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en relación a la América española, y en el ensayo de José Damião Rodrigues en lo tocante a la América portuguesa. Ambos trabajos se interrogan sobre el significado del concepto de «reformismo ilustrado», considerando su alcance real y su impacto sobre las sociedades coloniales.

      El artículo de Marchena y Gutiérrez analiza la actuación de los militares que, a partir de 1776, momento en que se desata la guerra contra el Portugal americano, permanecieron en América para aplicar un programa de reformas: el proyecto conocido como reformismo borbónico, que en opinión de estos autores estuvo constituido fundamentalmente por un paquete de medidas fiscales encaminadas a recapitalizar la arruinada hacienda española. En estas reformas destaca la esmerada preparación científica de los oficiales salidos de las renovadas academias peninsulares, que protagonizaron el proceso de militarización de la administración americana en las décadas finales del siglo XVIII y hasta el momento de las independencias, y el trabajo pone en cuestión la aplicación de los principios ilustrados en los que se habían formado los militares en el ámbito americano. Los autores analizan la actuación de estos oficiales tras las sublevaciones que agitaron el mundo andino en este período y la distancia que separó dichos principios de sus prácticas políticas. Al enfrentarse a indígenas y criollos, la fuerza fue el único medio que encontraron para imponer la razón, la ciencia, la ilustración y el progreso sobre pueblos y naciones que consideraron anclados en lo antiguo, lo barroco, lo venal y, en definitiva, en la barbarie.

      El artículo de José Damião Rodrigues se inicia con una reflexión sobre la tradicional asociación entre pombalismo e Ilustración —que el autor cuestiona—, para destacar la importancia del reinado de Doña María I, ciertas continuidades en la política de la monarquía portuguesa y, a finales de siglo, la actuación de su ministro, D. Rodrigo de Sousa Coutinho, en el desarrollo de un programa de reformas que tenía entre sus principales objetivos el conocimiento y explotación de los recursos naturales del Brasil y la mejora de su agricultura.

      Tras describir las diferentes instituciones científicas que fueron creadas para alcanzar esos objetivos, el autor se interroga sobre las posibilidades reales de aplicación de dicho programa. Dos son los aspectos considerados: la falta de una esfera de opinión pública por la que pudieran circular los libros, folletos e impresos que difundían las novedades o trataban de divulgar en el Brasil las nuevas técnicas de cultivo y, por otra parte, la amplitud y complejidad del territorio de la América portuguesa. A este aspecto dedica las últimas páginas para preguntarse, a partir del caso de las capitanías amazónicas, cuáles eran las posibilidades de éxito de la pléyade de ilustrados enviados a transformar el territorio americano, considerando los horizontes políticos y de imperio que tenían sus poblaciones, el tipo de relación que mantenían con la monarquía o el éxito que habían alcanzado las diferentes tentativas de agrupar a los pobladores indígenas en nuevas aldeas.

      El artículo de Justo Cuño retoma una discusión clásica, pero no agotada, y defiende una vez más el impacto que tuvo la política practicada por la corona de apartar a muchos criollos de cargos relevantes y la importancia de los enfrentamientos entre este grupo y los peninsulares para entender el curso de los acontecimientos a partir de 1808.

      Sin embargo, a partir del caso de Cartagena de Indias, Cuño nos alerta también sobre la complejidad del cuadro político que antecedió a las independencias. Ni las políticas del reformismo eran tan poderosas ni los grupos locales permanecieron en una posición pasiva frente a ellas. Su artículo demuestra cómo, a través de la vinculación familiar y el establecimiento de redes clientelares, criollos y peninsulares de Cartagena de Indias establecieron una alianza que les permitió turnarse en los principales cargos del Consulado y el Cabildo, lo que fue entendido por la élite de Santa Fe como una suerte de poder autónomo, incluso frente al poder colonial. No obstante, la fragilidad de estos vínculos se haría evidente a partir de 1808, cuando las élites criollas ocuparon todo el poder local, desatándose después una pugna entre españoles americanos de las distintas provincias por alcanzar la preeminencia dentro de la construcción del nuevo estado nación.

      Por último, el artículo de José Luis Belmonte analiza el contexto que rodeó el Discurso sobre modificación y límites de la esclavitud, elaborado en 1795 por el regente de la Audiencia de Santo Domingo, D. José Antonio de Urízar, en un ambiente marcado por la proclamación de los decretos jacobinos de abolición de la esclavitud de 1794 y las discusiones europeas sobre la trata. Antes de emprender este análisis, Belmonte sitúa el discurso de Urízar al final de una serie de tentativas —que tuvieron lugar a partir de la década de 1760— por reformar y generalizar las leyes que regulaban la esclavitud en la América española. A partir de aquel momento, la corona española se propuso hacer viable el desarrollo de modelos de plantación en áreas marginales del Imperio, ahora puntas de lanza del reformismo americano.

      El trabajo de Belmonte, además de recordarnos que una parte sustancial del reformismo borbónico estuvo relacionado con el sistema esclavista, analiza una vez más las dificultades que encontró la tentativa de la Corona de uniformizar la legislación sobre los esclavos y terminar con la casuística que rodeaba su funcionamiento en los diferentes espacios de la América española, frente a las élites locales. En la segunda parte de este trabajo se analizan las diferencias que separan esos intentos disímiles de regular el funcionamiento de la esclavitud del proyecto de Urízar, concebido en 1795, ya no tanto para establecer un marco favorable para el desarrollo del esclavismo, sino para adaptar la institución a los nuevos tiempos, en mitad del marasmo revolucionario.

      La aplicación de las reformas es también el objeto de análisis de los trabajos de Roberta Stumpf y Gabriel Ramón, considerando en este caso su impacto sobre los cargos intermedios y menores de los cabildos y câmaras de las Américas ibéricas, bastante menos estudiados por la historiografía a pesar de que muchas de sus actuaciones incidían de forma determinante sobre la vida social y económica de las ciudades coloniales.

      La primera parte del artículo de Roberta Stumpf se dedica a la descripción del contexto específico en el que se desarrollaron las câmaras de la capitanía de Minas Gerais, focalizando su atención en los cargos superiores de estas instituciones locales. Entre las varias características particulares de Minas destaca la inexistencia de un número significativo de familias tradicionales que monopolizaban y patrimonializaban los cargos municipales.

      Retomando trabajos anteriores, la autora nos recuerda que este rasgo peculiar no impidió que, durante la segunda mitad del siglo XVIII y ante los intentos de la corona de minar la autonomía de los concejos de Minas Gerais y presionar fiscalmente a sus élites, las câmaras supieron expresar de manera cada vez más clara su oposición a la política metropolitana para la región, lo que en parte ayuda a explicar la emergencia de identidades alternativas a la identidad portuguesa, en un contexto que culminará con la inconfidência de 1789.

      Considerando estos precedentes, en la segunda parte del artículo Roberta Stumpf se pregunta cuál fue el impacto político de la venta de los cargos intermedios de las câmaras, como los de escribanos, desatada al final del período joanino y acentuada en el período pombalino. A partir del caso de la câmara de Vila Rica, la autora concluye que en la medida en que quienes ocupaban estos niveles del gobierno urbano raramente alcanzaban los cargos superiores, esta venta no retiró protagonismo a las élites locales ni limitó su capacidad negociadora, cuestionándose así una vez más el efecto centralizador de las reformas, defendido por alguna historiografía.

      El artículo de Gabriel Ramón desciende un poco más en las jerarquías de los gobiernos urbanos, para interrogarse sobre el impacto de las reformas borbónicas sobre los cargos relacionados con la gestión del abastecimiento de agua en Lima. A lo largo del siglo XVIII se llevaron a cabo varias reformas con el objetivo de mejorar las condiciones de salubridad de las ciudades coloniales y sus espacios públicos, pero también de homogenizarlas mediante la aplicación de nuevos sistemas de organización, recogidos en los reglamentos de policía o la creación de edificios que aglutinaban funciones antes dispersas, como el caso de los cementerios.

      El sistema de abastecimiento de agua, compuesto por múltiples elementos repartidos por el tejido urbano que reflejaban las relaciones jerárquicas entre los diferentes grupos, no escapó a este espíritu reformista. En este proceso, las autoridades directamente relacionadas con la

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