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del suelo del estacionamiento, y la colisión además había dejado su hombro derecho palpitando de dolor.

      Más problemático que todo lo demás era que aplastar al hombre había ralentizado lo suficiente sus movimientos como para que el más joven, que estaba en mejor forma, recuperara el sentido. Cuando Keri terminó de rodar y trató de recuperar el equilibrio, ya él estaba moviéndose hacia ella, llameando en sus ojos una mezcla de furia y temor, mientras comenzaba a abanicar hacia abajo la porra que cargaba en su mano derecha.

      Se dio cuenta que no iba a ser capaz de evitarla por completo y giró su cuerpo de tal manera que el golpe aterrizara en el lado izquierdo en lugar de su cabeza. Sintió el brutal mazazo en las costillas en el lado izquierdo de su torso justo por debajo del hombro, seguido por un agudo dolor que se irradió desde el punto de impacto.

      El cuerpo se quedó sin aire al caer de rodillas delante de él. Sus ojos se llenaron de lágrimas, inmediatamente después de recibir el golpe, pero aun así logró captar algo terrible justo delante de ella. Los pies del hombre más joven habían comenzado a ponerse de puntillas, y sus talones ya se despegaban del suelo.

      A Keri le tomó menos de una fracción de segundo entender lo que eso significaba. Él se estaba alzando, levantando la porra por encima de su cabeza, para aplicar un golpe de lleno sobre ella y así noquearla. Ella vio el pie izquierdo comenzar a moverse hacia adelante, y comprendió que estaba iniciando el movimiento hacia abajo.

      Ignorando todo —su incapacidad para respirar, el dolor que rebotaba entre su pecho, su hombro, sus costillas y su rodilla, su visión borrosa— se abalanzó hacia él. Sabía que las rodillas no le proporcionaban mucho impulso, pero esperaba que este fuera suficiente para impedir un golpe directo en su coronilla. Al hacerlo, lanzó su mano derecha, la que todavía sostenía las llaves, en dirección a la entrepierna del sujeto, esperando hacer cualquier clase de contacto.

      Todo sucedió al mismo tiempo. Ella sintió que la porra golpeó la parte superior de su espalda al tiempo que escuchó el gruñido. El golpe que le clavaron le dolió, pero solo por un segundo, al darse cuenta de que el hombre había aflojado la porra casi inmediatamente después de hacer contacto. Escuchó que golpeaba el concreto y rodaba a lo lejos, mientras ella caía al suelo.

      Al levantar la vista, vio que el hombre se doblaba, con ambas manos atenazando la zona de su ingle. Maldecía a voz en cuello sin hacer pausa. Al menos por el momento, parecía ajeno a ella. Keri miró al gordo, que estaba a unos metros de distancia, todavía rodando por el suelo, gritando en su agonía, con ambas manos cubriéndose el ojo izquierdo, aparentemente inconsciente de lo que pasaba con su rodilla, que había quedado doblada de una manera extraña.

      Keri aspiró una buena bocanada de aire por un momento que pareció eterno, y se forzó a sí misma a entrar en acción.

      Levántate y muévete. Esta es tu oportunidad. Puede que sea la única.

      Ignorando el dolor que sentía por todas partes, se levantó del duro suelo y entre cojeando y corriendo se dirigió hasta su auto. El más joven apartó la vista de su entrepierna e hizo el intento de extender el brazo para agarrarla. Pero ella se apartó bien de él y se abalanzó hacia su auto: subió, cerró, encendió y arrancó sin siquiera mirar por el retrovisor. Parte de ella esperaba que el joven estuviera allá atrás y ella escuchara un golpe sordo al impactar sobre él.

      Pisó el acelerador, pasó volando la esquina del segundo piso, y bajó al primero. Al acercarse a la caseta de salida, le sorprendió ver al hombre más joven bajar por las escaleras y arrastrarse en dirección al auto de ella.

      Pudo ver el horror en la cara del empleado de la caseta, que estaba mirando alternativamente al hombre encorvado que se arrastraba en dirección a él, y los neumáticos chirriantes que iban a toda velocidad hacia el mismo punto. Casi se sintió mal por él. Pero ello no impidió que pasara acelerando por la salida, golpeando el portón de madera, y haciendo volar pedazos del mismo en medio de la noche.

      *

      Pasó la noche en casa de Ray. Por un lado, no parecía aconsejable que regresara a la suya. No sabía quién había venido tras ella. Pero si estaban dispuestos a atacarla en un estacionamiento repleto de cámaras y cercano a la cárcel, su apartamento no lucía como una gran fortaleza. Además, para cómo se sentía, Keri no estaba en condiciones de enfrentar esa noche a otros atacantes.

      Ray había preparado un baño para ella. Lo había llamado estando en camino para que supiera lo esencial, y él, misericordioso, no la acribilló a preguntas mientras trataba de recuperarse. Mientras ella descansaba en el agua, dejando que su tibieza aliviara los huesos adoloridos, él se sentó en una silla junto a la bañera, intentando con paciencia que de cuando en cuando sorbiera unas cucharadas de sopa.

      Más tarde, luego de secarse y ponerse un pijama de él, se sintió mejor como para hacer un análisis. Se sentaron en el sofá de la sala de recibo, iluminada tan solo con media docena de velas. Ninguno de ellos comentó el hecho de que las armas de ambos descansaban sobre la mesita cercana.

      —Luce tan descarado —dijo Ray, refiriéndose a la gravedad del ataque en el estacionamiento— y como desesperado.

      —Estoy de acuerdo —dijo Keri—. Asumiendo que fuesen esbirros de Cave, ello me hace pensar que realmente le preocupaba que Anderson lo haya contado todo en esa sala de interrogatorios. Pero lo que no entiendo es, si estaba dispuesto a ir tan lejos, ¿por qué simplemente no hizo que esos dos sujetos me dispararan por la espalda y terminaran con esto? ¿Para qué lo del Taser y la porra?

      —Quizás quería averiguar qué sabías, y ver quién más lo sabe, antes de deshacerse de ti. O quizás no fue Cave en lo absoluto. Mencionaste que Anderson te dijo que hay un topo en la unidad, ¿correcto? Quizás alguien más no quiere que esa información se descubra.

      —Supongo que es posible —admitió Keri, aunque esa parte la dijo con la voz tan baja que casi no podía escucharse—. Pero es difícil imaginar que eso suceda en un recinto lleno de cámaras, donde cualquiera puede ser captado. Para ser honesta, todavía tengo problemas para procesar esa parte de la información.

      —Sí, yo también —convino Ray—. Entonces, ¿qué hacemos a partir de ahora, Keri? Yo me quedé un par de horas más en esa sala de conferencias junto con Mags, pero no averiguamos nada nuevo. No sé cómo continuar.

      —Creo que voy a seguir el consejo de Anderson —replicó.

      —¿Qué, hablas de ver a Cave? —preguntó, incrédulo—. Mañana es sábado. ¿Simplemente vas a aparecerte en la puerta principal de su casa?

      —No creo tener otra opción.

      —¿Qué te hace pensar que eso vaya a aportar algo bueno? —preguntó.

      —Nada me lo hace pensar. Pero Anderson está en lo correcto. A menos que algo reviente pronto, no quedan opciones, Ray. ¡Evie va a ser asesinada frente a una cámara de circuito cerrado en veinticuatro horas! Si hablar con Jackson Cave —para suplicarle por la vida de mi hija— tiene alguna posibilidad de que resulte, entonces voy a intentarlo.

      Ray asintió, tomó la mano de ella en la suya, pasando sus enormes brazos alrededor de sus hombros. Lo hizo con delicadeza, pero ella no pudo evitar gemir de dolor.

      —Lo siento —musitó—. Por supuesto que haremos lo que sea necesario. Pero voy contigo.

      —Ray, no albergo muchas esperanzas de que esto funcione. Pero definitivamente él no dirá nada si tú estás parado junto a mí. Tengo que hacer esto sola.

      —Pero él podría haber intentado matarte esta noche.

      —Probablemente solo me habría mutilado —dijo sonriendo débilmente, tratando de enfriar las cosas—. Además, él no lo hará si me presento en su casa. Él no me va a estar esperando. Y sería demasiado riesgoso. ¿Qué clase de coartada tendría si algo me sucede mientras estoy en su casa? Quizás se engaña a sí mismo, pero no es estúpido.

      —Bien —aceptó Ray—. No iré contigo a la casa. Pero puedes estar segura de que estaré

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