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capítulo trata sobre algunos de esos clichés a los que tanto se ha recurrido en humor gráfico. También se intentará demostrar que la utilización de clichés… es la esencia de cualquier historia.

      lo importante No está en el “qué”, sino en el “cómo”

      lo primero que un autor novel busca en su mente cuando trata de contar una historia –de la especialidad que sea– es “ser original”, y para ello empieza por exigir a sus neuronas que se esfuercen en encontrar aquella historia jamás contada por nadie, aquel argumento que no hasido abordado aún por ningún autor, y que dejará sin aliento a su audiencia precisamente por eso… por su originalidad.

      Exactamente el cien por cien de esos intentos terminan en estrepitosos fracasos por una razón muy sencilla: apenas existe una docena de historias que contar. No hay más, y todas ellas fueron contadas (en Occidente al menos) por autores clásicos griegos, romanos e incluso babilónicos. Podríamos denominarlas “historias universales”, muchas de las cuales, a su vez, fueron inspiradas por viejas leyendas orientales.

      LOS MODELOS “CLÁSICOS”

      Esa docena de historias son comparables a las siete notas musicales; aun habiendo sólo siete, la combinación entre ellas, el tempo, ritmo, armonía, etc., hacen de cada pieza musical una obra única, irrepetible, que nos transmite algo peculiar. Lo mismo sucede con los colores: los tres primarios permiten al pintor obtener, por medio de la mezcla, una infinita diversidad cromática en su paleta.

      Amor, odio, celos, envidia, venganza, auxilio, misericordia, sensación de fracaso, de superación, etc. son los argumentos base de las historias en cine, teatro, literatura y cómo no… también en humor gráfico. Por lo tanto, el “qué” está claro, pues sin duda nuestra historia versará sobre alguno de esos temas, ahora bien, nuestra particular combinación de los diferentes sentimientos humanos, sus causas, sus consecuencias, nuestro modo de contar, es decir…, el “cómo” será lo que haga de nuestras historias un material original.

      A continuación, veremos algunos de los clichés más reconocibles en humor gráfico, pero cabe reflexionar sobre el resto de historias… ¿Es posible que sean también clichés?

      Todas las historias que conocemos, ya sean clásicas o contemporáneas, son constantes readaptaciones de historias universales.

      LA ISLA DE LOS NÁUFRAGOS

      Probablemente, pocas situaciones hayan generado tantos gags como la isla típica de los náufragos. A simple vista, pocas cosas le pueden suceder a un tipo perdido en la inmensidad del océano y acompañado de una palmera, media docena de cocos y la insignificante porción de tierra que tiene bajo sus pies; no obstante, la creatividad y el ingenio de muchísimos autores lo han convertido en uno de los clichés más característicos porque han sabido explotar el concepto de la soledad para sus dibujos generando un sinfín de divertidas situaciones que constituyen un icono de la imaginería colectiva.

      Un gag inconcebible años atrás cuando no existía internet y que hoy puede despertar alguna sonrisa por lo absurdo de encontrar cobertura wifi en una isla tan minúscula y desierta.

      “El amor imposible.” Una historia universal al más puro estilo Romeo y Julieta, también puede tener cabida en los gags de náufragos.

      PRESOS, REOS, RECLUSOS…

      La privacidad de libertad y sus protagonistas, los presos, han proporcionado también una importantísima cantidad de material a humoristas gráficos de todo el mundo. Un individuo entre rejas, a pan y agua, y con una larga condena por delante guarda mucha relación con el cliché del náufrago, ya que no deja de ser alguien obligado a compartir su soledad consigo mismo, a pesar de que este recluso dé más juego por tener en su entorno una mayor cantidad de elementos. En cualquier caso y por alguna curiosa razón, los clichés se crean desde las situaciones más extremas, como la privación de la libertad, hasta las más cotidianas, como el cliché del matrimonio en la cama.

      El patio de la prisión es un buen recurso para no limitarse al interior de la celda y dar la oportunidad al protagonista del gag de intercambiar vivencias con otros condenados. A todo cliché hay que buscarle los recursos que puedan darle más juego.

      El último deseo de un condenado a muerte ha inspirado hilarantes y descabelladas situaciones cómicas.

      EL DIVÁN DEL PSIQUIATRA

      El desequilibrio mental, la locura y, en un grado más mínimo y corriente en las sociedades industrializadas, el estrés y la ansiedad, han hecho del psiquiatra un personaje apropiado para numerosos gags. Aunque este tema es antiguo, pues se recurría a él antes incluso de Freud.

      El diván del psiquiatra es un buen medio para que el humorista gráfico juegue con las malas pasadas que nos ocasiona nuestra propia mente, las muestre de un modo cómico e incluso a veces absurdo y encuentre rápidamente la empatía del lector, al que le permite, a través del chiste, reírse un poco de sus propios miedos.

      El paciente por un lado: un tipo que puede estar como una auténtica regadera y dar lugar al humor más descabellado y absurdo, o bien el paciente acosado por miedos más o menos comunes que harán que el lector se sienta identificado con él.

      El psiquiatra por otro: un individuo que puede estar más loco que sus propios pacientes. No cabe duda que con éstos y otros elementos el humor sobre un diván es un campo de ideas inagotable.

      En ocasiones, un simple descanso después de una jornada de estrés… puede ser la más reconstituyente de las terapias.

      Las terapias de choque o el vencer nuestros miedos por sobredosis de los mismos pueden originar numerosos gags.

      LA OLLA DE LOS CANÍBALES

      La aventura, el ánimo de explorar e ir en busca de lo desconocido y la adrenalina que todas esas emociones despiertan en los individuos, también tienen su cliché en la típica olla de caníbales; un final algo trágico para lo que se supone debería haber sido una buena aventura, pero ahí está también el porqué del cliché, ese final extremo en el cual se desata lo insólito e inesperado.

      Los chistes de caníbales demuestran que los clichés cambian también con los tiempos, y que lo que antes hacía gracia, hoy en día puede estar mal visto o ser de un gusto dudoso. Nos referimos a que tiempo atrás, nadie se hubiese llevado las manos a la cabeza ante un chiste en el cual los caníbales estuviesen a punto de merendarse a un explorador, pero hoy en día, debido a lo que algunos consideran “políticamente correcto”, ciertos sectores de la sociedad protestan enérgicamente ante un chiste —por blanco que sea— en el que alguien de raza negra es mostrado en esa actitud salvaje y primitiva. Esto es lógico en parte, ya que hay determinados aspectos de la conducta humana que, por más arraigados que hayan estado en muchas sociedades (conductas racistas, homófobas, machistas, xenófobas, etc.), deben ser erradicados de nuestras costumbres cotidianas.

      La preocupación por la hipertensión de la víctima, teniendo en cuenta que se encuentra en una situación mucho más extrema, sorprende incluso al caníbal.

      En este gag de caníbales, y ante la presencia de una exploradora de buen ver, se produce una situación que podría ser incluida en un estilo de humor erótico muy suave.

      El humorista gráfico destaca la picaresca que a veces se produce en determinados colectivos sociales.

      En

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