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encargaré de que reciba su renta.

      —Eso está muy bien y se lo agradezco… pero sinceramente me preocupa más lo que podría estar pasando con Rose. Es una buena chica.

      —Sí, lo es —dijo Avery antes de finalizar la llamada.

      Para cuando lo hizo, ya se encontraba a poca distancia de su nuevo hogar. Buscó el número de Rose y realizó la llamada mientras pisó el acelerador con fuerza. Estaba bastante segura de lo que pasaría, pero todavía albergó la esperanza de que contestara cada vez que el teléfono repicó en su oído.

      Tal como esperaba, terminó oyendo la contestadora. Rose solo había entendido una de sus llamadas desde el asesinato de su padre, y solo porque esa noche había estado borracha. Avery decidió no dejar un mensaje, sabiendo que Rose no lo escucharía, y que mucho menos le devolvería la llamada.

      Se estacionó en su entrada, dejando el motor en marcha, y corrió adentro para ponerse ropa más presentable. Regresó a su auto tres minutos después y se dirigió hacia Boston. Estaba segura de que a Rose le molestaría que su madre viajara a la ciudad solo para ver cómo estaba, pero Avery no tenía otro opción, dada la llamada de Gary King.

      Cuando el camino se alisó un poco, Avery aumentó la velocidad. No estaba segura de su futuro en términos de su antiguo trabajo, pero sabía qué es lo más echaría de menos de él: la capacidad de sobrepasar el límite de velocidad cada vez que le diera la gana.

      Rose estaba en problemas.

      Lo sentía.

      CAPÍTULO DOS

      Avery llegó a la puerta de Rose pasada la una de la tarde. Ella vivía en un apartamento en planta baja en una zona decente de la ciudad. Tenía como pagar el apartamento debido a las propinas que recibía como barwoman en un bar de clase alta, un trabajo que había encontrado poco después de la mudanza de Avery a la cabaña. Su trabajo antes de ese había sido un poco menos glamoroso. Había sido mesera en un restaurante y trabajó editando para empresas publicitarias en su apartamento. Avery deseaba que Rose terminara la universidad, pero también sabía que, entre más la presionaba, Rose se sentiría menos inclinada a elegir ese camino.

      Avery llamó a la puerta, sabiendo que Rose estaba en casa porque su auto estaba estacionado al lado de la calle. Incluso si eso no la hubiera hecho saber que estaba en casa, desde que se había mudado sola, Rose había optado por aceptar trabajos donde entraba en la noche para poder dormir hasta tarde y pasar todo el día echada en casa. Tocó con más fuerza cuando Rose no respondió y pensó en gritar su nombre. Ella decidió no hacerlo, pensando que su voz sería aún menos bienvenida que la del arrendador que Rose estaba tratando de evitar.

      «Probablemente sabe que soy yo porque llamé antes de venir», pensó.

      Dado eso, supuso que lo mejor era recurrir a lo que mejor sabía hacer: negociar.

      —Rose —dijo, tocando otra vez—. Abre la puerta. Es tu madre. Y hay frío.

      Ella esperó un momento, pero no escuchó respuesta. En lugar de tocar otra vez, se acercó a la puerta con calma, parándose lo más cerca de ella posible. Cuando volvió a hablar, levantó la voz lo suficiente como para ser escuchada adentro, pero no lo suficiente como para hacer una escena en la calle.

      —Puedes seguir ignorándome si quieres, Rose, pero no me voy a ir. Y si quiero volverme obsesiva al respecto, recuerda lo que solía hacer para ganarme la vida. Créeme que tengo formas de enterarme dónde te encuentras en cualquier momento dado. O puedes hacer todo más fácil y simplemente abrir la maldita puerta.

      Volvió a tocar después de decir eso. Esta vez, Rose abrió la puerta en cuestión de segundos. Se asomó como una mujer que no confiaba en la persona que estaba al otro lado de la puerta.

      —¿Qué quieres, mamá?

      —Pasar.

      Rose lo consideró por un momento y luego abrió la puerta del todo. Avery hizo lo posible por no darle demasiada importancia al hecho de que Rose había perdido algo de peso. Bastante peso, en realidad. También se había teñido el cabello color negro azabache y se lo había alisado.

      Avery entró y encontró el apartamento muy limpio. Había un ukelele en el sofá que se veía muy fuera de lugar. Avery lo señaló y le dio una mirada interrogante.

      —Solo quería aprender a tocar algo —dijo Rose—. La guitarra toma demasiado tiempo y los pianos son muy costosos.

      —¿Eres buena? —preguntó Avery.

      —Puedo tocar cinco acordes. Casi puedo tocar toda una canción.

      Avery asintió, impresionada. Estuvo a punto de pedirle que tocara la canción, pero lo pensó mejor. Luego pensó en sentarse en el sofá, pero no quería parecer como si estuviera abusando de su hospitalidad. Estaba bastante segura de que Rose no la invitaría a sentarse de todos modos.

      —Estoy bien, mamá —dijo Rose—. Si estás aquí por eso…

      —Sí, estoy aquí por eso —dijo Avery—. Y llevo tiempo queriendo hablar contigo. Sé que me odias y me culpas por todo lo que pasó. Eso apesta, pero puedo lidiar con eso. Pero hoy me llamó tu arrendador…

      —Dios mío —dijo Rose—. Ese idiota codicioso no me deja en paz y…

      —Quiere su renta, Rose. ¿La tienes? ¿Necesitas dinero?

      Rose hizo una mueca ante la pregunta y dijo: —Me gané trescientos dólares en propinas anoche. Y hago casi el doble de eso en propinas los sábados por la noche. Así que no… No necesito dinero.

      —Excelente. Pero… bueno, también me dijo que está preocupado por ti. Que se enteró de algunas cosas que dijiste. No me mientas, Rose. ¿Cómo estás de verdad?

      —¿En serio? —preguntó Rose—. ¿Cómo estoy de verdad? Bueno, extraño a mi papá. Y estuve a punto de ser asesinada por el mismo pendejo que lo mató. Y aunque también te extraño, no puedo ni siquiera pensar en ti sin recordar cómo murió. Sé que eso no está bien, pero te odio cada vez que pienso en papá y en cómo murió. Y pensarte también me hace darme cuenta que he sufrido desde que empezaste a trabajar como detective.

      Fue difícil escucharlo, pero también sabía que pudo haber sido mucho peor.

      —¿Estás durmiendo bien? —preguntó—. ¿Y comiendo bien? Rose… ¿Cuánto peso has perdido?

      Rose negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia la puerta.

      —Me preguntaste cómo estoy y ya te contesté. ¿Estoy feliz? Por supuesto que no. Pero no voy a cometer una estupidez, mamá. Cuando todo esto pase, estaré bien. Y pasará. Yo sé que pasará. Pero no puedo tenerte cerca, sino jamás lo superaré.

      —Rose…

      —No. Mamá… eres tóxica para mí. Sé que has intentado arreglar las cosas entre nosotras, que llevas varios años intentándolo. Pero no está funcionando y creo que jamás funcionará teniendo en cuenta los acontecimientos recientes. Así que… vete, por favor. Vete y deja de llamarme.

      —Pero Rose, esto es…

      Rose rompió a llorar, y luego abrió la puerta y gritó: —Maldita sea mamá, ¿podrías dejarme en paz?

      Rose luego bajó la mirada al piso, ahogando sus sollozos. Avery contuvo sus propias lágrimas mientras accedió a su petición. Le pasó por al lado, restringiéndose a sí misma para no abrazarla ni responderle. Simplemente salió por la puerta.

      Pero la puerta cerrándose de forma violenta tras ella quizá fue lo peor de todo.

      ***

      Avery ya estaba llorando, y ni siquiera había puesto su auto en marcha. Para cuando se encontró de nuevo en la carretera dirigiéndose a su nuevo hogar, estaba haciendo todo lo posible para contener sus sollozos. Lágrimas corrían por sus mejillas, y se dio

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