macho en el gym, imaginándome todo tipo de cosas, y finalmente lo tenía tendido en mi cama, clavándome hasta el fondo su deliciosa poronga.
–Sos un hijo de puta, salía, levantate –dijo.
Haciendo caso omiso a su pedido, cerré mis ojos e intenté relajarme, para hacer que el dolor de haberme enterrado ese caño sin juego previo, diera paso al placer. Lentamente, comencé a darle ritmo a mis movimientos, subiendo y bajando cada vez más rápidamente, mientras que le tocaba el pecho, jugando con mis dedos entre sus vellos.
Finalmente, sus prejuicios y conceptos fueron superados por la necesidad y por la calentura que tenía. Sentía su caño como un mástil dentro de mí y apreté mi ano como para atraparlo firmemente, haciendo que su placer fuese mayor.
Para mi sorpresa, tomó mi cintura con ambas manos para manejar el ritmo de mis movimientos.
Arriesgándome a que todo terminara ahí, pregunté:
–¿Querés probar otra posición?
Martín abrió los ojos y no contestó.
Me incorporé, haciendo que su poronga saliese de mi ano y me puse de rodillas en el borde de los pies de la cama, dejando mi culo bien parado, dispuesto a que me embistiera por detrás. Martín se incorporó y observé a través del espejo que se paraba detrás de mí. Hermoso ver su cuerpo armonioso y peludo reflejándose en el espejo, con sus músculos no exagerados, con su pene erecto y con una cara de morbo total, que jamás le había visto. Nos miramos a los ojos a través del espejo, sin decir una palabra y diciéndonos todo.
Sin hablar, me estaba diciendo “Vos querías pija, ahora aguantate lo que se viene.”
Se lubricó nuevamente la punta de su chota y la apoyó sobre mi ano; con ambas manos tomó mi cintura por detrás y empujó su pelvis hacia adelante. Sentí como se me abría el orto nuevamente y me lo llenaba por completo con su miembro.
Hice un gesto de dolor, que pronto se convirtió en uno de placer. Martín comenzó a bombearme con un ritmo lento, mientras que yo giraba la cabeza y veía en el espejo como sus nalgas musculosas y peludas se contraían con cada embate que me daba, cosa que me excitaba aún más. Dejé que tomara su ritmo y que controlara los movimientos; supo llevarme a un punto en el que comencé a moverme más y más, suplicando por pija y por más pija. Continuó con ambas manos apoyadas en los costados de mi cadera y agarrándome firmemente.
Noté que comenzó a aumentar la potencia de las embestidas; había logrado llevarme a un estado de éxtasis difícil de explicar. En ese momento, hubiese cedido a cualquier reclamo.
–No aguanto más –dijo Martín.
–Dame leche papá, llename –contesté.
Inmediatamente, comenzó a gritar y a tener espasmos, mientras que largaba semen dentro de mí. Sentía sus espasmos que no hacían más que incentivar mi deseo por pedir más y más; me lo quería comer entero.... ¡Qué lindo macho!
Finalmente, sacó su caño de mi orto, se quitó el preservativo y quedó desplomado boca arriba sobre la cama.
Vi su cara colorada y empapada, con las venas de las sienes marcadas y latiendo... Comenzó a sonreír, emitiendo sonidos entrecortados por la agitación.
No lo puedo creer –dijo.
Yo me sentía en el límite de la excitación, pensando en lo que acababa de suceder; viendo a Martín exhausto, tirado sobre mi cama.
Me acerqué a su cara completamente sudada y dije:
–¿Estás más relajado ahora?
–Sos un hijo de puta –respondió.
Comencé a bajar por su pecho peludo, mordí sus tetillas, pasándole la lengua por todos lados, hasta llegar a su pija semi erecta. Por la punta de su glande, asomaba una gota de semen, que limpié con la punta de mi lengua.
Volví a engullirme su pene, notando como comenzaba a ponerse firme nuevamente.
A pesar de los meses que llevaba sin tener sexo y de su estado físico, me llamó la atención que luego de dos polvos, tan rápidamente se le estuviese parando.
Man, pará, ¿no tenés límites? me la vas a gastar. ¿No te cansaste de chupármela? –dijo Martín.
Lo miré a los ojos, saqué su pija de mi boca y respondí:
–Con un papi como vos, no me puedo cansar nunca; puedo continuar toda la noche. ¿Para qué crees que entreno en el gimnasio? –dije sarcásticamente.
Continué mamándosela dulcemente, metiéndomela hasta donde podía y sacándola, hasta que quedé besando solo la punta. Comencé a chuparle las bolas y me animé a descender más cerca de su ano. Note que Martín comenzó a hacer unas muecas de placer, como no entendiendo que le estaba haciendo, o no conociendo que podía sentir placer en esa zona, que, evidentemente, nunca había sido explorada.
–¿Nunca te chuparon el orto? –pregunté.
–No, nunca y no creo que alguna vez me lo hagan –dijo.
Pensé “Eso vamos a descubrirlo ahora mismo.”
Puse foco en su perineo; comencé a recorrer con mi lengua desde la punta de su glande, hasta la puerta de su ano y permanecí en esa área, lamiéndolo de un lado al otro, apretando y pasando la lengua desde las bolas hasta cerca de su orificio. Me engullí nuevamente su pija, que estaba nuevamente como un tronco y comencé a bajar hacia sus bolas. Pasé mis brazos por debajo de sus piernas y las coloqué sobre mis hombros para disponer de su culo a mi voluntad.
Martín permanecía con los ojos cerrados y con los brazos cruzados por detrás de su cabeza.
Bajé y fui con mi boca directo a su orificio; se lo escupí bien, llenándoselo de saliva y comencé a lamérselo, introduciéndole lentamente la punta de la lengua. Martín comenzó a retorcerse de placer.
–Que flor de hijo de puta que sos nene –exclamó– jamás imaginé que se pudiese sentir tanto placer en esa zona.
Tomé el frasco de lubricante y comencé a embadurnar bien su culo, mientras que ponía un preservativo en mi pija, que ciertamente, no tiene el tamaño ideal como para desvirgar a nadie.
En verdad, estaba seguro de que, cuando Martín notara lo que estaba por hacer, me lo impediría y hasta se enojaría, pero estaba dispuesto a correr el riesgo e intentarlo.
Acomodé bien sus piernas por sobre mis hombros y apoyé mi glande en su ano. Recién ahí, se dio cuenta de lo que estaba pasando, abrió los ojos e intentó incorporarse, pero no pudo; cruzándole